miércoles, 29 de diciembre de 2010

As, rey, dama

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El mes pasado leíamos Orlando, de Virginia Woolf, en La Recolectora. Es un libro que, al comentarlo, nos sentimos reflejados con meridiana claridad. No puedes escapar a la invisible tela de araña que va tejiendo en torno a nuestros pensamientos, sentimientos y valores. Nos sentamos a la mesa de juego y la autora, dueña de la banca, reparte las cartas, que vamos descubriendo con un pálpito, deseando la escalera de color –as, rey, dama…

Ahora, paseando por la vega que se extiende al noroeste del Moncayo, se me aparecen los paisajes londinenses de la Gran Helada, en la que los gestos se paralizaron por unos días. Al tiempo que baja corriendo un muchacho con pasamontañas, con la cartera escolar debajo del brazo y sabañones en los dedos de las manos. El tiempo a nuestro antojo en las páginas de un libro o en la memoria. Y aquí, en el barbecho coloreado del mediodía, junto al incipiente verde del trigo temprano, releo los versos de Leopold Staff (incluidos en Ébano, de Kapuscinski):

Con el sol de la mañana centellea el prado
y las hojas susurran melodías soberbias,
el silencio acaricia la esbeltez de cada árbol,
suaves soplos de aire mecen briznas de hierba.

Y todo es tan dulce, silencioso, desvaído,
y hoy es tan extraño el mundo circundante,
como si pasases por aquí hace un instante,
rozando la hierba con el borde de tu vestido.

Que los días sean propicios.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Deseos de Oriente a Occidente

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Atravesamos días de deseos: personales, públicos, silenciosos, estruendosos, superficiales, vitales… La mayoría de ellos, más que deseos profundos, son expresión del ambiente; chorreras que nos caen de la copa y vivifican nuestro vestido por unos instantes. Ilusiones, si acaso, nublándonos la mente y liberándonos la lengua. A poco que los destapemos, descubrimos la inconsistencia de desear bienestar a quienes habitan este mundo, si, cuando en la primera oportunidad que se nos presenta, especulamos encareciendo la vivienda y haciéndola inasequible para una buena parte. Y no hablemos de esas felicitaciones con deseos de paz, cuando se invierte el dinero en armamento.

Pero dejémoslo. Hoy estamos aquí para hablar, no del deseo cínico ni del inconsistente, sino del deseo que vive dentro de nuestro ser y, en buena medida, nos hace vibrar. Sugawara na Michizane (845-903, Japón), hombre ligado a la palabra (pues era funcionario, para lo cual debía dominar el arte de la poesía, y escritor) y a los documentos (pues sus expedientes personales fueron reiteradamente destruidos, restituyéndose su memoria casi cien años después de su muerte), sufrió los vaivenes de las administraciones públicas a las que servía. Dos años antes de su muerte, fue exiliado por última vez. Todos los amaneceres salía al jardín de Chikuzen, recordaba el blanco cerezo de su casa y deseaba ardientemente estar junto a él. Una mañana, el árbol florecido salió de la tierra, se elevó y voló hasta donde estaba Michizane.
Y aquí dejamos una canción, navegando al otro extremo del planeta:



Felices días.

[El cuadro de mujer con laúd es de Ana Gladys Falcón]

lunes, 20 de diciembre de 2010

Palabras de rocío

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Hace un tiempo murió un ser querido. Nada ni nadie puede suplir esa ausencia. Ninguna palabra es capaz de expresar el sinsentido de la desaparición de alguien en plenitud. Tal vez tienen buena parte de razón el taoísmo y el budismo zen cuando señalan que la esencia de esta vida nuestra es el devenir; que lo que nos acontece está regido por un principio de transformación, el cual no tenemos la lucidez suficiente para aprehender. De ahí que cuantas menos palabras utilicemos, más nos acercaremos a la realidad antes de que cambie. Desde Horacio, pasando por Gracián o Antonio de Guevara ha habido quienes coinciden en este aserto de este último: «Porque toda la excelencia del escrebir está en que debajo de pocas palabras se digan muchas y grandes sentencias».

E. Allan Poe, por su parte, afirmó que un poema breve puede producir una «excitación que sea capaz de elevar el alma» con mayor fortuna que uno extenso, pues «toda excitación, por mera necesidad física, es transitoria».
El rocío es uno de los símbolos de la transitoriedad, de esta nuestra esencia, del devenir. Kobayashi Issa, tan citado en la moda actual del haiku, sufrió la muerte de su madre a los tres años; después, la indiferencia de su madrastra, teniendo que abandonar el hogar a los catorce para realizar sus estudios entre constantes privaciones. Al comenzar su éxito literario, falleció su padre (y tuvo problemas para heredar). Se casó, tuvo cuatro hijos… y vio cómo morían las cinco personas que le acompañaban. Al desaparecer su último hijo escribió:

El mundo de rocío
es mundo de rocío.
Y sin embargo…

viernes, 17 de diciembre de 2010

Prostitución (y III)

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»Contrastaba la ardiente sensación que tenía la Bibliotecaria en su interior con la palidez de su rostro. Se creía depositaria de siglos de historia, la llamaban con miles de nombres, se encontraba en el lecho −aplastada− sin poder escapar. Marina hizo un símil (del que se arrepintió al instante) comentando que se iba pareciendo a una flor de cerezo. Lo cierto es que le preocupaba el estado de su amiga, que no remitía en sus quejas: “¿Acaso tenemos derecho, en nombre de la excelencia o de la erudición, a destrozar su reposo? ¿Somos gente sin entrañas?”

»Marina tomó a la Bibliotecaria del brazete y salieron del puente en dirección sur. Atravesaron la antigua plaza de tierra, cogiendo la senda que serpenteaba por la suave ladera que miraba hacia la ciudad. A mitad de cuesta se toparon con el hotel. Entraron en la cafetería. Estaba animada. El mostrador rebosaba de color, con apetecibles texturas, en las que se adivinaba su sabor. Se sentaron junto a un ventanal, que pudieron entreabrir, y Marina se acercó a la camarera a pedir un vaso de agua. La Bibliotecaria, al quitarse el abrigo y doblarlo en el respaldo de la silla, rozó un papel; era la carta que había olvidado echar en Correos.

Se levantó de repente y corrió hacia los servicios. Marina puso la mano, con amorosa firmeza, en la blanquecina frente de la Bibliotecaria cuando ésta se inclinó hacia adelante».


Añorando a mi amado (Según la melodía Soñando con el sur)

Ya me marcho de la Isla de la Garceta,
dejando la hoja esmeralda del loto,
sola, con la flor rosada.
Amorosa pareja de desamor.
Amentos del sauce revolotean
Para juntarse en la pena de mi cítara.
El viento roza la cortina de brocado.
Me sorprende la pronta llegada del otoño.

¿Dónde estaba él? A la clara luz de la luna.
Media noche. Le agarré de los brazos,
De los adornos de oro que llevaba.
¡Cuánto nos encantaban
Aquellos lotos lozanos!
Y ahora, mi corazón en las nieblas.

(Liu Rushi [1618-1664] fue vendida a los ocho años. Compuso veinte poemas cuando fue expulsada de la casa del poeta Chen Zilon, su amante, después de que éste emprendiera un viaje. Vuelta al burdel, de nuevo se emparejó con el también poeta Quian Quianyi y, al morir éste, se suicidó).

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Prostitución (II)

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»Marina y la Bibliotecaria caminaron por el puente romano y se acodaron en un entrante del pretil, sobre el tajamar central. Ésta no dejaba de moverse: “¿Acaso, al pagar unos euros por estos versos, nos diferenciamos en algo de los hombres que compraban los servicios de aquellas mujeres?”. Marina trató de calmarla:

―Ya ves que habla en la introducción de que en China se compuso poesía algunos siglos antes que en Grecia. (¡Hasta constituyó, a lo largo del tiempo, la prueba central para hacerse funcionario!). El número de poetisas supera allí las diez mil y, entre ellas, las prostitutas conocidas pasan de doscientas. ¡No es para ponerse así ahora! Además, algunas se casaban con gente poderosa o con poetas de su tiempo.

Pero era inútil el consuelo. La cabeza de la Bibliotecaria ardía y las palabras le caían incendiadas hacia el pecho, el vientre, los muslos… –quebrado el pecíolo de la razón– al igual que desciende una irregular procesión de bacantes con su evohé camino del fondo de la gruta.
Primera respuesta a Lin

Flores del peral, en soledad, igual que la luna.
La Vía Láctea baja a lanzar su luz
a la ventana de seda bordada.
Noche larga, larguísima.
La paso, como siempre,
encendiendo inciensos perfumandos,
aunque nunca pido nada al azul del cielo.
(Zhang Hongqiao, siglo XVI, concubina del poeta Lin)
[Concluirá]

lunes, 13 de diciembre de 2010

Prostitución (I)

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«La Bibliotecaria también se acercó al escaparate de la librería. En la zona de la izquierda habían quedado unos libros en aparente desorden, con aspecto de recién dejados, de los que le llamó la atención uno.
―Mira: An to lo gía de poet as pro s ti tu tas chi nas (Si glo cin co – Siglo diez no veinti uno) –leyó despaciosamente–, creo que pone.
―Cómpralo –le dijo Marina, después de que, de puntillas, alcanzara a leer el título con claridad―. Es una recopilación de Guojian Chen.

Dudó un instante, pues estaba acostumbrada a tomar los libros prestados, pero lo adquirió. Salieron a la calle. Era una tibia mañana de diciembre, con sol algo opaco en el cielo deshilachado. La gente visitaba las tiendas, cargaba con bolsas e iba llenando las aceras. La Bibliotecaria abrió el libro y lo fue hojeando de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante. Era bilingüe y, en las páginas impares, destacaban los negros ideogramas. “Lee en alto”. Sorteando a los viandantes, se detenía de manera aleatoria en los poemas y recitaba a Gu Hengbo, Wang Wei, Zhao Luanluan…: «Mi amado dice que la flor rosada es mi rostro […] Mi corazón, igual que la luna, helado […] Ataviada así, mi marido / me mira con una sonrisa». E iba diluyéndose el vocerío del alrededor.

La Bibliotecaria notó que poco a poco el libro comenzaba a quemarle entre las manos. Se sentía incómoda y se sorprendía de lo pensaba: “¿Acaso es menos cruel nuestro refinamiento, al editar y exponer esta obra, que el de las matronas de los burdeles que obligaban a leer y escribir poesía a estas mujeres (esclavas) para cobrar más dinero por sus servicios?”. Bajaron hacia el río.

Improvisado en la barca
Para mis padres, pesa más
el dinero que su hija.
Y así, con el laúd entre los brazos,
recorro sola mil y mil leguas.
Al claro de la luna,
tras mi interpretación,
no cesan de aplaudirme.
No saben que no han escuchado música,
sino los sollozos de mi alma rota.
(Lu Huinu, siglo XIV, en Hangzhou)
[Continuará... esta semana]

viernes, 10 de diciembre de 2010

La sencilla pluma de Orígenes

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Es de sobra conocido el grupo Orígenes, fundado en Cuba (1944-1956), en especial por la relevancia de uno de sus integrantes: José Lezama Lima. Pero otras voces hubo allí dignas de tenerse en cuenta; algunas han logrado cierto renombre: caso de Eliseo Diego o Cintio Vitier. A otras les resulta más difícil sortear el paso del tiempo. Así le ocurre a Fina García Marruz (1923), que se halla en las antípodas de Lezama. Poeta y ensayista, se integró en el grupo de estudios sobre José Martí desde la década de los sesenta.

Autora de versos con los que puede dialogarse en cualquier época (según nos parece). Escritora de las menudencias de los días, deja testimonio de la caducidad, incluida la de cada cual. Por ello se detiene en una cuchara, una camisa o un amarillento periódico. Son apariciones extraordinarias en la sencilla existencia. Y, así, lo efímero puede pasar a la eternidad.

Ay, y que lo único
que quedará de mí sea lo escrito
por mí, lo dicho por mí.

Yo que hallé en lo escondido una extraña familia.

Es el instante raro (según lo llamara José Martí) lo que emociona de algo. Lo esencial es lo que asombra. Lo abstracto le pasa desapercibido si es que no se alía con el detalle. Aunque sea algo tan serio como la muerte:
Lo más raro, después de todo,
no es morirse. Es
no haber podido terminar
el dobladillo de la saya
que dejamos sobre la mesa,
oh, qué confiados.

[Fina García Marruz, El instante raro (Antología poética), Pre-Textos, Valencia, 2020, 464 págs.]

lunes, 6 de diciembre de 2010

Heroínas en papel. Guldaban

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En la India y Pakistán se están imprimiendo libros cuyas protagonistas son mujeres del imperio mogol (de los siglos XV a inicios del XIX) o algo anteriores. Provenían de la aristocracia. Por entonces, estas damas quedaban confinadas en el harén, si bien cumplían un importante rol en el imperio más allá de sus paredes. Es el caso de las heroínas que nos ocupan −Sultana Razia, Chad Bibi, Jodhaa, Mumtaz Mahal, Anárkali, etc.−, elevadas a la inmortalidad por las leyendas locales, que desde su posición de esposas, madres, hijas o amantes de emperadores, podían intervenir en determinados momentos en los destinos del imperio.

La finalidad perseguida al reproducir ahora estas hazañas es mostrar la iniciativa femenina; imaginar la posibilidad de revertir la desventajosa situación de la mujer en estas sociedades; la sumisión (física y psicológica) al todopoderoso varón.
A veces, se daba el caso de mujeres que, dentro del harén, empleaban el tiempo adiestrándose en actividades reservadas a los hombres: la arquitectura −Nur Yaján−, el comercio −Zebunisa− y, lo que aquí más nos interesa: la literatura. En esta disciplina nos hallamos con Gulbadan Begum (ca.1523-1603), hija del Gran Mogol que inicia la saga, considerada la primera escritora del subcontinente indio. Elaboró, con lenguaje sencillo, la crónica histórica de su hermano Humayún, segundo Gran Mogol. A la narración de hechos, añadió sutiles observaciones de la vida en la corte y de la conducta masculina (así, el enamoramiento y posterior casamientos de su maduro hermano con una adolescente de trece años). Guldaban fue casada a los diecisiete años y pasó la vida en el harén, exceptuando los seis años (venturosos) que transcurrieron en su peregrinación a la Meca.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Crisis en política, sociedad. Y Literatura

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¿Existe algún presente que no tenga crisis? ¿Han conocido los tiempos alguna época en la que se haya vivido en plenitud? No gozamos de eternidad, pero, por lo que leemos, tenemos la tentación de afirmar que el paraíso nunca ha existido en la tierra. De ahí la aguda percepción del autor de Paredes de Nava (1440-1479) cuando opina que «cómo, a nuestro parescer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor». Y de ahí la tendencia, que abunda en literatura, a buscar espacios más amables que los que nos toca pisar. Rubén Darío (1867-1916) escribe al inicio de uno de sus libros: «Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó vivir». Y el bohemio Alejandro Sawa (1862-1909), en carta al escritor nicaragüense, le confiesa: «Un mal azar me hizo nacer aquí y en esta época». Por ello lanzaban su pluma al otro extremo del planeta y poblaban sus casas y sus libros de chinerías y japonerías.

Y, en llegando a Oriente, se encontraban con la gran obra de la japonesa Murasaki Shikibu (¿978-1014?), La novela de Genji’Genji Monogatari’−, en la que el devenir y la historia se dibujan como un sueño o ilusión. (Cuatro mil doscientas páginas, no obstante, cuya lectura recomendamos, que ya están traducidas al español; tal vez el estudio psicológico más antiguo de que disponemos en literatura).

No puede extrañarnos, pues, que la Política (de hoy) prefiera la imagen de las cosas a las cosas mismas. Y tienda a reproducir el universo pictórico de Watteau (1684-1721), de cuyo artificio decía Gautier (1811-1872) que «ninguna nota desentona en su encantadora falsedad».

Las crisis son como los crisantemos de hace un siglo, que le hicieran escribir a Victor Català (1869-1966): «Son las flores de los grandes sueños misteriosos, plácidos, sin esperanzas, sin deseos ni fiebres…». Y de miserias, añadimos.

[Puede verse parte de estas contribuciones en Josep M. Rodríguez, Hana o la flor del cerezo (Pre-Textos, 2007)].

martes, 30 de noviembre de 2010

EL LIBRINO

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Cuando todos nos anuncian el fin de los libros en papel y la llegada de innumerables aparatos electrónicos que permiten una mejor manipulación y más fácil lectura, de nuevo el papel irrumpe con fuerza en el mercado prometiendo una gran campaña navideña.

Se trata de “el librino” un nuevo formato de libro de bolsillo que permite la lectura horizontal, gracias a un cuerpo de página mayor al habitual y está elaborado en papel biblia, para ser más ligero. Todo esto hace que el libro se “más cómodo, más pequeño, más ligero y más ecológico”, o al menos esto nos dice la editorial.

Lo que si podemos asegurar es que cabe en el bolsillo de un vaquero, mide 8 por 12 cm y pesa 145 gr (tapa dura incluida).

En algunos países como Holanda, el éxito ha sido rotundo, en España hay grandes expectativas de venta, pero de momento son sólo seis títulos los que han salido a la venta hace tan sólo 6 días.

No se si el éxito está asegurado, pero si veo servido en bandeja de plata, un nuevo debate sobre la lucha entre el papel y las nuevas tecnologías.
Para mojarme un poco diré que yo me inclino por el papel y que la idea me parece estupenda, pero hay que hojearlo, ojearlo y dejarlo reposar para ver cómo resulta.

Para más información: http://www.librinos.com/

lunes, 29 de noviembre de 2010

Biblioteca Nacional, trabajo asalariado y Antonio Gamoneda

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Algunas bitácoras (hechosdehoy.com, otromadrig.org, coabdm, etc.) se hicieron eco en el pasado septiembre de una intervención inesperada que se produjo en la escalinata de la Biblioteca Nacional, el 11 de septiembre, durante los actos programados para la Noche en Blanco madrileña de este año. Una docena de integrantes del sindicato CNT, a quienes apoyó otra treintena que se había situado entre el público asistente, irrumpieron en el escenario a las diez de la noche para denunciar la situación de secuestro que está viviendo Marta, trabajadora de la empresa Indra, una de las empresas que subcontrata la Biblioteca Nacional para diferentes tareas. (Se calcula que son unas 400 personas las que trabajan en esa figura jurídica denominada cesión ilegal). Las subcontratas dejan en indefensión laboral a quienes trabajan en estas empresas; en teoría sólo tendrían que recibir órdenes de personal de la empresa, pero en la práctica suelen estar guiadas por funcionariado público del centro. Marta fue despedida sin previo aviso, por lo que denunció la situación y fue llevada a las instalaciones de lndra en Alcobendas, dejándola sin quehacer. A ella se han sumado Begoña y Sara, por parecidas denuncias.
Antonio Gamoneda −el poeta leonés− era uno de quienes tenían que intervenir en el acto, leyendo un poema de Miguel Hernández, y no dudó en expresar sus simpatías a los motivos de la interrupción −según podemos apreciar aquí−, declarando que, por encima de todo, la poesía del de Orihuela «escribe y canta desde el mundo del trabajo y desde la pobreza».

No hemos encontrado la forma de casar la igualdad que promueve la cultura con la jerarquización y privilegios de quienes la habitamos. Seguramente porque no lo pretendemos.

Salud.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Sueños en La rima del anciano marinero

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¡Soñamos tantas veces con un mundo mejor!

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) participó en la idea de una sociedad igualitaria: la Pantisocracia. Desde Inglaterra, su país de nacimiento, marchó a Pensilvania para ponerla en práctica, en unión de varias mujeres y de los poetas Robert Southey y Robert Lowell. Era una persona ocurrente y comunicadora, que podía convencerte fácilmente de lo que había ideado. Pero no le sonreía la realidad. Fracasaba con frecuencia. De hecho, se casó con una de las jóvenes con las que probaba la Pantisocracia, Sara Fricker, y…, al día siguiente de esta unión, se dieron cuenta de que no congeniaban. Al no ser partidario del divorcio, tardó en formalizarlo, a pesar de que llegaron a tomarse auténtica manía. (Su amor, Sarah Hutchinson, no le prestó demasiada atención.)

Tal vez huyendo de estos dos fracasos –el social y el del matrimonio–, colaboró estrechamente con Wordsworth (1770-1850), dando nacimiento en 1798 al influyente Baladas líricas, en la que Coleridge incluye «La rima del anciano marinero», poema en siete cantos, antecedente de otros textos de la literatura universal, tal Moby Dick de Melville. Más adelante, se daría al estudio de la filosofía y continuaría con el consumo de laúdano –opio líquido–; pero esa es otra historia y pertenece al tiempo en que Eliot diría de Coleridge que «ya era un hombre echado a perder. A veces, sin embargo, ser un hombre echado a perder es por sí mismo una vocación».

Se retorció mi cuerpo en ese instante,
con dolorosa angustia,
que me obligó a contar toda mi historia;
y después me dejó libre de pena.

Desde entonces, en horas imprevistas,
esa angustia me vuelve:
y hasta que no se cuente mi relato espectral,
me quema el corazón.

Paso, como la noche, de país en país;
tengo un poder extraño de lenguaje;


Su biznieta, Mary Elizabeth Coleridge (1861-1907), fue poeta -Anodos- y profesora en el Colegio para mujeres obreras de Londres.

[La traducción –enorme– es de José María Valverde y está en Poetas románticos ingleses (BackList, 2010). La ilustración, de G. Doré].

lunes, 22 de noviembre de 2010

Las duendes cambian nacimientos. La escritura permanece

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Los errores en Internet se dan en cascada. En demasiadas ocasiones no puedes fiarte de lo que lees. Por ejemplo, en el caso de la fecha de nacimiento de Ana María Matute, la cual nace el 26 de julio de 1925. Pues en sitios que pueden parecernos fiables (así en escritoras.com o en biografiasyvidas.com o en escritorasypensadoras.com [tan académica], por no hablar de esa conocida enciclopedia interactiva) aparece el año 1926 (seguramente porque alguien hizo coincidir [automáticamente] día con año). Este error se produce en muchas noticias sobre la susodicha autora; tantas, que ésta se aqueja de ello en la entrevista que, con motivo de la recopilación de cuentos La puerta de la luna (Destino), recientemente ha publicado un conocido periódico nacional, el cual −los duendes jugando−, en ese mismo artículo, al facilitar la ficha personal de la autora, repite el desaguisado: 26-07-1926.

Pero no nos quedemos ahí, en la anécdota. Dice Ana María Matute que ella nació escritora, que nadie le ha enseñado a serlo. Es lo mismo que nos relata Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 24 de agosto de 1899 / Ginebra, 14 de junio de 1986) en el prólogo a una recopilación de sus obras:
«Como De Quincey y tantos otros, he sabido, antes de haber escrito una sola línea, que mi destino sería literario. Mi primer libro data de 1923; mis Obras Completas, ahora, reúnen la labor de medio siglo. No sé que mérito tendrán, pero me place comprobar la variedad de temas que abarcan. La patria, los azares de los mayores, las literaturas que honran las lenguas de los hombres, las filosofías que he tratado de penetrar, los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, mi extraña vida cuya posible justificación está en estas páginas, los sueños olvidados y recuperados, el tiempo....La prosa convive con el verso; acaso para la imaginación ambas son iguales».

Seguramente es así. Aunque no se contradice con sentirse en deuda literaria con quienes les antecedieron; así lo hace Virginia Woolf (1882-1941) en el prólogo a su estimable Orlando.

[Las imágenes son de Cecilio Pla y Berthe Morisot].

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Diccionario de desenfados

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Hicimos mención, hace un tiempo, del diccionario de Les Luthiers −constructores y reparadores de instrumentos musicales−, elaborado con los términos que han ido construyendo durante más de cuarenta años de hilarantes actuaciones.

Anómalo: Hemorroides
Barbarismo: Colección exagerada de muñecas Barbie.
Berro: Bastor alemán.
Cacareo: Excremento del preso.
Cachivache: Pequeño hoyo en el pavimento que está a punto de convertirse en vache.
Chinchilla: Auchenchia de un sitio para crencharte.
Diademas: Veintinueve de febrero.
Dilemas: Háblale más.
Elección: Lo que expelimenta un oliental al vel una película polno.
Manifiesta: Juerga de cacahuetes.
Meollo: Me escucho.
Polinesia: Mujer policía que no se entera de nada.
Sorprendida: Monja en llamas.
Telón: Tela de 50 metros… o más.
Telepatía: Aparato de TV para la hermana de mi mamá.
Zampoña: Instrumento musical venenoso.


Siempre es conveniente renovar vocabulario.
Salud.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La lágrima en la cerveza

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«La bibliotecaria salió de casa. Llevaba en la cabeza el concierto para oboe y fortepiano (Opus 35, II, Romance) de Johann Peter Pixis. Decidió que no iría al trabajo; ya la suplirían. Valeria y Alejandro estaban en la granja escuela. Genaro, ocupado fuera todo el día. Tomó el autobús 15, el circular que recorría la playa, y se apeó junto al acantilado; enfiló el sendero de la izquierda y ascendió hasta la plataforma del faro. Sí, en los próximos días fabricarían papel en la casa del pueblo: la abuela llevaba una buena temporada recogiendo trapos; el abuelo había preparado las tinas y las mazas; a las criaturas les hacía ilusión la novedad de esta antiguo obrar; y el marido, aunque a regañadientes, se encargaría de moler el material. Ella prepararía la pasta y, con la forma que había armado, la colaría con movimientos precisos para conseguir pliegos regulares, que secarían en el antiguo gallinero.

A media mañana regresó a casa y terminó de esculpir en la plancha de madera, con la gubia mediana, los adornos que llevaría su tarjeta cuando la imprimieran. Cada cual en la familia tenía derecho a elegir un texto (que ella grababa). Darían a la luz seis modelos. El suyo era éste:

Recógeme en tu voz, pues me cerca el silencio, /
y tiéndeme un azahar de lectuarios, una /
alberca prolongada que crucen surtidores, un seto /
de arrayanes.
No hubiera sido propio /
dedicarles la vida. Pero este instante sí, /
como una última puerta abierta a la hermosura, /
mientras la tarde cierra, ya con su luz en vilo, /
el pétalo final de una rosa de piedra.
(María Victoria Atencia, El encargo (de Elena Stelmokaité), en el Libro De pérdidas y adioses)

Comió cerca de las cuatro, se adormiló en la mecedora y se acerco al mar, esta vez al muelle. Paseó durante un par de horas y, algo cansada, entró en La sirena. Le sirvieron la cerveza de trigo, se acercó a la gramola, introdujo la moneda y pulsó la canción. Sentada en el taburete, recostada en la pared, según sonaban las notas fue inclinándose hacia la mesa, colocando la mejilla izquierda sobre la mano con el brazo acodado. La voz le iba subiendo desde las piernas, anestesiando los músculos, hasta que una lágrima resbaló al alto vaso de cerveza. Era Innocent when you dream, de Tom Waits (claro), que, por extraño que pareciera, a ella le sonaba a villancico».



[La oportunidad de la canción viene de Isabel. Gracias].

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Te quiero con el corazón

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Estábamos en el banco que hay junto la puerta de la cantina situada a la entrada de la playa, enganchados al celaje del atardecer de noviembre. En ambas bandas de la proa de una de las barcas de remos varadas en la arena, detacaba un nombre pintado en azul: María. El viejo pescador con el que compartíamos el porrón se señaló el centro del pecho y dijo: «Nunca ha habitado aquí nadie, excepto ella».

Inútil decirle que aquellas palabras salían de su cerebro. Para él, María vivía en su corazón.

Si leemos (o escuchamos) con cierta atención las obras de Shakespeare, notaremos que a los sentimientos los hace anidar en este órgano central de nuestro cuerpo, y no metafóricamente sino físicamente. Era creencia popular y culta en aquel siglo; venía de tiempos pasados y no ha sido corregida hasta hace poco más de un siglo. Y ello, a pesar de que Hipócrates había dejado sentado que el centro conductor de nuestra persona no es el corazón sino el cerebro.
Pero era (y es) tentador pensar lo que pensaba el mismo Aristóteles: dar la primacía a un órgano que es caliente, que se mueve, que bombea sangre, que se ubica en el centro del cuerpo. De igual modo, se creía, en la Edad Media, que los músculos son unos conductos huecos por los que viajan una serie de humores (o casi espíritus) que condicionan nuestro estar.

Así que (por si acaso) diremos sólo: te quiero.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lo sagrado, lo profano y... la monja (Documento)

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Marina Pawlowska siente un pálpito en 1643: peregrinará durante el tiempo que duró la vida de Cristo, imitando a quien más admira. Estaba retirada como monja en el Císter y decide salir de los muros y lanzarse al mundo. Lo hará a lo pobre, con la caridad pública, según conviene a la salvación del alma.

Esto es lo que cuentan las leyendas aúreas. Y así parece indicarlo el documento que mostramos a continuación, firmado por Mariana de Austria, madre y regente de Carlos II, dirigido a Francisco Fernández de Madrigal, gobernador de Filipinas. Pero… casi nada es lo que parece. La referida monja viajó bajo la protección de reinas (entre ellas, Cristina de Suecia), conoció países, cortes, personalidades y parece que trabajaba de espía, eso sí, con mucha devoción.

«Madrid, 9 de junio de 1671.
Mariana Paulosca, de nación polaca, que dice ser monja profesa de San Bernardo, me ha representado que tiene hecho voto de peregrinar 33 años por el mundo, de que hasta ahora ha cumplido los 28 por diferentes provincias próximas y remotas, y por lo que desea pasar a esas Islas.
He tenido por bien el concederle la licencia que pide, para que pueda hacer su viaje a la Nueva España, suplicándome la mandase dar cédulas de recomendación para que, luego que llegue a ellas, le deis los despachos que fueren necesarios para que desde esas Islas pueda encaminarse a las partes donde la guiare su devoción, sin que en ello se le ponga impedimento alguno, pues su ánimo no es otro que el de hacer estos viajes en fe de la caridad y limosna de los fieles, como le ha sucedido en los que hasta ahora ha hecho, alentada de la salud y fuerzas que Dios le ha dado para ello, fiando de su divina misericordia se la continuará hasta terminar el tiempo de su romería.
Por vuestra parte, la alentaréis y consolaréis para que pueda continuar su peregrinación, que así es mi voluntad. Yo la Reina».

[Si se desea disfrutar un rato de documentos y de monjas, se puede leer a Jesús Moya, El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un Archivo de Monjas castellano, Villarcayo, 2010]

viernes, 5 de noviembre de 2010

CUMPLEBLOG

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Hace ya tres años que comenzó nuestro blog, Mafi, por aquel entonces Mafaldia fue la creadora y nos mandó invitación a todos los compañeros para participar.
Poco a poco unos cuantos nos fuimos animando, al principio con miedo, temor a lo desconocido y por qué no decirlo vergüenza al qué dirán, a ver si meto la pata…, que nadie sepa quién soy yo..
En un par de meses el hielo estaba roto, y de vergüenza ni rastro, qué bien lo hemos pasado, algunos post tenían hasta 60 comentarios, ¡como nos hemos reído!
Con el paso del tiempo el asunto se ha ido enfriando, las redes sociales nos han traído nuevas aportaciones y los blogs se han ido quedando en el olvido.
Ya somos pocos los que seguimos comentando, aunque seguro que muchos más los que nos siguen día a día.
Pero gracias a la frescura de Lavela y a sus valiosas aportaciones ahí seguimos con tres añitos de andadura y listos para empezar el cole. Ah no eso no, es que parece que va acompañado a lo de los tres años, no?

Felicidades

El blog no sólo nos ha aportado buenos ratos ante el ordenador, también nos ha permitido conocer a gente muy especial, con la que hemos podido compartir algún ratillo fuera de la pantalla. Hoy uno de nuestros más fieles seguidores nos ha traído un regalo y, de ahí, esta reflexión.

Gracias Miguel

jueves, 4 de noviembre de 2010

Papel y sorpresa en Samarcanda

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Samarcarda –ya lo sabemos– es el lugar en el que la Muerte esperaba a Salim. Se habían encontrado por la mañana en el mercado de Talas. La Muerte, desde la otra punta de la plaza, le hizo señas para verse más tarde. Salim sintió desfallecer. Se asustó tanto que fue a casa, ensilló el caballo y partió a Samarcanda, a encontrarse con Latifa. A media noche llamaron a la puerta de ella. Latifa salió al balcón y se encontró con que era la Muerte quien allí estaba: «Buenas noches. Busco a Salim. Le he visto durante un momento esta mañana en Talas, pero no he logrado dar con él después. Iba a decirle que este noche, a las doce, nos citábamos en Samarcarda».

Por entonces, no solamente viajaron Salim y la Muerte de Talas a Samarcanda. También lo hizo la fórmula de elaboración de papel que en China se había mantenido en secreto durante siglos. Se dice que fue el funcionario –para que luego digan– Tsai-Lung quien diseñó el invento, al pretender dar con un soporte de escritura más barato que la seda, que era donde se escribían en aquella tierra los documentos de la corte imperial de cierto valor. Tsai-Lung observó con curiosidad en modo en que las avispas construían las paredes de sus nidos: arrancado filamentos de las plantas, masticándolos y reblandeciéndolos con saliva hasta formar una pasta (a la que daban forma hexagonal) que, al secarse, quedaba muy resistente.

En el año 751, a las puertas de Talas, se enfrentaron los ejércitos árabes (en expansión hacia Oriente) con los Chinos (en expansión hacia Occidente), saliendo vencedores los primeros y aprendiendo, de unos prisioneros, el arte de la fabricación de papel. De allí pasó a Samarcanda, que se convirtió en un importante centro productor, llegando en 793 a Bagdad. En esta época se añadieron fibras de trapos a las fibras vegetales anteriores y se utilizaron molinos de agua. Ya podían nacer las mil y una noches.

[Alguna de estas cosas (y otras muchas) aparecen en el libro de Rebeca García Palomeque, Historia de… el papel, que publica la editorial La mar de fácil, la cual sigue las indicaciones de IFLA para quien tiene dificultades de comprensión lectora].

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hojas (vivas) de otoño

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No habíamos hecho mención expresa del otoño en la bitácora en esta temporada. Debido, fundamentalmente, a que en Burgos ha llegado hace escasos días y no hemos viajado en demasía. Es ahora cuando se muestra más visible en ciertas zonas y cuando, con las jornadas ventosas, el suelo se está tapizando de amarillo, siendo que el vuelo de los árboles continúa verde en otras.
Camino del trabajo, necesitamos salir de casa media hora antes que en verano. A nuestra derecha, el río; a nuestra izquierda, paseos y parque. Aquí, el otoñar triste de tilos y abedules; allí, el esplendoroso de chopos y arbustos. Las hojas, concentradas en un primer círculo en torno a un grueso ejemplar, van desparramándose en regueros por el césped, alejándonos cada vez más de nuestro destino laboral. Con la avaricia de la belleza, las cogeríamos todas, las palparíamos, las aventaríamos de nuevo. ¡No puede ser! ¡Aquellas copas anaranjadas que sobresalen por el fondo! ¡Si ayer apenas refulgían! Y hacia ellas dirigimos nuestros pasos, olvidando el reloj, desconociendo la obligación.

Moreras (nuestras preferidas) y arces llegarán a hechizarnos dentro de poco. Al caer la hoja, van quedando desnudos los brotes que se abrirán en la próxima primavera (un castaño, despistado, ha florecido en un par de ramas al abrigo).
Llegamos −sin saber muy bien cómo− al trabajo. Nos preguntan en el mostrador por algo sobre nanociencia. Sin vacilar, nos levantamos, vamos a la tercera estantería, tomamos uno de sus volúmenes y se lo prestamos mientras le decimos (bajo su acogedor asombro) que este libro enseña igual que las hojas de otoño.

[El cuadro es de Manena Moure]

jueves, 28 de octubre de 2010

Las manos de Juana María

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Es fácil que, poco a poco, la persona oprimida deje de amar la vida, desee otra más placentera; y es aquí donde vienen algunas religiones a ofrecérsela (a prometérsela más allá). El poeta Rimbaud (1854-1891, al que en el instituto llamaban cochino santurrón) confesaba: «Yo soy esclavo del bautismo»; y, con ello, significaba el peso que llevaba en su interior, las orejeras que constreñían su pensamiento. De ahí que, con los años, pretendiera vivificarse a través de los sentidos. Por ello, su poesía está tan llena de imágenes vívidas, despiertas, cuyo fin es procurarle un conocimiento de sí mismo (y, por ende, de la realidad). La finalidad es el amor, el amor de aquí.

Entre sus cartas figuran las escritas a Démery, conocida una de ellas como Carta del vidente, en la que manifiesta las dificultades de aprehender la realidad, que calificaba de rugosa, precisamente por el peso que en su vida tiene el cristianismo. Para él, una de las figuras en que se expresa esta religión es la Virgen María, prototipo de mujer idealizada, mediadora de las gracias, alejada de la realidad. A esta mujer divina, Rimbaud contrapone la figura de Juana María, comunera [Comuna de París, 1871], luchadora de una sociedad justa en la tierra, defensora con fusil en la barricada contra el ejército imperial [las 120 mujeres masacradas en Plaza Blanch], a cuyas manos dedica uno de sus poemas más emotivos:

Un tinte del populacho
las curte como un seno viejo
el dorso de sus manos es el lugar
que besa todo revolucionario altivo.
Maravillosas han palidecido
al gran sol de amor cargado
en bronce de ametralladoras
que cruzan el insurrecto París…

lunes, 25 de octubre de 2010

Manuscrito para un lunes de otoño

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La vida en los archivos pone en tu mano numerosos documentos, mucho más sensuales que las frías pantallas llenas de ceros y unos. Recordemos que las actas del Parlamento británico todavía se escriben en pergamino vitela. La caligrafía −‘escritura hermosa’− se desparrama ante nuestros ojos como un arroyo buscando la salida en un prado. La mano que trazó aquellas curvas, aquellas líneas, aquellos acentos…

Márcame el corazón (Bete iezaduzu)

Márcame el corazón con tu caligrafía.
Insiste hasta que se encienda algo.

Y si se enciende, cachéame,
mira a ver si tengo letras en la piel:
soy un valioso manuscrito
sellado con tatuajes de humo.

[Lo hallamos en Miren Agur Meabe, Anzalaren kodea / El código de la piel, Barcelona Bassarai, 2000, traducido por autora y Kepa Murua].

jueves, 21 de octubre de 2010

Despertar... en este día, en tu día

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«La bibliotecaria, apeada de su noche en manto de organdí, deja brotar la canción en su manantial sonoro. Comienza la mañana.
Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo /
es como descifrar signos, sin ser sabio competente. /
Volver a ser de repente, tan frágil como un segundo, /
volver a sentir profundo, como un niño frente a Dios. /
Eso es lo que siento yo en este instante fecundo. /

Se va enredando, enredando /
como en el muro la hiedra /
y va brotando, brotando, /
como el musguito en la piedra, /
como el musguito en la piedra sí, sí, sí... /

Mi paso retrocedido cuando el de ustedes avanza, /
el arco de las alianzas ha penetrado en mi nido, /
con todo su colorido, se ha paseado por mis venas, /
y hasta la dura cadena, con que nos ata el destino, /
es como un diamante fino, que alumbra mi alma serena.

[…]



http://www.youtube.com/watch?v=QYNx1D74mtQ&feature=related

[El cuadro es de Caroline]

lunes, 18 de octubre de 2010

Organdí, para heridas más allá del cuerpo y del alma

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«La bibliotecaria atravesó la pared. Lo hacía con relativa frecuencia, llegando a lugares (que ya le eran familiares) adentro de su pecho, de su vientre, de sus muslos, de su pensamiento…, pero esa vez se encontró en un espacio nuevo. Era una habitación poliédrica, cerrada, sin ventanas, de altas paredes. Y, al tiempo, luminosa, inocente. De modo invisible, allí estaba la desorientación (con el dolor que produce), el decaimiento (con una pizca de indiferencia), la impotencia (con el sello del destino), la ansiedad (pregonera de la soledad). Era un espacio sin muebles, vacío, pero la bibliotecaria sabía que estaba rodeada de estas presencias; más, si cabe, que estaba hecha de ellas.

Tras unos momentos de punzante desazón, comenzó a tomar conciencia en aquella confusión. ¡Era ella misma! El hueco, la luz eran su esencia. Había algo anterior al cuerpo y al alma, a los deseos y a los sentimientos, al cerebro y al corazón. No, no tenía origen divino. Era humano. ¡Nunca lo hubiera sospechado! Al tiempo que aceptaba su origen, los minutos le fueron trayendo optimismo. Sabía que estaba en su núcleo, en su ser, y no sentía (como en otras ocasiones) miedo ni compasión de sí misma. La ligera brisa que entraba por una de las ventanas que había quedado entreabierta en el lado sur de la biblioteca la estremeció ligeramente, y –perezosa– se acurrucó un poco más dentro del delicado organdí que la cubría en esa tibia noche de otoño».
[El cuadro es La Dormeuse, de Tamara de Lempicka. La tela de organdí está en el Museo Lázaro Galdeano (recomendable)].

jueves, 14 de octubre de 2010

Relatos de adentro (en Sierra Morena cordobesa)

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De vez en cuando, durante nuestros paseos urbanos de la tarde, nos gusta entrar en tabernas desconocidas (o sucedáneos), del mismo modo que los domingos en la mañana deambulamos por algún barrio y tomamos café en alguno de los bares que se encuentran abiertos a esas horas. Nos colocamos al final de la barra o nos sentamos en alguna mesa de rincón y, desde allí –discretamente–, simulando que leemos la prensa, contemplamos la variedad de tipos que aparecen por el local. Tratamos de adivinar sus vidas, los motivos que les llevan a tomar café, vino, cerveza, orujo… Reparamos en el modo en que se relacionan, la conversación que mantienen, las entradas y salidas, la rapidez o lentitud en que consumen, la familiaridad que tienen con el lugar. En definitiva, el respeto que se tienen para que cada cual pueda disfrutar su momento de descanso o para que pueda ahogar, sin reproches, la impotencia vital que siente, reflejada cada día algo más en su rostro, marchitada ya la ilusión que conocieron hace ya años.

También, por este nuestro gusto en escapar a las luces de escaparate librario, leemos con frecuencia relatos de gentes que no están en el candelero literario. Preferimos, además, los que tienen alguna relación con el campo y los pueblos. Los de la ciudad nos resultan más vacuos, sin arraigo, escritos a veces con formalismo de escuela de escritura, basados en argumentos algo forzados. Es por ello que estos días disfrutamos de Relatos de Sierra Morena cordobesa (Cerro Muriano, 2010). Cada narración se entronca en detalles de la tierra –extinción del lobo, persecución a familias judías, amores perdidos, guerra civil, despoblación, etc.– y la protagonizan personajes que nos transmiten vivencias que te encuentras en el ambiente de las aldeas. Gentes ni felices ni desdichadas. Sabemos, al leerlo, que tiene una antigua relación con nuestra persona.

Por si fuera poco, la obra está editada por la asociación para el desarrollo de esta comarca. Nos trasladan a Adamuz, Espiel, Hornachuelos, Montoro, Obejo, Villaharta, Villanueva del Rey y Villaviciosa de Córdoba. Otro más de los intentos de los pueblos pequeños y alejados de las urbes por evitar la desaparición.


Saludos, pues, a la gente cordobesa.

lunes, 11 de octubre de 2010

Medianoche en la posada

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En teoría, la Poética es la ciencia que se ocupa del lenguaje literario, entendiéndose también por tal la obra o tratado sobre los principios y reglas de la poesía. Se habla mucho de lo que puede ser la poesía, pero poética resulta una palabreja que casi nadie sabe muy bien a qué se refiere y que, por ello, podemos despacharnos sobre el tema a nuestras anchas. Se da el caso de toparnos con quienes escriben poemas y creen que la poesía es una llama, una luz que solo perciben ellas/os. Como si el resto de mortales tuviéramos que estar a expensar de las migajas que nos van soltando. ¡En fin, hay gente para todo!


Por nuestro lado, creemos que la poesía es una forma como otra cualquiera de expresión (con sus peculiaridades, por supuesto, como cada hija/o de vecina/o). Y que una de estas singularidades es su capacidad de conectar con la infancia de quien escribe y de quien lee e, incluso, con los orígenes de nuestros ancestros. Josep Carner (1884-1970), entrada la noche, llega a una posada; cuando se acerca a Recepción, el dependiente (algo contrariado por la inoportunidad nocturna del solicitante) le muestra un formulario para que se registre. El poeta escribe:

Difícil registro

Quién soy no sé, ni adónde voy. Sólo sé que quisiera
reclinar la cabeza en un regazo
de mujer y dormirme
al ritmo –aún– de una canción de cuna.

Podemos imaginar la cara que pondría el somnoliento recepcionista ante semejante registro.

jueves, 7 de octubre de 2010

El alfabeto digital en burra y burro

7 comentarios
Ahora que está recién inaugurada la Feria del Libro de Fránckfurt, en la que se mueven millones y millones de euros y en donde un conocido buscador de Internet ha anunciado su próxima salida como editorial con unos 400.000 libros digitalizados, listos para poder ser descargados en la variedad de aparatos electrónicos de los que vamos disponiendo, nos emociona recordar gestos como los de Luis, recorriendo las veredas embarradas de Colombia para llegar a poblados perdidos en los que las escuelas no cuentan con bibliotecas ni la gente dispone de dinero para comprar libros.

La burra Alfa y el burro Beto son sus autopistas de la información.



Y recordamos, con ello, la entrada que realizó Mafi en esta bitácora hace algo más de dos años (tempus fugit).

A su salud.

domingo, 3 de octubre de 2010

Abuelas/os, nombres, libros y memoria

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Hablábamos hace un tiempo de quienes habían tenido abuela(s) y abuelo(s) en la infancia para contarles historias, refranes o batallas. Y hemos hablado aquí, también, de la poetisa chilena Winétt de Rokha. Este no era su nombre, sino el de Luisa Victoria Anabalón Sanderson (igualmente, su marido no se llamaba Pablo de Rokha, sino Carlos Díaz Loyola); pero ambos creían que podíamos ponernos nombres que sonaran bien −la belleza− aunque no tuvieran ningún significado concreto y, de ahí, que eligieran el de Winétt; lo mismo que procedieron cuando a una de sus hijas le pusieron Lukó.
El abuelo materno de Winétt −políglota y gramático− era irlandés; traducía a Safo y Ovidio; tenía un puesto técnico aceptable en las minas del norte de Chile (explotadas por capital extranjero). Él fue quien le inculcó a su nieta el amor a la literatura. En reciprocidad, ella lo recuerda en Oniromancia:

Tres o cuatro fechas y en la memoria de algunas /
estampas, una visión equívoca, /
eso, de Domingo Anderson, el políglota, /
libros, y libros a la espalda, con ellos de casa en casa, /
libros y libros y libros, /
con ellos de pensión en pensión, encajonados, llovidos, /
rodando, acumulados como piedras de piedra, /
dolor y cansancio y libros, escrituras y escrituras en /
caligrafía de dolor y sueños.
[…]
Abro los brazos estrechando lo inútil inconmensurable: mitos, libros, ríos, libros, desengaños, libros, libros, libros, tú y yo entre los doscientos crepúsculos. [Historias que nos cuenta María Inés Zaldívar en Winétt de Rokha, Fotografía en oscuro. Selección poética, Madrid, Colección Torremozas, 2008].

lunes, 27 de septiembre de 2010

Librerías, espacios de amor

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Estábamos en lo del amor. En aclarar si es verdadero o no. Es fácil que no lo hagamos, pues se ha intentado desde que existe la escritura, sin llegar a un acuerdo general. Eso sí, tenemos los sentimientos. Y ahí, en muchos momentos, notamos la invasión de presencias que nos llenan; de ligeros estremecimientos que recorren nuestra columna y nos transportan a la gloria. No lo podemos disimular: el rostro es el espejo de ello.
Como aquí, en la bitácora, apreciamos los libros, pues nos sumergimos en este amor recorriendo las estanterías de una librería.

Recorro los espacios que frecuentas
sabiendo de antemano
que no te encontraré. Me ayuda
que sean tan fijos tus horarios.

Tu aroma es lo que yo persigo,
el aire que te vas dejando
y se mantiene intacto hasta que llego,
y marco sus contornos
con el detenimiento que necesita
un ritual tan íntimo.
Mucho más que las tardes de amor y caramelos
que a veces tú y yo nos regalamos.

Observo tu silueta en el espacio
que antes ocupabas −callada
quietud entre los libros−
y voy acariciando el sitio exacto
donde tus dedos eligieron
el que te llevarás.

He aprendido a hacerlo
de manera que aquellos que me miran
imaginan que yo busco también
un libro de poemas. Y no saben
de qué manera exacta
veo la trayectoria de tu índice
desde Silvya Plath a Pound,
de izquierda a derecha, como prefieres
hacer tan a menudo.

Más tarde perfilo muy lentamente
la curva de tu mano
cuando pasas las hojas de ese libro
que has guardado bajo el brazo,
y que, un poco más tarde,
cuando llegue con retraso al café,
comentaremos.
[Nos lo cuenta Elena Escribano Alemán en Residencias (Soria, Diputación, 2007)]

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Los cuerpos, libros de vidas

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Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
–con cuatrocientos cuerpos diferentes–
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
(Jaime Gil de Biedma)

Aquí sí que no hay libros electrónicos. Desde el despertar abrimos (o continúa nuestro empeño en dejar cerrado) el libro del cuerpo. Leído a la luz o a la oscuridad, así es de agradecido. Expuesto al aire o cubierto de tela, vive en la piel de modo constante. Proclive a la curiosidad, su índice de contenidos es inagotable. Es manantial, río, prado y volcán. Se nos figura que una de las asignaturas más difíciles de la educación familiar es la enseñanza sobre el cuerpo. Quien, desde la niñez, lo entienda bien, calmará con maestría las ansiedades y angustias venideras.

«Nadie sabe lo que puede el cuerpo», escribía Baruch Spinoza (1632-1677), nuestro vecino filósofo. Por ello, se le somete. Las tiranías y las autoridades, aun disfrazadas de cariño, lo reducen, lo encadenan, lo engalanan…
La escritura es asemejada en numerosas ocasiones con el cuerpo. Es más, se dice que escribir es construir cuerpo. La palabra somete, pero también abre un campo de batalla contra lo instituido. De ahí que no viene nada mal la lectura de antologías de poesía femenina –cuerpo con capacidad de reproducción de cuerpos– como El poder del cuerpo, a cargo de Meri Torras, que la editorial Castalia (2009) tiene en Biblioteca de Escritoras.

El cuerpo que ahora veis
viejo y decrépito tiene el valor
de un antiguo pergamino.
[…]
Con la pátina siempre
presente de este deseo intenso
de querer estar......... junto a vosotros.
(Montserrat Abelló)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Fomento de la lectura en estado puro

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Nunca daremos con la fórmula perfecta para el fomento de la lectura. Por ello, es conveniente ir tanteando métodos. Este que aquí presentamos, sin dudar, tiene sus valores.





"Volverán las oscuras..."

jueves, 16 de septiembre de 2010

Los suicidios de la cultura. Foxconn

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Lejos quedan en Occidente aquellas fábricas en las que mujeres, hombres, niñas y niños vendían la vida por un salario de miseria. Los arrabales de nuestras ciudades han dejado de ser barrios infectos. Sin embargo, el tinglado económico que hemos montado para proveernos sí que pende sobre nuestras cabezas. Está necesitado de productos que consumir. En buena medida, hemos tranquilizado nuestra conciencia poniendo etiquetas verdes y ecológicas a esta parafernalia de supermercado. Pero, simplemente, lo que hemos hecho es alejar el problema; cerrar los ojos y desconocer de dónde viene lo que necesitamos. De ahí que se den noticias como la siguiente:


“El pasado 8 de junio, coincidiendo con el lanzamiento mundial del teléfono iPhone de Apple de cuarta generación, tuvieron lugar en Hong Kong, China continental, Taiwán y en otros lugares del mundo diversos actos de solidaridad para celebrar la Jornada Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Foxconn. Y es que desde el pasado 27 de mayo, 10 trabajadores de entre 18 y 24 años se han suicidado en las instalaciones de producción de Foxconn Technology Group, y otros 2 se encuentran en estado grave tras intentarlo. Foxconn, con sede en Shenzhen y propiedad de Taiwan es proveedora de Apple, Nokia, HP, Dell, Sony, Sony Ericsson, Nintendo y Motorola, marcas en feroz competencia y con unos plazos de entrega cada vez más cortos, lo que redunda en unas condiciones laborales inhumanas”.

¿Qué nos pasa?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Aleluyas. El tiempo por los aires

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La aleluya es un pliego en el que están dibujadas unas escenas, distribuidas en columnas y filas, con texto debajo de ellas, por lo general de dos versos. Vienen a ser las herederas de los carteles o cartelones de ciego y serán precursoras de cine mudo. Podemos decir que tienen carácter costumbrista. Suelen tener cuarenta y ocho escaques (seis columnas de ocho filas), cuadros en los que se representa toda una vida o historia. Tuvieron gran expansión desde el siglo XVIII hasta mediados del XX.

El nombre puede venir de “alabad al Señor”, grito de alegría dado el Sábado Santo; de ahí nació el arrojar (esa misma noche) dentro de la iglesia trozos de papel o vitela con imágenes y la palabra escrita aleluya. Después se hacía en la procesión de Pascua (y otras). Se compraban en Sábado Santo, se recortaban y se tiraban en la procesión del domingo de pascua, siendo recogidas por la chiquillería que bullía en torno a esta improvisada lluvia. Los vendedores/as gritaban Aleluyas, Aleluyas finas, que pasa la procesión. Existían también tiendas especializadas, que anunciaban su producto con un Cartelón de nueve cuadros, a la entrada de las mismas.

Comenzando, por ejemplo, con “Si tenéis buena memoria / aprended aquesta historia”, pretenden un mensaje moral educativo (son tradición) y en ella aparecen personajes, adelantos técnicos, conductas (borrachera, juegos, etc.)… Lo que más abundan son las vidas. Dar cuenta de lo nuevo, conservando lo viejo. Además de moralismo, destilan marcado sentido burlesco, que se construye mediante elementos deformadores: defectos y caracteres de la figura.

Benavente dice que ahí inició su afición a la literatura. He aquí algunas:
“Las Marías son muy frías / y de puros celos rabian; / las Franciscas vocingleras, / perezosas las Tomasas, / las Isabeles altivas, / casamenteras las Juanas…”

“Ingratos, falsos, arteros, / inconstantes, bailarines, / son Danieles, Valentones, / Vitorianos y Valeros. / Los Juanes y Baldomeros, Andreses y Celestinos, / son amigos de los vinos, / aguardientes y licores”

[Más de ello en Julio Caro Baroja, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente, 1969]