Al iniciarse el siglo XX, en 1901, cuando se
creía posible la implantación de la justicia social en la tierra, se escribió
como libro de lectura para las escuelas racionalistas el cuento Las aventuras de Nono por el zapatero
francés Jean Grave. Un año después fue traducido por Anselmo Lorenzo y editado
en las Publicaciones de la Escuela Moderna, impulsadas por Ferrer i Guardia,
con las que tuvo una gran difusión en el
ámbito del español durante las siguientes décadas. (Aunque en Francia no lo fue
tanto, sí dejó algunas huellas, tal el apodo adoptado por Jean Vigo; además de
estar profusamente ilustrado por Hermann-Paul, Camille Lefèvre, Luce, Mab,
Lucien Pissarro, Rysselberghe, etc.).
Sin que se diera cuenta, un niño de nueve
años, que deseaba un cuento ilustrado, es transportado al país de Autonomía.
Allí, Solidaridad le da la oportunidad de vivir sus propias aventuras,
alimentándole este placer. No pasa demasiado tiempo sin que sucumba a las
tentaciones de Monadio, rey de Argirocracia, país en el que Nono despierta a la
vida a través de los distintos paisajes sociales que atraviesa, hasta dar con
sus huesos en la cárcel. Pinzones o abejas que hablan, carrozas tiradas por
cigüeñas, barcas que naufragan, prados floridos, cumbres nevadas, criaturas que
sufren, golondrinas que le llevan una lima para seccionar los barrotes… La
sociedad se asemeja a la Naturaleza en las diversas gradaciones de la
existencia.
Leído hoy, pueden sonarnos sus páginas a
ingenuas, pero no deja de ser emocionante saber que hubo un tiempo en que, en
las escuelas, se creía que era posible la implantación de la justicia social en
la tierra.
Las casualidades de esta vida nos han llevado a ambos a la misma época y a ese tipo de educación integral que impulsó la Escuela Moderna (he estado releyendo un libro sobre Antonia Maymón, maestra racionalista).
ResponderEliminarY sí me resulta emocionante ese sueño de la justicia social en las escuelas en lugar de fomentar el folclore y las señas de identidad que luego acaban en los nacionalismos en lugar de en la solidaridad entre territorios.
Un abrazo.
Sí, es cierto, ambas publicaciones confluyen en ese modo de enseñar (y educar) que pretendía la solidaridad.
EliminarAbrazos.
No conocía el libro. Veo que tiene ediciones de la etapa democrática, así que procuraré dar con él.
ResponderEliminarGracias.
Pues me alegro, Anónimo, de que te resulte sugerente y de que intentes encontrarlo.
EliminarYa dirás.
Saludos.
Es un libro digno de ser releído. ¡Es tan importante la educación en los buenosy dignos principios, que en la vorágine de sociedad en la que nos hallamos inmerso, lo vamos olvidando!
ResponderEliminarUn abrazo
Ya lo creo, Ele, que es importante la educación en los principios dignos. Y, si cabe, todavía más el traslado de ello a la práctica del consumo.
EliminarAbrazos
Ojalá no nos sonara a ingenuo y para mi sigue siendo emocionante pensar que se creía y se practicaba y quiero creer que, igual de otra manera pero que también en algunas se sigue pensando que es posible.
ResponderEliminarBesos
Creo también, Conxita,que hay quienes continúan pensando (y practicando) que la justicia social es posible.
EliminarBesos.
Gracias, Karolina, visitaré tu blog.
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