Vetada la escritura a las mujeres en China, crearon este sistema transmitido de madres a hijas o entre cuñadas, conocido ya en el siglo tercero de nuestra era. Los adelantos agrícolas dejaban tiempo a las mujeres para poder reunirse y dedicarse a tareas artesanales y a la elaboración de zapatos de seda. La tradición dice que fue ideado por Hu Yuxiu, concubina imperial que ingenió un modo de hacer partícipe a su familia de los sufrimientos que padecía en la corte, bordando sus lamentos en un pañuelo con signos singulares.
Buena parte de los escritos nü shu lo forman poesías. Entre sus obras características figuran los libros encuadernados en tela que se daban el tercer día después de la boda a las hijas o hermanas dadas en matrimonio (conocidos como ‘cartas del tercer día’), ya que iban a vivir a casa de la suegra y, de este modo, podían acceder a la inspiración materna; abanicos de papel, pañuelos de seda u otros objetos ornamentales e, incluso, en las palmas de las manos. Los bordados recogían reflexiones y miedos, sueños, hechos cotidianos, correspondencia, consejos. Una vida dentro de la vida, que permanecía oculta a los hombres. Ello creaba hermandades entre las muchachas que lo aprendían de pequeñas, lazos más allá de la sangre. Cuando moría, cada mujer era enterrada con los objetos personales de su escritura.
La revolución de 1949 receló de unos caracteres que no entendía y destruyó buena parte de los objetos que la contenían. La de 1966 –llamada cultural– se deshizo de buena parte de los vestigios del pasado. La puntilla a la desaparición de esta escritura la dio el acceso de las mujeres a la enseñanza reglada; ya no necesitaban usarla. Se esfumó esta camaradería femenina, que ahora se intenta perpetuar –disecada– con dinero público y que ya comienza a dar trabajo a reputadas/os estudiosas/os.
Hombre, puede que esté disecada, puede que haya perdido su necesidad y sus hablantes la abandonen. Lo que quedará será su historia. Una lengua, por esencia, es el alma de una cultura. Esa cultura femenina a lo largo del tiempo nos viene en Nan Shu. Las lenguas muertas lo están porque ya no son habladas, pero fueron vivas. Y es así como nos enfrentamos a un texto, hoy en día, en una lengua muerta. Como si aquello estuviera vivo, exuberantemente vivo.
ResponderEliminarPor supuesto, ebge. Una lengua merece que se le considere su viveza, se hable mucho, poco o nada.
ResponderEliminarHace poco me lei el Abanico de Sea de Lisa See que toca bastante el tema.
ResponderEliminarEs cierto, Ayla. Confieso que es uno de los pocos libros que no he terminado de leer.
ResponderEliminarCreo que es una muy buena manera para las mujeres de expresarse y mostrar 'oposición' al machismo. Es una lastima que está lengua haya desaparecido o perdido la necesidad de ser usada, yo creo que tendrian que intentar 'reconstruirla' para que no se haya perdido parte de una cultura muy interesante.
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