lunes, 28 de enero de 2013

Lágrimas para la zarina

3 comentarios

[In memoriam]

Miro tus lágrimas

recorrer

esa umbría distancia

hasta donde nace el sol

hasta donde surgen airados gritos

regresar

entre nubes

-¿allí evaporaste su sonrisa?-

hasta la tierra

donde empapa lluvia

con letras de princesa

d a r j A n e l a

lunes, 21 de enero de 2013

Sueños de morfina

2 comentarios

«Hubo que recurrir a la morfina. Desde meses atrás, sus dolores se habían intensificado. Nada extraño para la mujer. Los últimos doce años fueron de sobresaltos, de crecidas de caudal que desbordaban las presas, donde ríos subterráneos comenzaron a afluir a su mente desprevenida. En ciertos momentos, el lago se calmaba y podía desplegar la vela de su barquichuela, recuperando hermosos objetos multicolores de los fondos. Pero, en general, predominaba el tembloroso dolor, la angustia nerviosa, el inconcreto miedo, porque su vida había estado dominada por la oscura amenaza del infierno.

»Así que fue un paso más –“el último terrenal”, hubiera dicho ella– en la vida. La morfina la aliviaba, pues decía que la quemaban viva al curarla –“el infierno terrenal”, pensaba, apartando con susto de mí este pensamiento–. Con el indoloro sopor del opiáceo, llegaron las alucinaciones. Los ojos lucían un saludo sonriente, indicador de que el caudal de lava no abrasaba las profundidades. Tendía la mano, curvando el cálido aire, creando alivio al contacto con otra piel.

―¡Veo ángeles!

―¿¡Ángeles!? ¿Cómo son?

―Pequeños… revoloteando sobre unas islas colgadas en el inmenso cielo… hay casas con prados en ellas… entran y salen por las ventanas y balcones abiertos… a veces se elevan como colibríes…

―¡Pues tienen que ser muy hábiles! –le decía, por seguirle la conversación. Y añadía–: ¿Hay más gente? Cuéntame.

―¡No, solo ángeles! Y uno… si vieras… uno es muy bonito… el que más… con sus rizos, mejillas sonrosadas, delicada piel, pies de armiño… su estrella… un zaborrillo.

―Y tú, ¿cómo sabes que es el más bonito? ¡A lo mejor es que no te has fijado bien en los demás!

―Lo sé porque se parece a ti.

―¡Oh, yo no he sido nunca así!

―¿¡Acaso hay alguien que te conozca mejor que yo!?».

[El cuadro La morfina es de Rusiñol].

lunes, 14 de enero de 2013

Por primera vez. Mala reputación

2 comentarios

«Los cómics son un excelente roró», le digo a la Bibliotecaria. Ella no es que sea completamente de mi opinión, pero se aviene complacida a compartir la afición si se los leo y dramatizo, incluyendo en la puesta en escena verbal todo un arsenal de recursos sonoros. En la elección que hago de ellos en la biblioteca de barrio, procuro que no contengan demasiada violencia, pues no se me da muy bien escenificar la roja sangre.

Este fin de semana le he llevado una pequeña sorpresa (que, además, todavía no tienen en la Biblioteca) que me han regalado para Reyes. Algo referido al primer músico que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en Francia (y digamos, de paso, que también era el primer anarquista a quien se lo concedían): Georges Brassens (1921-1981), compositor que no entendía muy bien qué era esa basura de los derechos de autoría. Precisamente el cómic lleva por título Georges Brassens, la libertad, que sirvió de catálogo en la exposición que se le hizo en París al cantautor francés en 2011, elaborado por Joann Sfar, sobradamente conocido por sus películas de Gainsburg y El gato del rabino, y sus cómics, que reflejan su semitismo.

La edición española, llevada adelante por Fulgencio Pimentel (2012), incluye comentarios de cuatro periodistas, en los que nos informan de múltiples facetas del poeta, entre ellas que la música de Brassens ha influido extensamente en cantautores españoles, adentrándose en melodías como Mediterráneo y Penélope, de Serrat; Pongamos que hablo de Madrid, de Sabina; Feo, fuerte y formal, de Loquillo; etc. Amén de las versiones que le hacen Javier Krahe (La tormenta, Marieta), Paco Ibáñez (La mala reputación), Loquillo, Luis Rueda, Arbolito, etc.

Todo sea por una efectiva lullaby.

miércoles, 9 de enero de 2013

Paraíso de olas

4 comentarios

Cierro los ojos y veo el mar. No otra imagen se me representa del paraíso en los días pesarosos. La luna en su desdibujado recorrido de día. Las olas llegando despiertas hasta las rocas donde me siento. Unos niños correteando, ahí a la derecha, en la naciente arena que se expande hasta la colina. La ropa tendida en la ladera, moviéndose al vaivén de los cuidados que le lleva el viento después de arrebatármelos. En estas épocas leo a Ralph Waldo Emerson (1803-1882), el filósofo y poeta naturalista que dijera que «la verdad es más hermosa que el fingimiento del amor». Sus Hombres simbólicos (el Poeta, el Escéptico, el Escritor, el Hombre de mundo…), su Diario íntimo, sus Poemas.

El Pasado

La deuda está saldada,

El veredicto dicho,

Las furias aplacadas,

La peste está detenida.

Los destinos hechos;

Gira la llave y traba la puerta,

Dulce es la muerte para siempre.

Ni elevadas esperanzas, ni antiguos disgustos,

Ni odios mortales, pueden entrar.

Todo está ahora seguro e inalterable;

Ni los dioses pueden sacudir el Pasado;

Moscas - a la puerta adamantina

Clausurada para siempre.

Nadie puede volver allí,-

Ni un ladrón muy atildado,

Ni Satán con un truco espléndido

Puede filtrarse por la ventana, fisura o agujero,

Para anudar o desatar, agregar lo que faltaba,

Insertar una página, fraguar un nombre,

Mejorar o terminar lo que está cerrado,

Alterar o enmendar un hecho eterno.

Cierro los ojos.

viernes, 4 de enero de 2013

Reyes. Noche y Día

4 comentarios

«Había nacido mi prima Encarna. Mi madre me urgía para ir a verla, pero yo no encontraba el momento. Eran vacaciones y restaban por disfrutar muchos partidos y por explorar la zona de El Rejete, barranco arriba, especialmente la ladera donde el tío Encinas estaba excavando una mina. Cuando pasábamos por allí, ello me recordaba lo de mi prima, pues su padre era hijo del tío Encinas y (según puede colegirse) estaba casado con mi prima Pura. ¡A quién se le ocurre nacer en vacaciones de Navidad!

»Los días iban trascurriendo sin pensar. Ya habíamos pasado Año Nuevo. Al finalizar la comida, mi madre me conminó:

―De hoy no pasa que vayas a ver a tu primica. Si no lo haces, se lo digo a tu padre.

―¡Vale! Ahora cuando bajemos a las eras del barranco, entro.

―Y dile a su madre que la niña se parece a la abuela Paquica.

»Saqué el balón de debajo de la silla pequeña de anea, orillada en la parte alta del hogar y bajé las escaleras corriendo, atravesando la carpintería sin entretenerme en nada, y salí a la calle enfilando hacia la Placilla. Antes de torcer la esquina del Marto, oí a mi madre: “¡Si no lo haces, te quedas sin Reyes!”.

»Regateaba las piedras, los hoyos. Tiraba a gol a las puertas de los corrales. Había estrenado balón ¡de cuero! esos días. Me lo habían dado con los cromos de las libras de chocolate. En realidad me faltaba uno para completar el cuadernillo, pero el tío Amancio, que era grandullón y de buen corazón, hizo la vista gorda ante aquella minúscula falta y me dio el balón. El tío Amancio no era tendero ni nada por el estilo, era carretero y viajaba con madera desde los Pinares (de Soria) a los pueblos de Navarra, de donde subía chocolate y algún otro producto, que vendía en su casa.

»¡Eran así los tiempos! Nacían primas, se jugaba al balón y venían los Reyes: tres barricas de guirlache, dos lapiceros y una goma».