Cojo en la biblioteca del
barrio Aves del paraíso (2019), de
Luisa Etxenike (con ilustraciones de James Ellsworth), porque las guardas están
llenas de golondrinas en vuelo, y porque muchas de sus páginas están ilustradas
con aves diversas y tienen texto holgado, a veces de una sola línea («Pasa las
páginas [de la guía] con cuidado», «Parece que ningún ave es de un solo color»).
Parecía una distracción poética, pero nada de eso. La autora desarrolla una
situación de vigilancia, de ambiente opresivo e incierto, que va ovillando hasta
desembocar en un desenlace sorprendente.
Lo había cogido para quitar
hierro a la lectura de Frontera, un viaje
al borde de Europa (2017), de Kapka Kassobova (1973), nacida en Bulgaria y
residente en las Highlands escocesas. Libro denso, que puede tomarse como
reportaje narrativo, en el que la autora vuelve a su lugar de origen
veinticinco años después de haberlo dejado y recorre la frontera que Bulgaria
tiene con Grecia y Turquía, en la que ahora, a sus pobladores griegos,
búlgaros, turcos gitanos, musulmanes de los Balcanes, se les une la ola de
refugiados que huyen de Siria.
A pesar de su letra diminuta
─al contrario de las Aves─ y de sus
más de cuatrocientas páginas ─al contrario del
paraíso─, te sumerges sin mayor esfuerzo en la lectura de estas historias
que se inician a lo largo de la Vía Póntica, y se van trasladando en dirección al oeste, hacia Ródope y la línea Metaxás, para retornar a la Tracia.
Se pueden ver, con los ojos de Kapka, los bosques de Strandja; escuchar los testimonios de quienes habitan estos lugares degradados tras el comunismo; o escuchar sus canciones ─«Nos
atrapó una tormenta. Arrastrados y esparcidos en el mar. Nuestro reencuentro
será al día siguiente de nuestra muerte. Envejecí esperando. Mis ojos se
apagaron mi carne desapareció. Nuestro reencuentro será al día siguiente de
nuestra muerte»─ en el transistor de un pastor de Capadocia.
La frontera es algo que llevas dentro sin saberlo.
Las fronteras son tierras en las que nos encontramos perdidos.
ResponderEliminarSaludos.
No sé por qué será, pero es cierto que transmiten incertidumbre.
EliminarSaludos.
Acabo de volver de Grecia, me ha impresionado mucho Atenas por su pobreza, así que este libro me interesa.
ResponderEliminarUn abrazo!!
La verdad que sí impresiona la pobreza de Atenas.
EliminarEspero que te guste el libro.
Abrazos.
(Nuestro reencuentro será al día siguiente de nuestra muerte) Leer esto produce escalofríos Ignacio, solo una vez me he encontrado como perdida en una frontera, cuando pasé de Jordania a Israel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Conchi, la verdad que produce escalofrios la frase, e incluso miedo. Nos remite a la no existencia.
EliminarAbrazos.
Es muy interesante toda esta literatura que nos traes por aquí, de esas tierras de fronteras, donde antes habitaba el comunismo y más si están escritas por mujeres.
ResponderEliminarRecuerdo, en esta época de bloques, esperar, tanto a la entrada, como a la salida, la frontera entre Austria y la antigua Checoslovaquía , interminable, insufrible y sin entender qué era lo que buscaban con aquel registro. Me recuerdo leyendo un libro de poesía de Francisco Brines "Ensayo de una despedida" y conociendo a este autor que no he dejado de leer. A veces las fronteras pueden servir para algo útil.
Un abrazo.
Pues ya que existen las fronteras, parece acertada tu postura de sacar algo útil de ellas cuando se las sufre.
EliminarNo conocí aquellas fronteras de las que hablas, pero su sentido era el sinsentido, según parece.
Abrazos.