Las golondrinas alegran
nuestros cielos y las vincas nuestros suelos. El retorno de la espiral de los
meses trae la expresión que nos ocupa, extendida en los ámbitos científicos
hace unos años, especialmente cuando se habló del grafeno. Ahora parece que se
ha conseguido en la producción industrial tradicional mezclarlo con plásticos,
dotándolos de propiedades de conducción eléctrica y térmica, lo cual ‒dicen‒
llevará a cambios significativos en las aplicaciones de productos, que,
combinados con la impresión 3D, variarían los procesos de producción y, en
consecuencia, los costes. Es el mundo de los nanoaditivos, que dan paso a
materiales que cambian de forma, absorben los rayos X, evitan la formación de hielo
o iluminan fachadas enteras; sin pararse en otros campos a los que llegan, tal
el de la salud, pudiendo activar la cicatrización de heridas o la localización
de caries.
Material(es) de dios. Y aquí
estamos, con los planes de estudio que lanzan la filosofía por las ventanas de las
aulas. Es decir, retorna a la calle, lugar donde nació (en Grecia), con la
discusión, con los enfrentamientos de las guerras entre ciudades y de la rivalidad
entre concepciones diferentes del mundo. Así lo sostiene Marina Garcés (1973),
filósofa en la Universidad de Zaragoza, autora de varios libros, entre ellos el
que ahora leo ‒Filosofía inacabada (2015)‒,
en el que hace suya la pregunta de Lyotard en 1964, ¿cómo no filosofar?, con la que nos está cayendo. Concibe la filosofía
como una amplia experimentación con las ideas, el aprendizaje y las formas de
intervención en nuestro mundo actual.
Y no tiene intención de
callarse. Procede según lo hacía Thoreau en Walden:
«No pretendo escribir una oda al abatimiento, sino jactarme con tanto brío como
el gallo encaramado a su palo por la mañana, aunque solo sea para despertar a
sus vecinos».
Vaya contraste. Nos sumergimos en mundos insospechados y, en contra, eliminamos los instrumentos para comprenderlos.
ResponderEliminarSaludos.
No deja de ser un misterio, Anónimo.
EliminarSaludos.
Sabes unas cosas acojonantes. YO no me entero de todo eso, se ve que vivo en Babia ;)
ResponderEliminarBesos y feliz fin de semana.
Ah, Celia, claro que tienes unos conocimientos fabulosos.
EliminarBesos a ti.
ResponderEliminarMientras a alguien le interese saber la respuesta a alguno de los millones de por qué con los que nos levantamos cada mañana, será necesario filosofar y no sé si en la calle .. lo que sé es que sin dejamos de pensar cómo pensamos ... moremos aun siguiéndo vivos. Ánimo!
Buen finde!
Ciertamente, María, ¡tantas preguntas al levantarnos! Así que por qué no tomar la filosofía que tenemos tan a mano.
EliminarQue disfrutes.
Acabo de leerte allí y me has dejado tan impresionada que me he acercado a agradecértelo... lo siento, aunque si eres capaz de escribirlo es que ya lo tienes superado o en proceso y eso me alegra.
EliminarUn abrazo muy fuerte...
De nuevo mil gracias!
Gracias a ti, Maria.
EliminarSeguimos. Un abrazo.
Sino pensamos para que nos sirven las cosas y para que las queremos, que finalidad tiene tenerlas.
ResponderEliminarLo primero es el razonamiento.
Un saludo.
Un razonamiento muy acertado, Alfred.
EliminarSaludos.
Ignacio!! No he entendido nada de la primera parte de tu texto (jajaja), pero a Marina Garcés la conozco, tengo en espera En las prisiones de lo posible. Tendré en cuenta este título que lees y que parece también muy motivador.
ResponderEliminarUn abrazo!!
En fin, Laura. No soy "entendido" en estas ciencias de las que hablo. Creo que, por ello, tengo una especie de complejo que me impulsa a leer libros de física o artículos de tecnología, para no emplear todo mi tiempo en asuntos con menos "transcendencia".
EliminarEn lo que me alcanza, lo disfruto.
Un abrazo