Mientras se lee El amor del lobo y otros remordimientos (2009) de Hélène Cixous (1937),
no queda espacio para otros asuntos. La densidad de la escritura de esta
argelina, profesora universitaria en París desde 1968, exige atención total. Es
la única forma de alejarse de la claridad cegadora que nos impide ver y
adentrarse en el espacio noche que nos permite ver. Reflexiona sobre la
escritura (femenina, en su caso), y nos dice que «el libro es un personaje del
libro», el cual se impone al autor y arrima su pie al marco de la puerta para
que esta no pueda cerrarse, aun cuando su creador lo deseara. «Hay para beber y
para comer, y para llorar de risa, en los libros donde el libro es un escándalo
y “carece de coartada” como diría mi amigo Derrida». El cuerpo es el lenguaje
del inconsciente. Ella desearía escribir el libro que persigue en sueños, pero…
el libro quiere que lo escriba a él.
Ante esta exigencia lectora, he entremezclado
las páginas de Las confesiones a
medianoche de Constance Kopp (2018), de Amy Stewart, librera en California,
escritora de éxito de obras sobre los peligros y los placeres del mundo de la
botánica. No he leído los dos libros anteriores de la trilogía ‒Una chica con pistola; Mujer policía busca
problemas‒ en los que rescata la vida de Constance, Norma y Fleurette Kopp
en los años primeros del siglo pasado en Estados Unidos. La fórmula empleada es
conocida: fuentes de la época, sobre todo prensa, rellenadas con la ficción en
los aspectos necesarios.
En 1916, Constance era la primera ayudante de
sheriff de sexo femenino en Nueva Jersey, y una de las primeras en todo el
país; su particularidad residía en que le permitieron llevar pistola, placa y
la potestad de arrestar. Llegada a la cárcel de Hackensack, queda horrorizada
ante el trato dispensado a las internas, por lo que decide investigar sus casos
y, en bastantes ocasiones, conseguir la liberación de las encarceladas por
inercia del sistema.
Cuando un libro te atrapa y necesitamos todo el tiempo y la concentración para leerlo, seguro que merece la pena.
ResponderEliminarLo tendré en cuenta y lo apunto en mi lista de pendientes.
Gracias por la recomendación.
Saludos
Espero que te guste, Karin, si lo lees. Es un libro curioso.
EliminarSaludos.
Sí que parecen dos libros distintos. No los he leído, pero agradezco tu noticia.
ResponderEliminarSaludos.
De nada, Anónimo. Estamos aquí para eso.
EliminarSaludos.
Hola Ignacio me he quedado con el libro es un personaje del libro, el cual se impone al autor y arrima su pie al marco de la puerta para que esta no pueda cerrarse, aun cuando su creador lo deseara, a veces he tenido esa sensación, cuando al escribir parecía que las letras "usaban" al escritor como un medio para contar lo que querían decir. Muy interesante propuesta.
ResponderEliminarBesos
Ya imagino, Conxita, que esa es una sensación que pueden tener quienes escribís. Me alegro de que conectes con ello.
EliminarBesos.