miércoles, 28 de noviembre de 2012

La mil caras de la realidad. Proteo

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Si fuera enseñante de periodismo y alguien del alumnado me entregara un artículo con título semejante al que aquí intitula esta entrada, le rebajaría la calificación de inmediato, pues me resulta de lo más tópico, pero… al no ser lo uno ni lo otro, puedo permitirme hacerlo y exponerme únicamente a la reconvención de la Bibliotecaria (que, de seguro, comparte este gusto conmigo).

Diego López en su libro Declaración magistral de los Emblemas de Andrés Alciato, que vio la luz en Nájera (Logroño), en 1615, por obra de los talleres de imprenta Juan de Mongastón, dedica uno de ellos a Proteo. Se dice que la obra del italiano Alciato (1492-1550), aparecida por primera vez en 1531, conoce más de 170 ediciones en varios idiomas. El emblema (en-blema griego, ‘poner dentro’, lo que podemos denominar jeroglífico) es un género que suele consistir en una imagen alegórica que explica el epigrama (o frase) que viene a continuación.

Por otra parte, Proteo es Dios mitológico relacionado con el mar y con la adivinación. Pero tiene sus rarezas y, cuando se le cruza el día, no le apetece realizar predicciones, por lo que cambia de forma y solo se aviene a predecir a quien es capaz de capturarlo, lo cual es preferible intentarlo cuando sale del agua y se echa la siesta en la playa, allá por Creta o por Faro. Lo bueno que tiene es que suele cansarse de tanto cambiar y, al final, el hombre nos echa la buenaventura. Pero vayamos al emblema de la Declaración magistral…, que dice así:

"Lector: Proteo, que, al parecer, representante / semejas y otra vez fiera pareces, / siendo otra vez al hombre semejante, / ¿por qué en diversas formas tantas veces / trasmudas y conviertes tu semblante?"

"Proteo: Soy de la Antigüedad, a quien te ofreces, / y del primero siglo suma y cuenta, / del cual cualquiera como quiere inventa".

La verdad, no sé si nos interesa cultivar demasiadas relaciones proteicas.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

As. Valor de las palabras

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Hay autores de narraciones o poemas con propensión a que los incluyamos en libros explicativos de literatura. Uno de ellos, por su sencillez y hondura, es Pedro Salinas Cuando leemos poesía, nos topamos con las palabras. En principio, parece que todas tienen valor poético similar, pero no es así. Si leemos ruiseñor, pena, mariposa… sentimos una predisposición distinta hacia el poema que si nos topamos con adoquín, hierba o murciélago.

Mañana. La palabra

iba suelta, vacante,

ingrávida, en el aire,

tan sin alma y sin cuerpo,

tan sin color ni beso,

que la dejé pasar

por mi lado, en mi hoy.

Pero de pronto tú

dijiste: «Yo, mañana…»

Y todo se pobló

de carne y de banderas.

Se me precipitaban

encima las promesas

[…]

¡Mañana! Qué palabra

toda vibrante, tensa

de alma y carne rosada,

cuerda del arco donde

tú pusiste, agudísima,

arma de veinte años,

la flecha más segura

cuando dijiste: «Yo…»

(de La voz a ti debida) [La mariposa es de Noelia76]

viernes, 16 de noviembre de 2012

Conectar anotaciones a lápiz y paseos

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Uno de los juegos preferidos que realizamos la Bibliotecaria y yo es hablar de asuntos o lecturas que estamos teniendo y hacerlo según nos parece, sin sentido aparente, para después, a lo largo de la jornada o días, enlazar los contenidos de manera más o menos imaginativa. Siempre nos sorprendemos del resultado.

Es así que la Bibliotecaria me habla de la presentación que elabora André Maurois para el libro Aproximations, de Charles du Bos (París, Ed. Fayard, 1965) ‒magníficos ensayos y acercamientos críticos a temas y personas de la cultura‒. Maurois recuerda que Du Bos llevaba siempre «en el bolsillo interior de su traje, varias docenas de lápices maravillosamente afilados. Se le veía en Pontigny anotar un libro a mano, utilizando uno de esos lápices de punta muy fina, subrayando lentamente páginas enteras» (A. Maurois, "Introducción a Aproximations de Du Bos", pág. 15). Muchas de las entrevistas recogidas en este volumen fueron preparadas con un seguimiento de las obras de quienes son entrevistados, con la atención de la lectura y los útiles de trabajo afinados ‒es decir, a través de esas anotaciones- y, a la vez, con un conocimiento intelectual de las personas.

Yo soy menos leído y le hablo a la Bibliotecaria de que Guy Sorman, también en un libro de entrevistas, Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo (Barcelona, ed. Seix Barral, 1989), evoca (en su página 5) cómo «la larga tradición que encontramos tanto en la Europa de la Edad Media como en el Asia clásica requería que el aprendiz, colegial o novicio, recorriera largas distancias para ser instruido por algún maestro lejano».

¿Qué conexiones hallaremos?

lunes, 12 de noviembre de 2012

Lucha de libro con capucha y tres palabras

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Si vives (o pasas) por Perú y te acercas (o estás) en Lima y deseas publicar un libro y no tienes medios para hacerlo y te empeñas en ello y no te importa quedar las noches de los lunes… pues apúntate al próximo torneo de lucha libro, pues el anterior acaba de celebrarse este otoño e el Bar La Noche en la zona de Barranco y allí, además de tomarte un café, puedes participar en el concurso, te vistes con indumentaria apropiada a la lucha, incluida la capucha, te anuncia una chica de la hora, te sientas en un cuadrilátero mesa, te proporcionan tres objetos (palabras) y, en el plazo de cinco minutos, vas escribiendo una historia que se va proyectando en la pantalla gigante que hay detrás de ti, concluida lo cual, un jurado dictamina si tu narración es la ganadora con quien ha ido antes (o después) de ti, es decir, con quien se postula como contrincante de letras, si pierdes tienes que desprenderte de la capucha, si ganas continúas compitiendo con otra gente escribiente hasta que solamente quede una persona, la cual tiene derecho a que la editorial local Mesa Redonda publique su ansiada historia.

Una idea de Christopher Vásquez y Angie Silva que permite al público gritar y vocear sus relatos favoritos, ya hay participantes que nos hablan de su experiencia. Y parece que se va iniciando en esta parte del Atlántico.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

¿Es revolucionaria la resignación?

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La escritura es fruto, en múltiples ocasiones, bien de la pasión bien de la casualidad. Estos son dos de los motivos que impulsaron al mexicano Octavio Paz (1914-1998) a elegir los poemas que traduce al español. La gran capacidad de este literato (tan vivo) no se manifiesta solo en la propia creación, sino que se extiende a campos tan exigentes como este de recrear en otro idioma, máxime tratándose de la poesía (con obras tan concentradas). En 1973 dio a luz un libro con parte de lo realizado hasta entonces, que lleva por título Versiones y diversiones, el cual ha sido actualizado y completado en la edición de Galaxia Gutenberg en el año 2000 (imprescindible para quienes gusten y degusten con esta música). Es tal la amplitud que presenta, que hay quien la considera una antología de la poesía terrestre.

Si traduce a Pessoa o a Michaux por pasión, con otros poetas lo hace por casualidad, como le sucede con Harry Martinson (1904-1978), poeta sueco, también Nobel (compartido con Eyvind Johnson) como Octavio, tempranamente huérfano, cedido a familias de agricultores que lo explotan (y maltratan), hasta que se embarca y recorre mundo; experiencias que cuenta en Las ortigas florecen y El camino de la libertad [las dos traducidas]. Pero paremos aquí su periplo y leamos unos de los poemas traducidos por Paz:

La mejor solución

La resignación se encarga de arreglar casi todo:

poco a poco se forma una suave costumbre del dolor.

Eso acontece sin protestas y sin vivas.

Uno se esfuerza hacia arriba

y se acostumbra hacia abajo.

No son las revoluciones, sino las resignaciones

las que han permitido al hombre que viva,

si es que en realidad ha vivido.

Nadie, sin embargo, ha sobrevivido.

Es posible arreglar las jubilaciones,

pero las resignaciones se arreglan sin nadie.

Alivian poco a poco y sin cesar todas las instituciones

de las obligaciones y de las opiniones.

Y el ocaso, sonríe.

En los discursos públicos actuales, no tiene mucha cabida Martinson, pero en la vida privada cuenta con muchos seguidores.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Libre te quiero. In memoriam Agustín García Calvo

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Cuando en la juventud encuentras a alguien que piensa y que te hace pensar, has hallado un tesoro. Eso es lo que era Agustín García Calvo (1926-2012) para mucha de la gente que andábamos discutiendo cómo funciona el mundo y cómo nos gustaría que funcionara. Además, alguien que nos descubría mundos diferentes –más personales, colectivos y libres– a los pintados por el marxismo imperante en la izquierda española. Cuando pasábamos por Zamora (hacia Sanabria, Portugal o, simplemente, a la feria de los ajos), nos acercábamos al caserón de la Rúa de los Notarios para ver las novedades de Editorial Lucina, llevada por sus parientes, claro, porque Agustín era lo más negado que hay sobre la tierra para administrar su patrimonio.

Y, cosa extraña, era un autor que nunca se preocupaba por ir a las librerías (algo de incógnito) a ver si sus libros se vendían y que nunca preguntaba a la editorial cuándo iba a salir al mercado el texto que les había entregado. Tal vez se pueda encontrar otras dos o tres personas que actúen así, pues quienes escriben suelen padecer de un considerable grado de autoestima. Él tendía más a lo teatral, a expresarse en el escenario de salas de conferencias con gesto amplio y palabra exacta y grandilocuente. Los miércoles del Ateneo madrileño conocen bien de esto en la sala romántica de la Cacharrería.

Por si fuera poco, para los grupos que no disponíamos de solvencia económica, siempre estaba dispuesto a acudir donde lo llamaras de forma gratuita (incluso aportaba cuando podía su grano de arena para el viaje), sin preguntar quién más acudiría o dónde se iban a celebrar las charlas o las jornadas. Todo un catedrático de la Complutense, que, además, aseguraba lleno ese día.

Poeta, ensayista, filólogo clásico… Entre sus posturas consecuentes, estaba la de no acudir a la televisión, medio y aparato que consideraba funesto para la civilización.

Cómo no escuchar ahora su poesía musicada por Amancio Prada. Que la tierra te sea leve.