miércoles, 18 de diciembre de 2019

Lecturas sorprendentes

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Es necesario amar para saber escuchar las mil lenguas del Silencio.
Ayer por la mañana me acerqué a la biblioteca Cervantes, del barrio, a devolver un libro que caducaba ya. En el mostrador, me entretuve charlando con las bibliotecarias solventes (y, con frecuencia, ilustradoras) que allí hay. Entonces, me indicaron el centro de interés que han montado para estas fechas. Según puede verse en la fotografía, han elegido libros y los han envuelto en papeles de colores, a los que han incorporado un detalle floral o alado (realizado también en papel tintado). Completan la adehala propuesta con una frase que vela y desvela el contenido de la obra literaria vestida.
Así, leemos: «En este libro / no aparece nunca / la palabra amor / o cualquier / combinación / que lleve esas / letras», «Este es el libro / más difícil de / escribir, / que habrás leído / jamás, porque / quien lo escribe / no sabe escribir», «Microhistorias / que crepitan. / Un escalofrío / te recorrerá la / espalda», «Un marido podrido, / un padre asqueroso, / una pésima fuente de ingresos, / un fracaso total / y para colmo se topa con / un perro idiota», «Otra historia de / infidelidad, solo que / esta da lugar a / una novela perfecta / con la que encima / te reirás», «Evoca el lugar / que ocupan en nuestra / vida los libros… / o una relación epistolar».
Me llevaría unos cuantos, pero decido quedarme con este: «Una Mary Poppins / muy inquietante». Todavía no lo he abierto, prefiero prolongar la emoción, al igual que hace la protagonista de Felicidad clandestina, aquel delicioso cuento de Clarisse Lispector.
(La cita del inicio está tomada de un entrefilete de Tierra y Libertad, diciembre de 1931, sin que recuerde ahora la fecha exacta ni el número).

Salud (y venturosos días).

jueves, 12 de diciembre de 2019

Asuntos reiterativos en literatura (o Kurt Vonnegut)

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Entre los libros con candidatura a ingresar en esta anotación ─es decir, los que tengo entre manos ahora─, se ha llevado la palma Madre Noche de Kurt Vonnegut (1922-2007), que nos llegó traducido allá por los años ochenta del siglo pasado, aunque ya había visto la luz, como Mother Night, en 1961, es decir, ocho años antes que su novela más celebrada, Matadero cinco o La cruzada de los niños. Ambas obras, al igual que otras de este autor, abundan en la descripción de situaciones en torno a la segunda guerra mundial, pues sabido es que sobrevivió (cuando estaba preso del ejército nazi) al bombardeo indiscriminado de Dresde, en febrero de 1945, en el que murieron abrasadas unas ciento treinta y cinco mil personas, y él fue uno de los que les tocó desenterrar los cadáveres.
Abrumador, pero la literatura de Vonnegut tiene la calidad y el humor suficiente para presentarnos una galería de tipos que cobran una dimensión especial, y nos introduce en sus historias, donde reina el desconcierto. Según su autor, el protagonista «sirvió a la causa del mal excesivamente a la vista de todos, y a la del bien demasiado en secreto, crimen de su época». Puede decirse que es un canalla secretamente honrado o un antisemita en el que se esconde un héroe. Son escasos los asideros a los que poder agarrarse, pues «todo el mundo está loco. Todos harían cualquier cosa en cualquier momento, y que Dios ayude al que quiera buscar las razones».
Su modo de escribir es de gran economía de medios, con capítulos y párrafos cortos, diálogos certeros, descripciones chispeantes; elementos con los que hilvana ironía tras ironía y consigue un discurso eficaz, al alcance de plumas como la suya. Se le dice precursor del posmodernismo literario. Hace sonreír. Pero… asegura que, cuando se produce la locura colectiva, suele llegar como solución la barbarie organizada.
Salud.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Diálogos literarios (desde Valdemún)

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Cuando leímos Sefarad en su primera edición, la de 2001 (que ya ese año tuvo varias reimpresiones), no existía Valdemún, un pueblo que el autor de la obra, Antonio Muñoz Molina (1956), introduce en la siguiente versión, ya que el nombre de Ademuz que figura en la primera daba pie a interpretaciones erróneas al coincidir con el de un pueblo valenciano, lo cual dificultaba tomarlo como lugar de ficción. Es así que la destreza narrativa del literato se pone de manifiesto desde las primeras líneas del capítulo correspondiente, en las que la protagonista llega por carretera a Valdemún, título a su vez del capítulo correspondiente de esta obra de memoria multidireccional del que es académico de la Real Academia Española de la Lengua y que fuera director del Instituto Cervantes de Nueva York (2004-2006).
No extraña que Valdemún sea el espacio de un libro de Elvira Lindo (1962), pues son pareja sentimental ─matrimonio, desde 1994─, en concreto de Lo que me queda por vivir (2010), obra que bascula entre memoria y ficción (según el criterio de quien la contemple), y que en ese lugar habiten, ya en 2001, personajes que cobran vida de nuevo en la novela de la autora de éxitos reconocidos.
Lo que aparece en la narración de Lindo es un estado de ánimo (que toma título de aquel bolero clásico). Incluso, sabiendo que discurre una parte notable de ella en Madrid, elude la descripción de lugares concretos y la alusión a calles o edificios. De  ahí que no resulte desconcertante el que aparezca Valdemún en sus páginas.
A quien esta anotación, algo precipitada, escribe en la bitácora, le resulta bastante más floja la segunda obra que la primera, pero… es opinión de quien no posee el empaque literario de la autora y el autor que se comentan aquí.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Calma vital en Los libros muertos

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Hace unos años me encontré con Subhuti, libro curioso, que recoge la traducción de un viejo manuscrito custodiado en el monasterio Maha Gandaion de Amarapura, en Birmania, y me resultó agradable su compañía (y, por supuesto, su lectura). Así que, al ver la pasada semana en la mesa de novedades de la biblioteca del Teatro Principal otro libro del que fuera su traductor, Jesús Aller (Gijón, 1956), lo tomé prestado, y me encuentro en estos días mariposeando entre sus versos en los distintos momentos de la jornada ─«Que el miedo no te quiebre por el medio», «Ciegos en el sopor de la mentira, / nos enreda el hechizo de una sombra / que obliga a crecer y a acumular»─. Cuenta, además, para mí, el aliciente de ser sonetos la mayoría, un metro del que me encanta su música, que cuenta con una tradición dilatada en nuestra literatura y, al tiempo, se muestra versátil y joven.
Una de las particularidades de este autor, geólogo e investigador, es que dispone de un sitio web, jesusaller.com, en el que ofrece ahí sus libros (en pdf), tanto para leerlos o para descargarlos. Quien reseña Los libros muertos dice que en su obra «busca el encaje de una higiene psicológica aprendida del budismo con las ideas libertarias de transformación social». El libro presta oídos a quienes la historia derrota, a las formas en que declinamos la libertad en favor del consumismo, a la manera en que la razón se queda sin argumentos. Pero no nos deja en el desamparo, también nombra las señales de la esperanza: la reflexión, las palabras y la naturaleza (en la que se hallan muchas respuestas).
Por si no fuera suficiente lo dicho para entrar en su construcción virtual, digamos que, además de ofrecer reseñas y artículos, ofrece una galería de imágenes de los lugares a los que ha visitado, casi todas en blanco y negro, que cautivan.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Mujeres obreras en el Salón de Té

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Entre las obras literarias recuperadas en el presente siglo se encuentra Tea Rooms. Mujeres obreras (novela-reportaje), que se editara en 1934, en Madrid, por Juan Pueyo, dentro de la que se considera Edad de Oro de la literatura femenina. Pertenece a Luisa Carnés (1905-1964), nacida en la capital de España y fallecida un 8 de marzo en Ciudad de México (cuando era D. F.), en un accidente de tráfico (en el que resultaron ilesos su marido y su hijo), después de salir de un mitin o conferencia que había dirigido a un grupo de mujeres. Hija de familia venida a menos, a los once años tuvo que emplearse en un taller de costura, desde donde fue reflexionando sobre la existencia que le rodeaba y ante la que tenía necesidad de escribir, lo que la convirtió en autodidacta, pues no disponía de medios con los que costearse una educación. La vida le llevó, en aquellos tiempos convulsos, a afiliarse al partido comunista (que todo el mundo tenemos algún momento equivocado en la vida).
Inteligente y voluntariosa, se colocó de mecanógrafa, en 1928, en la editorial CIAP, la multinacional del sector en esos años, y consiguió publicar su primer libro, Peregrinos del calvario. Casada con el ilustrador de fama Ramón Pujol, con quien tiene un hijo, se separa y vuelve a Madrid, trabaja de camarera y escribe este Tea Rooms, ejemplo de literatura vivencial y, por lo tanto, testimonio de las condiciones laborales y de existencia de un grupo de mujeres que, al inicio de cada, turno cambian su vestimenta en un cuchitril, para realizar su trabajo, ante la vista constante de la encargada.
Es un libro que se inicia con rasgos de estilo vanguardista, tomados del mundo del film (cuyo ambiente conserva toda la obra), tan grato al ultraísmo, que enseguida pasa a descripciones de realismo tradicional, pues no en vano pretende emitir un mensaje, dirigido ─creemos─ a la juventud obrera, la cual no está para demasiadas florituras. Los personajes tienen la previsión de lo intencionado, pero salvan el formalismo estereotipado y están dotados de ciertos recovecos que los humanizan.
Después de ochenta y cinco años de su publicación, Mujeres obreras conserva bastante de su frescura inicial (y, por desgracia, de su actualidad), y puede leerse con aprovechamiento.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Dos patrias, dos lenguas, una vida

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Entro en la librería para cargar el bonobús y, según tengo costumbre, compro alguno de los volúmenes de formato pequeño que están en los estantes móviles junto al mostrador. No conocía a su autor, Theodor Kallifatides (1938), pero cuando leo la página de créditos, veo que va por la cuarta reimpresión (que la industria denomina “edición”); prácticamente, desde mayo, a una por mes.
Se trata de Otra vida por vivir (2019, con traducción de Selma Ancira). Autobiográfico, sin ser autobiografía, en cuyo texto el autor se enfrenta al envejecimiento. Kallifatides emigró de Grecia en 1964, por cuestiones de falta de futuro ─trabajo, sociales, etc.─. Llegó a Suecia y, en Estocolmo, fue fraguando su existencia. Aprendió el idioma y escribió en él, con la fortuna de ser autor de éxito, hasta dar a la luz más de cuarenta obras, entre ficción, ensayo y poesía. Además, tradujo al sueco a autores griegos ─Theodorakis, Ritsos, etc.─ y al griego a autores suecos ─Bergman, Strinberg, etc.
En este sencillo texto (¿o no?), enfrenta una situación vital de cierta angustia. Se ha quedado sin inspiración. Y, al tiempo, no se encuentra cómodo sin escribir. Con su esposa, Gunilla, realiza un viaje a Grecia, al pueblo de su infancia, en el lado sur del Peloponeso.
Tal vez, lo fundamental del texto no es el trance que plantea, el estancamiento, sino las palabras en las que viajamos, la barquichuela que nos lleva donde sopla el viento.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Resistencias (la de Sarajlic en Sarajevo)

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Después de la heroicidad de intentar leer completo un libro de A. Palomas ─Un amor─, le doy unas últimas ojeadas a Después de mil balas, de Izet Sarajlic (1930-2002), antes de devolverlo a la biblioteca:
Te libero de la tristeza por mí, mujer, cuando te abandone.
Te libero de la tristeza por mí, mujer, cuando te visite
solo en la forma de un recuerdo endeble.
Sé una mujer alegre
como en los tiempos de nuestras buenas fiestas nocturnas.
A veces, solo a veces, lee mis libros. Y grita.
No sé si hoy pueden tomarse como algo pretenciosos estos versos escritos en 1964 por este hombre nacido en Doboj (Bosnia) y fallecido en Sarajevo, ciudad en la que se instaló en 1945, y en cuya universidad se graduó en filosofía y literatura, además de ejercer como periodista.
Viajaba con frecuencia (según suele hacer la gente conocida a la que se asocia con un lugar determinado) y disfrutaba de amistades en medio mundo, pero no quiso dejar Sarajevo durante el período de sitio que sufrió entre 1992 y 1996. La gente se alegraba de verlo por la calle y, en las noches, asistía a recitales en los que se declamaban sus poemas. Dice en Después de haber sido herido:
Esta noche en sueños
ha venido Slobodan Markovic
para pedirme perdón por mis heridas.
Ha sido la única disculpa de un serbio en todo este tiempo,
y por si fuera poco ha sucedido solo en sueños
y por parte de un poeta muerto.
Sentía que pertenecía siglo XX; llegado el XXI, fechaba sus cartas como 1999+1, 1999+2.

martes, 29 de octubre de 2019

Aves ante las fronteras

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Cojo en la biblioteca del barrio Aves del paraíso (2019), de Luisa Etxenike (con ilustraciones de James Ellsworth), porque las guardas están llenas de golondrinas en vuelo, y porque muchas de sus páginas están ilustradas con aves diversas y tienen texto holgado, a veces de una sola línea («Pasa las páginas [de la guía] con cuidado», «Parece que ningún ave es de un solo color»). Parecía una distracción poética, pero nada de eso. La autora desarrolla una situación de vigilancia, de ambiente opresivo e incierto, que va ovillando hasta desembocar en un desenlace sorprendente.
Lo había cogido para quitar hierro a la lectura de Frontera, un viaje al borde de Europa (2017), de Kapka Kassobova (1973), nacida en Bulgaria y residente en las Highlands escocesas. Libro denso, que puede tomarse como reportaje narrativo, en el que la autora vuelve a su lugar de origen veinticinco años después de haberlo dejado y recorre la frontera que Bulgaria tiene con Grecia y Turquía, en la que ahora, a sus pobladores griegos, búlgaros, turcos gitanos, musulmanes de los Balcanes, se les une la ola de refugiados que huyen de Siria.
A pesar de su letra diminuta ─al contrario de las Aves─ y de sus más de cuatrocientas páginas ─al contrario del paraíso─, te sumerges sin mayor esfuerzo en la lectura de estas historias que se inician a lo largo de la Vía Póntica, y se van trasladando en dirección al oeste, hacia Ródope y la línea Metaxás, para retornar a la Tracia.
Se pueden ver, con los ojos de Kapka, los bosques de Strandja; escuchar los testimonios de quienes habitan estos lugares degradados tras el comunismo; o escuchar sus canciones ─«Nos atrapó una tormenta. Arrastrados y esparcidos en el mar. Nuestro reencuentro será al día siguiente de nuestra muerte. Envejecí esperando. Mis ojos se apagaron mi carne desapareció. Nuestro reencuentro será al día siguiente de nuestra muerte»─ en el transistor de un pastor de Capadocia.
La frontera es algo que llevas dentro sin saberlo.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Rebeliones (esta con Tatiana Tibuleac)

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En estos días en que las rebeliones están teledirigidas y se acude a ellas desde las órdenes recibidas a través de redes ocultas, prefiero agarrarme al papel y contemplar la rebelión de Aleksy, personaje protagonista de una de las novelas de la joven escritora moldava Tatiana Tibuleac (1978). Esta mujer se dio a conocer muy tempranamente en el mundo cultural de su país, pues mientras estudiaba Periodismo y Comunicación, ya empezó a colaborar en diversos medios en calidad de traductora, correctora y reportera; en 1999, llevaba la columna “Historias verdaderas” en el periódico Flux, uno de los más significativos en lengua rumana.
La obra a la que me refiero es El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes y narra las difíciles relaciones entre un hijo y su madre, lo que encuadra en la casa a la que llegan en un pueblo de veraneo. Allí se reflejan los resentimientos, las fragilidades o las impotencias de las relaciones maternofiliales. Y, también, las luces del amor y del perdón, esenciales para que la paz se instale en el interior de la persona y que esta pueda sentir que la vida está instalada en ella.
En definitiva, se trata del camino recorrido hasta llegar a la situación en que se hace inevitable bajar las armas para firmar la paz. Todo ello ante la superación de situaciones dolorosas, tal la pérdida (muerte de la hermana) o el rechazo (de la madre hacia el hijo).
Una escritura joven ─lo cual se nota─, pero vigorosa.
"Siempre hay tiempo para hacer las paces"

martes, 15 de octubre de 2019

Grecia (in)finita

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La Hélade tiene disperso su pasado en acrópolis, en estadios, en santuarios, en islas, en tumbas, en olivos, en mitos, en caballos, en costas… Por allí campan diosas, príncipes, hetairas, atletas, pitonisas, guerreros, filósofos, esclavos, ciudadanos, jinetes, navegantes… Los podemos ver andando, oficiando, tramando, peleando, escribiendo, compitiendo, asesinando, dirimiendo, juzgando, deduciendo… Solo hay que dejar la vista libre y, de inmediato, se posa en sus columnas acanaladas, en sus moles ciclópeas, en sus campos de olivos, en sus escenarios trágico-cómicos, en sus ofrendas votivas…

Y la Hélade tiene su mar, sus mares jónico y egeo, con sus batallas, con su comercio, con sus raptos, con sus islas, con su odisea… Inmenso.

Grecia tiene turismo, demasiado turismo (o no), que busca la cuna de la civilización y se encuentra una sociedad sin glorias, sin laureles. ¿Será aquel un peso difícil de soportar? ¿Puede integrarse un pasado pleno?
Y es que Grecia tiene siglos de historia de subyugación bajo la religión bizantina y la dominación otomana. Apenas doscientos años de independencia, después de duras luchas con Turquía, de intercambio de población exiliada. Más las guerras civiles, las guerras mundiales, las dictaduras, las desapariciones. Como si los altares no dejaran de pedir su hecatombe.

Grecia tiene una crisis (como casi todo el mundo) y una multitud de gente refugiada. Perséfone asoma en el brocal.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Versos en una biblioteca de verano

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Cálmate, dolor mío. Y serena tu angustia.
Anhelabas la noche. Ya desciende. Aquí está.

La Ceguera y la Literatura se llevan estupendamente. Símbolos, metáforas o parábolas pueden construirse con el oxímoron del ver sin ver. Tiresias, incluso cuando atravesamos la tierra baldía de Eliot. Y en este territorio es donde se inicia la historia que nos cuenta Mary Ann Clark Bremer (1928-1996) en Una biblioteca de verano (2012, para la traducción).
La autora, nacida en una familia judía cosmopolita, viajera, quedó ciega en un ataque que el ejército alemán lanzó contra el barco en el que viajaba (con sus padres, los cuales murieron). Años después, comenzó a escribir sus memorias en «forma de breves novelas de un alto lirismo y de una sobriedad excepcional», y esta que comentamos es la que narra la recuperación de su vista (y de su espíritu), al hacerse cargo de una pequeña biblioteca en un pueblo incógnito de Francia, la cual habilita en un cobertizo que estaba destartalado, dentro de una finca noble.

De ahí que la mayor parte de la literatura que nos propone sea del país galo. Pero son tan escogidos los momentos en que lo hace, que no podemos decirle que peque de chauvinismo. Además de que está Gustave Kahn, Katherine Mansfield o William Hazlitt (de cuya inteligencia y finura se enamoró al momento).
Es Baudelaire el que prima, según vemos en los dos versos que encabezan esta anotación. «Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca, / Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula, / Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina, / Se confundía». «Detrás de los hastíos y los hondos pesares / Que abruman con su peso la neblinosa vida, / Feliz aquel que puede con brioso aleteo / Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos».

Salud

jueves, 19 de septiembre de 2019

La mujer helada (Annie Ernaux)

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Leo unas biografías que no me acaban de enganchar: Un capítulo de mi vida, de Bárbara Honigmann, y Memorias de una joven católica, de Mary Mcarthy, si bien reconozco que la segunda es un relato atractivo. Por continuar con lo autobiográfico, pues sus novelas están recorridas por sus vivencias, me decido por Annie Ernaux (1940), en su primera novela, La mujer helada. Esta escritora, nacida en la pequeña localidad de Yvetot, en la que se crio, es hija de comerciantes, sin duda una pareja peculiar para un pueblo, aunque sea de la Francia europea.

No sé si se ha traducido con algo de retraso, pues la obra fue publicada en el país vecino en 1981 y aquí ha visto la luz por vez primera en 2015. Retrata la infancia, juventud y madurez primera de una mujer ─la autora─ que se ve atrapada por las tareas del matrimonio convencional (es decir, con un hombre que defiende, en la apariencia del desarrollo, su patriarcado), sucedido en los años sesenta. De ahí que mencionemos el posible retraso en su traducción.

No obstante, el texto merece la pena. Desde el primer párrafo envuelve. Al mezclar tiempos ─pasado, presente y futuro─ en las mismas frases, compone párrafos similares a la persona que está describiendo. ¿Qué otra cosa somos que lo acontecido en nuestra existencia? ¿Qué otra cosa somos que lo reflexionado?


La obra se detiene en narrar la alteración de lo cotidiano, el empobrecimiento de las sensaciones, la disolución de la identidad. “Esclavitud a la que las mujeres son empujadas como a un desafío”. Y... los hombres.

martes, 10 de septiembre de 2019

Seda en el Ampa (2019-2020)

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Saludos

En los inicios del año, comenzamos una actividad (mejor diríamos una experiencia) en el Ampa, de la que nos intrigaba su resultado: un club de lectura. Nuestra sencilla sala acogía un viernes de cada mes, a las 16:30 h, a quienes nos apuntamos a ello. Lo hemos llamado Seda (por el primer libro leído) y su resultado no ha podido ser más satisfactorio. El último encuentro lo tuvimos en el pueblo de Quintanalara, que tiene una biblioteca sorprendente, abierta las veinticuatro horas del día.

Aquí señalamos las fechas y lecturas que hemos realizado:


25/I/2019 Sesión inaugural
15/II/2019 Seda, de Alexandro Baricco
15/III/2019 Una lectora nada común, de Alan Bennett
29/III/2019 Arte, de Yasmina Rezza
26/IV/2019 Cuentos de los días raros, de José María Merino
24/V/2019 El olvido que seremos, de Héctor Abad Fanciolince
07/VI/2019 Tuya, de Claudia Piñeiro (en Quintanalara)

En este curso que ya camina, deseamos continuar con el club. Al quedar algunas plazas libres, puedes animarte y asistir a la sesión inaugural, que será el día 20 de septiembre, viernes, a las 16:30 h en nuestra sede. Ya sabéis, nos proporcionan el libro y, al mes, nos reunimos y manifestamos nuestros pareceres. Una hora de charla y contrastes, más lo que se prolongue, entre infusiones, café, risas, pastas (a veces, de chocolate), etc.

Hay alguna floración
que nadie ve
un roble interno en los bosques
(Sonome, poetisa japonesa de principios del siglo XVIII)

lunes, 2 de septiembre de 2019

Tesoros en el país de las rana (Pina Rita Fo)

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«Una joya secreta de la literatura rural italiana», reza la propaganda editorial, y podemos decir que, por esta vez, no nos engaña. Por lo demás, termina diciendo que es «un bello y luminoso relato de gran sencillez y, al mismo tiempo, hondura». Se trata de El país de las ranas, de Pina Rita Fo (1907-1990). Novela autobiográfica ─si bien, coral─, redactada en la década de los cincuenta del pasado siglo, en la que asistimos al devenir de una familia rural, de ocho miembros, que describe las duras condiciones de vida que acompaña a cada uno de sus componentes, en especial a las mujeres.

La autora, que no será escritora, en el sentido fatuo del término, pues esta es la única obra que tiene publicada, sí fue lectora desde la niñez y observadora atenta del entorno, presenta la particularidad de ser madre de un Premio Nobel ─el de 1997─, Darío Fo. Sin duda, trasvase generacional. El paisaje de fondo es una granja (compleja) entre los arrozales de Lomellina, entre Piamonte y Lombardía, con el Po como canal que transporta las vidas del campo a la ciudad, de agro a la fábrica, de padres y madres a hijas e hijos. El paisaje cercano queda representado en el progenitor, de carácter fuerte y socarrón; en la madre, que ejerce el trabajo de amar; en las hijas, que salen del hogar; en los hijos, que se van enfrentando a la autoridad. Dos guerras mundiales, fascismo, socialismo…
P. D.: pensaba haber dedicado esta entrada a El chal, de Cynthia Ozick, tremenda (y literaria) descripción de la tragedia vital de una Rosa, pero… se han cruzado otras nieblas menos espesas.

Salud.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Aniversario. In memoriam. Carmen Jodra

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En un día de agosto de 1980 nacía Carmen Jodra Davó, la que sería la ganadora más joven de Premio de Poesía Hiperión en 1999 con Moras agraces, libro ya descatalogado, al que siguió en 2004 Rincones sucios. Un cáncer ha podido con ella en julio de este año. En "Conócete defínete a ti mismo" decía que "intentaré publicar artefactos (arte+hacer) en que los sentimientos que no son nada nuevo puedan aparecer como objetos de belleza". Y publicaba haikus: ¿Por qué sonríes? / Porque hay sol en las hojas / ¿Por qué sonríes?

Aquí le dejamos un homenaje -"Oremos"- con sus versos

Líbranos de la pena porque ella
destroza el corazón larvadamente
y trae sombra a los ojos de los niños.

Líbranos de la dicha porque a ella
le siguen siempre penas que la hacen
aún más amarga que las penas mismas.

Líbranos del dolor que nos reduce
a tristes bestias de ojos humillados
que solo buscan un rincón caliente.

Líbranos del placer que nos obliga
a creer que este mundo es dulce y bueno
justo hasta que salimos del encanto.

Líbranos del mal hado y la pobreza
que no azotan con mano invisible
hasta que maldecimos nuestros nombres.

[...]

Salud.

jueves, 25 de julio de 2019

Lecturas ligeras

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Buscaba en la Biblioteca del barrio una lectura acorde con este tiempo caluroso, en el que el entendimiento está relajado, algo que puede que incorporemos al organismo ─se me ocurre─ al igual que nos sucede con el ritmo circadiano. En estas que vi en la mesa de novedades un libro con una ilustración de Remedios Varo, Papilla estelar (1958), pintora que me resulta sugerente. Sin pensármelo mucho más, lo cogí. Se trata de Las mil caras de la luna (2019), de Eva Villaver, doctora en Astrofísica, que trabaja en el estudio de cómo se apagan lentamente las estrellas más comunes y cómo su muerte afecta a sistemas planetarios como el nuestro.

Pero no son las páginas de este (entretenido) trabajo divulgativo las que acaparan la atención de mis horas a la sombra, sino una ficción ilustrada: El legado de Catherine Elliot (2018), con texto de Gemma Camblor e ilustraciones de Esther Gili. Abunda en la rehabilitación de la memoria de esas mujeres que escribieron bajo seudónimo masculino o cuyas obras quedaron sepultadas en los almacenes del tiempo. En este caso, al tratarse de una supuesta novela, El legado, se inicia la acción en una casona de la campiña inglesa en las primeras décadas del siglo diecinueve y, tras nueve capítulos, finaliza en una librería de la Malasaña madrileña en nuestros días.
Los capítulos, titulados con sentido, indican la capacidad que tiene El legado al transformar el ánimo de mujeres con diversos oficios: la institutriz, la viuda, la modernista, la coleccionista, la nieta de la encuadernadora, la saqueadora, la bibliotecaria, la investigadora y la librera.

Terminamos la lectura deseando que fuera tan simple.

Salud.

jueves, 18 de julio de 2019

El coste de vivir (Deborah Levy)

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No soy escritor(a), a pesar de que me prodigue en estas anotaciones, de que me estire en textos biográficos o de que, de vez en cuando, me embarque en alguna microficción. Lo sé cuando leo a quienes sí lo son.
En esta ocasión, hablo de El coste de la vida (2019), de Deborah Levy (1959), autora nacida en Johannesburgo, dramaturga, novelista, cuentista y poeta, que, en el caso de la obra que nos ocupa, aborda la segunda parte de su autobiografía ─la primera es Cosas que no quiero saber (que no he leído)─, y que anuncia la continuación en una tercera próxima. La comienza con una cita de Marguerite Duras (de La vida material): «Siempre te resultas más irreal que los demás».
Puede decirse que el libro trata de la libertad, del esfuerzo que supone el conquistarla y de los sacrificios que exige el mantenerla. Puede decirse que trata de literatura o, mejor, de escritura, del proceso de madurez que se produce al describir la subjetividad, del momento en que puede utilizarse con propiedad la palabra yo, sabiendo que es algo cercano a ti, pero que no eres tú. Puede decirse que trata de la vida (y, por tanto, de literatura; ahora sí), de descubrir la conexión entre puntos distantes. Puede decirse que trata de ser mujer, un interrogante de su esencia y circunstancias. Puede decirse que trata de nombres: «Si no tenemos nombre, ¿quiénes somos?».
Del libro, me quedan fotografías mentales de algunos de sus pasajes. Creo, además, acertada la fórmula fondo-forma que se le ha impuesto a la autora: ¿cómo describir una etapa desestructura de una vida que tiene que reinventarse?, pues a trozos, a párrafos con interlineados amplios, a capítulos breves, a citas en cuerpo diez, a símbolos de calor frío, de cobertizos y sextos pisos, a…
Salud.

jueves, 11 de julio de 2019

Salvadora, en versos, cárceles y periódicos

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Salvadora Medina Onrubia (1894-1972), argentina, es poeta, dramaturga, directora del periódico "Crítica" (de 1946 a 1951), además de haber sido la primera mujer argentina encarcelada por motivos políticos (en 1931), ante lo que una parte de la intelectualidad bonaerense solicitó su excarcelación al general Uriburu, por su "triple condición de mujer, poeta y madre", lo que ella rechazó.

Se nos figura adecuada la lectura veraniega de sus sonetos, entre los que se encuentra

Transmigración

Yo soy la hierofántica de la Melancolía
custodio en sus altares grandes vasos votivos
mi voz grave, ennoblece, serena, los motivos
piadosos de los salmos que canto cada día.

En los divinos tiempos que Grecia florecía
yo los fuegos sagrados mantuve siempre vivos
y ya sola en el templo con mis dioses esquivos
de un tajo abrí mis venas... En mi larga agonía

de las turbas cristianas yo escuchaba las voces
¡fui la última pagana que murió con sus dioses!
Hoy mi alma rediviva presiente que como antes

al templo que custodia llega la turba ansiosa...
Volveré a abrir mis venas, y a los pies de la diosa
las gotas de mi sangre serán como diamantes.
Mantuvo siempre una actitud crítica del matrimonio y a favor del amor libre.

miércoles, 3 de julio de 2019

El mar será... (el Maestro en el páramo)

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La literatura social cumple su papel a la hora de acercarse a la realidad. En épocas de opresión, difunde mensajes prohibidos, tal como sucedió en España en las dos últimas dictaduras con las novelitas ideales que circulaban en tiempos de Primo de Rivera, y los versos en poemas y canciones en tiempos de Franco. En épocas de libertad, posibilitan difundir acontecimientos o vidas memorables dirigidas a un público que no suele detenerse en los ensayos o las biografías.
Así nace El mar será… (2018), de Sebastián Gertrudix (1951) y Sergi Bernal (1973), para difundir la historia de los últimos años de un maestro freinetista, Antonio Benaiges Nogés (1903-1936), que transcurrieron en Bañuelos de Bureba, en el páramo cerealístico burgalés, y la de las criaturas que asistían a la escuela del pueblo -hoy Asociación Escuela Benaige-. El título afortunado (ideado por Gema Marchamalo, correctora de las primeras versiones, que sustituye a Els vaig prometre el mar) alude a la promesa hecha por el maestro de llevar al mar a las alumnas y alumnos en el verano de 1936 (en concreto, a su pueblo natal, Montroig, en Tarragona), motivo por el cual elaboran en la escuela mediante la imprenta ─práctica conocida de la técnica Freinet─ el cuadernillo El mar, la visión de unos niños que no lo han visto nunca y comienzan muchos de sus textos con la expresión «el mar será».
No hay duda de que la profesión de maestro de Gertrudis contribuye a buscar el tono que precisa el relato y que la dedicación de Bernal a esta historia, desde 2010, proporciona elementos con los que construirlo. Ambos lo insuflan de entusiasmo. Para ello, se han servido de documentos originales del maestro Benaiges, de los cuadernillos de la escuela 1935-1936 y de algunas contribuciones de los más modernas, que presentan en esta extensa obra que se acerca a las quinientas páginas.

miércoles, 26 de junio de 2019

Club de Lectura La Recolectora (fin de temporada)

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Al igual que en los diez años anteriores, llega junio y tenemos que despedir la temporada del Club de Lectura La Recolectora, ubicado en la Biblioteca Pública de Burgos. En esta ocasión, el encuentro último lo hemos realizado en compañía de la escritora local Esther Pardiñas, con énfasis en su libro de relatos La mirada del tiempo, que incluye algunos ambientados en lugares de la ciudad, en épocas más o menos remotas; así que, en una tarde agradable, hemos paseado con ella rincones en torno al castillo y la iglesia de San Esteban, para finalizar en un bar de las Llanas.
Aquí ‒como en los diez años anteriores‒, dejamos constancia de nuestras lecturas quincenales:
El perseguidor y otros relatos, Julio Cortázar
Neverhome. (Ella era más fuerte), Laird Hunt
El beso de la mujer araña, Manuel Puig
También esto pasará, Milena Busquets
El Aleph, Jorge Luis Borges
Los restos del día, Kazuo Ishiguro
Primavera con una esquina rota, Mario Benedetti
Dulce hogar, Dorothy Canfield Fisher
Madre e hija, Jenn Díaz
Fruta prohibida, Jeanette Winterson
El coleccionista de sonidos, Fernando Trías de Bes
Los combates cotidianos (cómic), Manu Larcenet
Volver a casa, Yaa Gyasi
Trenes rigurosamente vigilados, Bohumil Hrabal
Las bicicletas son para el verano, Fernando Fernán Gómez
Tres días y una vida, Pierre Lemaitre
Y siempre con un homenaje a nuestra recolectora de miel, nuestra antecesora.
Salud.

miércoles, 19 de junio de 2019

Retorno (desde Costa Rica)

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Desde hace un mes, aproximadamente, leo a ratos una novela de la que no tenía ni idea hasta que se encontró en mis manos. La cogí de las estanterías de una zona de cruce de libros de intercambio situada en el pueblo de Quintanalara, llamada Entre libros, una iniciativa de la Asociación de este lugar, que se encuadra entre las concebidas para el desarrollo de Tierra de Lara, comarca natural en la que hay lugares tan emblemáticos como San Pedro de Arlanza (bastante en ruinas, que se está rehabilitando), con entidad histórica y literaria, según se aprecia en aquel conocido poema de los siete infantes. Por supuesto, el ejemplar tiene su BCID: 196-13912431.
Se trata de Retorno, obra de Zeneida Fernández de Gil (1926-2003), que Trejo Hermanos editaron e imprimieron en San José de Costa Rica en 1954. Por entonces, desconocía que Zeneida fuera una autora ligada al campo espiritual, que deja patente en el resto de obra literaria que produjo (según señala la valoraciónhecha por Benedicto Víquez Guzmán). La verdad es que ya no estoy acostumbrado a leer este tipo de obras, con una puesta en escena parecida al teatro, con cambios bruscos de un párrafo a otro, con personajes estereotipados, que conforman dos triángulos amorosos, en los que, a la par de los tiempos actuales, el centro está ocupado por mujeres.
Por una asociación, cuyo motivo desconozco, se me figura que esta novela ha quedado desfasada tanto como Viaje al fin de la noche. Tienen algo antiguo en las formas, en los personajes, en las reacciones.

miércoles, 12 de junio de 2019

Narrativas precarias

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La crisis económica que atravesamos y padecemos, ya camino de la docena de años, puede ser motivo central en la ficción literaria o simple decorado, pero de una u otra forma condiciona parte de la producción narrativa de nuestros días en España. De ahí los estudios que se realizan en Narrativas precarias (2019), que cuenta con la coordinación de Christian Claesson y está publicada por una de esas editoriales que se nutren o denuncian (o ambas cosas) de las características sociales de estos años: crisis griega, copyright, femen, democracy now!, etc.
Con anterioridad, existían novelistas que se ocupaban de la realidad inmediata ─ya sabemos, Gopegui, Rosa, Sanz, Riechmann, etc.─, la llamada creación crítica, que en la década actual se han incrementado con plumas que reflejan el repliegue individualista a que nos impele la crisis, para guarecernos de ella, abandonando los espacios colectivos que, en principio, ayudarían a superarla más fácilmente. La supervivencia, que genera las individualidades nómadas globalizadas, que huyen de sus lugares de origen en busca de una vida distinta, pero que suelen terminar reproduciendo los valores que habían rechazado.
Aparecen, así, nombres como los de Blanca Riestra, con la distopía Greta en su laberinto (2016) o el tratamiento del feminismo y la inserción laboral en Pregúntale al bosque (2013). Aparte de Iván Repila, que recrea una sociedad violenta en Prólogo para una guerra (2017), pueden leerse los relatos de Miguel Serrano Larraz en Réplica (2017), entre los que se encuentra «Frontera», en la que discurre la experiencia de una chica inmigrante llegada a España, que recala en una familia que, a su vez, fue emigró a Europa.
Tiene algo de esperanza el libro. La que proporciona la política literaria frente a la política literal. La segunda nos atrapa en las leyes de mercado, en las obviedades de quien las hace. La primera ─la literaria─ nos desdobla, permite que experimentemos la posibilidad de ser otras personas y, desde ese momento, generamos efectos de realidad. Según Rancière, la ficción política realiza tres operaciones: crea un nombre o personaje colectivo, produce nueva realidad e interrumpe la que hay.