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viernes, 4 de enero de 2013

Reyes. Noche y Día

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«Había nacido mi prima Encarna. Mi madre me urgía para ir a verla, pero yo no encontraba el momento. Eran vacaciones y restaban por disfrutar muchos partidos y por explorar la zona de El Rejete, barranco arriba, especialmente la ladera donde el tío Encinas estaba excavando una mina. Cuando pasábamos por allí, ello me recordaba lo de mi prima, pues su padre era hijo del tío Encinas y (según puede colegirse) estaba casado con mi prima Pura. ¡A quién se le ocurre nacer en vacaciones de Navidad!

»Los días iban trascurriendo sin pensar. Ya habíamos pasado Año Nuevo. Al finalizar la comida, mi madre me conminó:

―De hoy no pasa que vayas a ver a tu primica. Si no lo haces, se lo digo a tu padre.

―¡Vale! Ahora cuando bajemos a las eras del barranco, entro.

―Y dile a su madre que la niña se parece a la abuela Paquica.

»Saqué el balón de debajo de la silla pequeña de anea, orillada en la parte alta del hogar y bajé las escaleras corriendo, atravesando la carpintería sin entretenerme en nada, y salí a la calle enfilando hacia la Placilla. Antes de torcer la esquina del Marto, oí a mi madre: “¡Si no lo haces, te quedas sin Reyes!”.

»Regateaba las piedras, los hoyos. Tiraba a gol a las puertas de los corrales. Había estrenado balón ¡de cuero! esos días. Me lo habían dado con los cromos de las libras de chocolate. En realidad me faltaba uno para completar el cuadernillo, pero el tío Amancio, que era grandullón y de buen corazón, hizo la vista gorda ante aquella minúscula falta y me dio el balón. El tío Amancio no era tendero ni nada por el estilo, era carretero y viajaba con madera desde los Pinares (de Soria) a los pueblos de Navarra, de donde subía chocolate y algún otro producto, que vendía en su casa.

»¡Eran así los tiempos! Nacían primas, se jugaba al balón y venían los Reyes: tres barricas de guirlache, dos lapiceros y una goma».

domingo, 3 de enero de 2010

Canción de Reyes y Reinas

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Hubo una monja gitana. En los años veinte del pasado siglo. Originaria de Almería (barrio Cuevas de las Palomas), aprendió a planchar y coser en una casa de religiosas dedicadas a la preparación de chicas de servicio doméstico. De allí pasó con su familia a Granada, donde ingresó en un convento, llegando a religiosa. Mujer alegre y de voz atractiva, fue tan popular en la Ciudad de los Cármenes, que Federico García Lorca quiso hacer una visita al centro en que profesaba, vislumbrando a la religiosa (de lejos) mientras bordaba. De aquel ver nació el conocido poema La monja gitana, al que se le ha puesto música en varias versiones. Elegimos aquí la de Vicente Monera [de cuyo sitio web nos ocuparemos otro día].

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.

Dulces llagados, paredes, colores del arco iris, deseos reprimidos, flores de fantasía.

¡¡¡Fecunda noche de Reyes (y Reinas) 2010!!!