La literatura social cumple su papel a la
hora de acercarse a la realidad. En épocas de opresión, difunde mensajes
prohibidos, tal como sucedió en España en las dos últimas dictaduras con las
novelitas ideales que circulaban en tiempos de Primo de Rivera, y los versos en
poemas y canciones en tiempos de Franco. En épocas de libertad, posibilitan
difundir acontecimientos o vidas memorables dirigidas a un público que no suele
detenerse en los ensayos o las biografías.
Así nace El
mar será… (2018), de Sebastián Gertrudix (1951) y Sergi Bernal (1973), para
difundir la historia de los últimos años de un maestro freinetista, Antonio
Benaiges Nogés (1903-1936), que transcurrieron en Bañuelos de Bureba, en el
páramo cerealístico burgalés, y la de las criaturas que asistían a la escuela
del pueblo -hoy Asociación Escuela Benaige-. El título afortunado (ideado por Gema Marchamalo, correctora de las
primeras versiones, que sustituye a Els vaig prometre el mar) alude a la promesa hecha por el maestro de llevar al mar a
las alumnas y alumnos en el verano de 1936 (en concreto, a su pueblo natal,
Montroig, en Tarragona), motivo por el cual elaboran en la escuela mediante la
imprenta ─práctica conocida de la técnica Freinet─ el cuadernillo El mar, la visión de unos niños que no lo
han visto nunca y comienzan muchos de sus textos con la expresión «el mar
será».
No hay duda de que la profesión de maestro de
Gertrudis contribuye a buscar el tono que precisa el relato y que la dedicación
de Bernal a esta historia, desde 2010, proporciona elementos con los que construirlo.
Ambos lo insuflan de entusiasmo. Para ello, se han servido de documentos
originales del maestro Benaiges, de los cuadernillos de la escuela 1935-1936 y
de algunas contribuciones de los más modernas, que presentan en esta extensa
obra que se acerca a las quinientas páginas.
Una libro de quinientas páginas es ideal para leer frente al mar, bajo una sombrilla.
ResponderEliminarSaludos 🌞
Ya lo creo, Karin, y completarlo con algunos haikus.
EliminarSaludos.
Intresting
ResponderEliminarGracias
EliminarQue experiencia tan interesante, esas iniciativas renovadoras tuvieron más valor del que parece al quedar interrumpidas las que había en los años treinta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fueron interesantes, sin duda, mirando a la utopía.
EliminarAbrazos.
Sí que es atractiva esta experiencia de la escuela en esos años. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Ya, Anónimo, merece la pena sumergirse en ella.
EliminarSaludos.
¡Qué interesante! No lo conocía y me ha parecido una gran experiencia. Le echaré una ojeada.
ResponderEliminarBesos
Seguro que te resulta, incluso, más interesante que esta sencilla entrada.
EliminarBesos.
Allí estuvimos un día de finales de invierno, con el cielo cubierto de un azul nítido y los árboles sin hojas. Hablamos con algunos de los vecinos . La escuela no la pudimos ver porque el alcalde había salido del pueblo, pero sí nos comentaron este proyecto.
ResponderEliminarFue el libro : ANTONI BENAIGES, EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR, el que nos llevó hasta Bañuelos de Bureba. Me alegro que el libro ya sea una realidad. Intentaré conseguirlo.
Un abrazo
Aunque fuera una lástima que no pudierais ver la escuela ese día, ya sabes que se dice que no hay mal que por bien no venga, así que podéis hacer una visita nueva y ver los últimos arreglos que se han realizado.
EliminarAbrazos.
Poco a poco, gracias a la labor de gente como estos dos autores y otros muchos, se van conociendo las vidas truncadas de personajes, ahora prácticamente desconocidos, pero que, en su día, daban el tono cultural y científico a esta España que se entregó con furia a despedazarse.
ResponderEliminarSí, es cierto. Poco a poco van surgiendo historias semejantes.
ResponderEliminarSaludos.