Hay autores de narraciones o poemas con propensión a que los incluyamos en libros explicativos de literatura. Uno de ellos, por su sencillez y hondura, es Pedro Salinas Cuando leemos poesía, nos topamos con las palabras. En principio, parece que todas tienen valor poético similar, pero no es así. Si leemos ruiseñor, pena, mariposa… sentimos una predisposición distinta hacia el poema que si nos topamos con adoquín, hierba o murciélago.
Mañana. La palabra
iba suelta, vacante,
ingrávida, en el aire,
tan sin alma y sin cuerpo,
tan sin color ni beso,
que la dejé pasar
por mi lado, en mi hoy.
Pero de pronto tú
dijiste: «Yo, mañana…»
Y todo se pobló
de carne y de banderas.
Se me precipitaban
encima las promesas
[…]
¡Mañana! Qué palabra
toda vibrante, tensa
de alma y carne rosada,
cuerda del arco donde
tú pusiste, agudísima,
arma de veinte años,
la flecha más segura
cuando dijiste: «Yo…»
(de La voz a ti debida) [La mariposa es de Noelia76]
No puedo evitar que me entre la ternura ante la palabra murciélago. Esos bichejillos que se afanan por el aire con un ahínco de campeones, siempre moviendo sus alitas, que apenas planean, y siempre atareados. Aletean, plas, plas, plas, plas... ¡Ñam!. Y así todo el rato. Son simpáticos los murciélagos.
ResponderEliminarAunque hay que tener algo de suerte, ebge, para verlos. O intención.
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