miércoles, 28 de marzo de 2012

VI SALÓN DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL DE BURGOS

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El 20 de marzo se inauguró la Sexta edición del Salón Infantil y Juvenil de Burgos que como en años anteriores se viene celebrando en el Salón de Exposiciones de la FEC en el CC Alcampo de nuestra ciudad.
El Salón concluirá el día 13 de abril, el motivo central este año son los diferentes ecosistemas y su mantenimiento y supervivencia en el tiempo, bajo el título "MUNDOS FRÁGILES": Ecosistemas e Indigenismos.
Información de primera mano la tenéis . aquí.
La autora del cartel de este año es Violeta Monreal.
Horario: De lunes a sábado de 18:00 a 21:00 horas.
Domingos y festivos cerrado.
Nos consta que mañana y tarde los visitantes a este salón son atendidos amablemente por bibliotecarios de Burgos procedentes de la Biblioteca Municipal de Burgos y de la Biblioteca Pública del Estado de la ciudad.
Existe un extenso programa de actividades dirigidas sobre todo al público infantil y juvenil, con la visita a la exposición en sí, la hora del cuento, certamen de relatos breves, encuentros con escritores, y los talleres del Museo del Libros Fadrique de Basilea.
como extensión en el Teatro Principal se abre otra exposición que se centra en los pueblos indígenas, apoyándose en "Las Leyes de Burgos" de 1512 cuyo V centenario va a ser también conmemorado en nuestra ciudad este año.
Sala de exposiciones del Teatro Principal. "Yndios. Las leyes de Burgos y la protección de los pueblos indígenas". Esta exposición, organizada por Amycos, nos acercará a los pueblos indígenas a través de una colección de fotografías realizadas por Luis Mena y Santiago Escribano.
Horario: De Martes a Sábado de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 21.00 horas.
Domingos de 11.00 a 14.00 horas y por la tarde cerrado.
Lunes cerrado todo el día.
Así que todavía estáis a tiempo de daros una vuelta o bien por el CC Alcampo o por el Teatro Principal de Burgos para disfrutar de todo lo que ofrece el Salón. ¡Que lo disfrutéis!



viernes, 23 de marzo de 2012

Pasaba por allí y ¡¡oh IREDES!! bibliotecarios enredados enredando

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Tal cual, yo que había estado esperando este acontecimiento con ganas y ánimo y me lo he tenido que encontrar así, sin quererlo, paseando, me tropecé con un montón de tuits y retuits y pasaba que estos picotazos de información procedían de gente que conocía de la red burgalesa, muchos eran de #Twittbu aunque para mi sorpresa han tuiteado muy poquito, debía ser porque el wifi en la sala no iba todo lo bien que se esperaba, otros porque se llevaron la tableta y eso de tuitear rápido con ella es complicado, otros porque simplemente han pasado de todo...
No ha sido mi caso, ahí al pie del cañón deL streaming hemos seguido todo el acontecimiento y encima nos hemos tropezado con la fachada.
No voy a repetir todo el programa porque sería redundante y pesado para cualquiera, sólo voy a destacar lo que me ha llamado la atención.
En el acto inaugural se ha hablado de las redes (como no) su capacidad de generar conocimiento e información, siendo utilizadas por sus miembros cada uno según sus necesidades y que predominantemente tiende a publicitar una marca para vender más de lo que sea, Burgos, su morcilla... eso me hizo pensar equivocadamente que en el transcurso de la jornada todo iba a tender hacia la empresa, la publicidad y como monetizar la red, pero no, no ha sido tan claro porque la continuación ha tendido más hacia el campo periodístico en la mesa redonda se trató el tema del cambio que las redes sociales han traído a la carrera periodística... en fin... hasta el punto de que los usuarios de las redes somos periodistas no titulados que ejercemos como tales, los periodistas que no están en la red son pájaros cojos y al final el mundo universal de la red es el periodismo... ah... claro unos que trabajan en la administración como bibliotecarios, flipan un rato porque al fin y al cabo ¿no pertenecemos todos al mundo de la documentación/información? se hablaba de profesionales en twitter hasta que el gran Risto Mejide (porque es muy alto y majo él) ha soltado aquello de "el que piense que twitter es una red profesional, tiene un problema" y a mí me ha emocionado, después de estar leyendo a tanto ingeniero social reivindicando su profesionalidad monopolística si se quiere que todo en la red vaya bien, que una saca sus propias conclusiones.
En las empresas como en cualquier otra organización "pongamos lo que conozco" UNA BIBLIOTECA O UNA RED DE BIBLIOTECAS" se debe fomentar la participación de todos los miembros en las redes para beneficio, participación y comunicación de la propia biblioteca.
Esa participación ha de ser Asertiva, Amable y Crítica con uno mismo, nunca dar de comer a los Trolls pero también nunca borrar un comentario no agradable si no aceptarlo con agrado que nos va a ayudar y sobre todo seguir a los que te siguen o seguir a quien creas que debes seguir pero seguir...
Después de comer una Profesora Mejicana de Universidad muy maja ella ha hablado de la Universidad 3.0, hablar de la Web 2.0 ya está desfasado y fuera de onda, cuál es el problema? que se está dejando escapar la iniciativa, la genialidad porque pensar que quien está mas arriba en el escalafón no es precisamente la gente más preparada para estas lides, eso me ha recordado tanto lo que pasa en las bibliotecas que casi lloro, ha dejado muy claro que hay que huir de dar el peñazo a la gente con presentaciones interminables porque aburren al más pintado, redes = a brevedad, así que no me voy a extender más, ya corto, de momento más de lo mismo del año pasado, sólo Risto que pone la nota de color.
Hecho en falta presencia de Documentalistas y Bibliotecarios.
Que se hable de otras redes sociales no sólo de Twitter y Facebook ¿qué pasa con pinterest? por ej.
A saber que nos ofrecerán mañana... SALUDOS BIBLIOTECARIOS!!!

martes, 20 de marzo de 2012

Violetas (¿dónde dormiremos?)

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El viernes me llevó la Bibliotecaria a verlas. «Mira, las violetas». Fui yo quien le enseñó el sitio hace unos años. Desde entonces, nos hemos acercado cada final de invierno a contemplarlas. Y resulta que ahora –¡qué delirios los míos en estos días!– se me había pasado. Están en el mismo lugar de siempre, en el arriate cubierto de hiedra rastrera que se encuentra en mitad del Parque de la Isla, ya cercano al río. Apenas hace un año que arreglaron todo el recinto. Trajeron tierra. Plantaron. Y… la mayoría de la vegetación de suelo se ha secado. Pasear por sus calles, deprime un poco. Apenas resisten unas plantas de temprano brezo y un par de matas de bolas de invierno. Pero ahí están las violetas, entre hojas bicolores, acompañadas de los diminutos verdes brotes de su compañera la hiedra. Seguramente no hay mucha gente que sepa de su existencia y ello les hace florecer.

«Hay algo que no va a volver», le digo a la Bibliotecaria. Después de 244 años de salir a la luz, impresa, deja de publicarse en papel la Enciclopedia Británica. El mundo digital –tan deletéreo, displicente y, aún, provocador– se lleva las certezas. Hasta las más firmes. La tibieza del espacio nube, que es al que acudimos cuando queremos consultar algo, ha engullido el cardo dorado, sin mostrar signos de haberse atragantado. (Lejos aquellos tiempos en que los feroces vikingos retrocedieron a la vista de Edimburgo ante un suelo que los llenaba de raspaduras). Ya no sabremos a dónde echar mano cuando se nos tronche una pata de la cama.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Volver a los diecisiete

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Discuto con la Bibliotecaria sobre el sentido de un libro −El destierro, de Julio Camba (1885-1962)− o, lo que es lo mismo en este caso, sobre el sentido del título de esta novela corta, que se publicó allá por el año 1907 en una colección paradigmática: El Cuento Semanal (creada por Eduardo Zamacois, nacido en Cuba en 1873 y muerto en Buenos Aires en 1973). Precisamente es en la ciudad bonaerense donde se desarrolla la acción de El destierro. Es un relato autobiográfico, desenfadado e ingenioso, de cuando Camba transitaba por los dieciséis y diecisiete años, viviendo en la laxitud de los días aventureros, en el deleite del presente.

Había llegado a Argentina −procedente de Galicia− a los trece años, de polizón. No pretendía enraizarse. Inquieto, su facilidad con la palabra le granjeó cierto prestigio en los ambientes sociales. Vivía según el dinero del que disponía, que, a veces, era ninguno, por lo que recalaba con cierta frecuencia en casa de Orsini, un hijo de emigrado italiano con cierta fortuna, al que su padre había dejado un amplio piso en el centro de Buenos Aires. Orsini, pensando que todo el mundo tiene el mismo derecho al banquete de la vida, abría generosamente las puertas del mismo a quienes profesaban ideas de emancipación, se hallaban perseguidos y no contaban con medios de subsistencia.

El adolescente Camba se integró gustoso en aquel carrusel. Alargó las noches. Participó en huelgas. Visitó comisarías. Redactó panfletos… Y, en 1902, se le aplicó la Ley de Residencia, por la que fue repatriado a España. Él termina su relato con estas palabras: «La ley de expulsión torció el destino de muchas vidas, con lo cual unas fueron ganando y otras perdiendo. ¡Qué importa! El hada Aventura puede no ser buena, pero siempre es bella y nosotros la amábamos. No habíamos vivido nunca en la realidad, y no era cosa de inquietarse por lo que de ella hubiésemos podido perder. Para soñar es igual cualquier rincón de la tierra, y para mirar al porvenir nada mejor que deshacer el pasado».

Y por ello, la discusión que mantengo con la Bibliotecaria: el Destierro de Camba, ¿había sucedido en esos años de vivir fuera o comenzó en ese momento?

viernes, 9 de marzo de 2012

Pasado, futuro y loto

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Quienes habitan en Libia, viven ahora momentos de incertidumbre. Época de procelas más que de bonanzas –diría el escritor de Monóvar−. ¿Acaso ya no saborean los frutos de loto? ¿O es que los toman en demasía? En tiempos de Ulises, cuando su barco llegó a las costas de Tripolitania, sus hospitalarios habitantes ofrecieron a los marineros que llegaron a tierra la planta que les servía de alimento: el loto. Comida ella, olvidaron sus días pasados y –así− desistieron de continuar el viaje. Se necesitó el coraje, la astucia y la fidelidad de Ulises para salir de allí, dirigiéndose a la isla de las Cabras y, posteriormente, a la de los Cíclopes.

Somerset Maughan escribe, en 1945, Los lotófagos. Inspirado en la isla de Capri. Precisamente en el cementerio de esta ciudad, un reloj de arena se ilustra con una leyenda (que pasa, también, por ser cita de Mazzini) que nos recuerda que «no existe la muerte, sino solo el olvido» −there is no death in this world, only forgetfulness−. (¿Será, tal vez, que andamos, ciegos como Homero y como Belisario, según gustaba escribir a Victor Hugo?).

Hay quienes dicen que la literatura sirve para conjurar el ensalmo del loto. Yo no lo sé. Mauricio Wiesenthal –cómo disfruto alguna de sus enciclopédicas obras−, que se declara «hijo del sueño» de Mayo del 68, inicia su Libro de requiens (2004) con la frase a la que aludimos en el párrafo anterior. Y lo termina diciendo «No hagamos preguntas. Pero escribí estás páginas para quitarme el sombrero delante de los condenados y para dejar coronas de flores a los pies de los muertos. Ellos no me necesitan, pero yo a ellos sí. Requien aeternan dona eis».

lunes, 5 de marzo de 2012

Centenario de una inmolación (Documentos)

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Buenos Aires, hace un siglo, era una ciudad de aluvión. Contaba con más de un millón de habitantes, llegados de Rusia, España, Italia… bien directamente o habiendo pasado por Uruguay, Estados Unidos, México o Brasil. Parte de esta inmigración llevaba consigo lo que hemos dado en llamar conciencia social. Sabían dónde residía su dignidad. Habitaban viviendas en alquiler y realquiler, con escasas condiciones higiénicas. Tenían, por lo general, trabajos precarios. Se asociaban para leer, dialogar, educarse en sexualidad, editar periódicos y folletos. Organizaban protestas y huelgas, pidiendo salarios suficientes, seguridad, ocho horas (o seis) de trabajo. Se solidarizaban unos sectores con otros. Y ahí sí que no. Las fuerzas vivas contaban con la policía y el ejército para proteger a los esquiroles, apresar a quienes descollaban y masacrar las manifestaciones en la vía pública.

Manuel Moscoso llega a Buenos Aires en 1911, con el fin de visitar a una pareja amiga conocida de Sao Paulo y Río de Janeiro. Él había nacido en Villa Cuevas de San Marcos (Málaga) y emigrado a Brasil, con su familia, hacia 1890. Allí se formó como linotipista y, siendo una profesión culta, dio en adquirir conciencia social (como anarquista; en casa fueron participando de su pensamiento y al nacer Aurora, su hermana pequeña, su madre ya no la bautizó). Gustaba de escribir en periódicos (A Terra Livre, O Amigo do Pobo, etc.) y leer. Decimos que viajó a Buenos Aires, donde decidió quedarse por un tiempo. Encontró trabajo en su profesión, se unió al grupo del periódico La Protesta y se instaló en casa de un joven matrimonio judío ruso, que tenía una niña. No tardaron en apasionarse Manuel y la mujer. Planearon escapar, pero ella le contó la situación al marido y, ante su reacción y el panorama que vislumbraba, ella se quitó la vida. A los pocos días, el 12 de marzo de 1912, Manuel hizo lo propio. Después de escribir la última carta a su cuñado Neno:

«Meu Caro Neno: Um fato terrível e doloroso impede que eu possa conservar por mais tempo a minha existência.
Não sei como julgarás o meu ato, passado o primeiro momento de dor e de surpresa. Não procedo como um desesperado ou incapaz de encarar a realidade das coisas, não. Estou calmo e sereno e a minha resolução é meditada e filha da convicção profunda de que não pode ser de outra maneira. Amei intensamente e fui correspondido do mesmo modo pela mulher que devia unir-se comigo brevemente e que de fato já era a minha companheira. Morreu em circunstâncias tão dolorosas e trágicas que eu não poderia esquecer [olvidar] nunca e que tornariam eternamente infeliz a minha vida. Disso estou certo. Há 9 dias que ela se matou. Tive, pois, tempo de refletir. Nela estavam todas as aspirações da minha vida. Era-me demasiado cara para poder viver sem ela!
A minha pobre mãe e minhas irmãs só terão d’ora avante o teu apoio. É uma carga demasiado pesada e agora já é definitiva...
Desculpa-me, meu bom irmão!
Adeus! Abraça por mim a Matilde e beija os teus filhinhos!»

[Viene la noticia de nuestra afición a leer libros que no están en los escaparates. Es el caso de Os companheiros (1988), de Edgar Rodrigues. El mural de los amantes es de Jorge Gay].