jueves, 14 de abril de 2011

Escribir cartas a los noventa y dos

«La bibliotecaria sacó el sobre del buzón y, sin abrirlo, subió por las escaleras. La dirección estaba escrita a máquina, algo inusual en el siglo veintiuno; los huecos de la ‘o’ quedaban ligeramente ennegrecidos, al igual que los superiores de la ‘e’, señal de que los tipos habían acumulado progresivamente tinta de la cinta de escribir; además, en la letra ‘s’ del nombre habían utilizado corrector. No era, pues, un sobre para abrirlo mientras sujetaba la puerta del ascensor o mientras dejaba los bultos sobre la encimera de la cocina y soltaba las llaves al lado de la bolsa de la compra. No, era una carta que necesitaba su momento para ser abierta.

»La Bibliotecaria tenía esos momentos, así que dejó el sobre sobre la mesilla y se dispuso a preparar la cena. Sabía que era de Violeta, la anciana mujer de 92 años con la que se escribía desde hacía ya tiempo. No se conocían físicamente, pero la casualidad −¡o vaya usted a saber!− hizo que entraran en contacto y, desde ese instante, se carteaban. Sin prisas, cuando a cada una le parecía. Eso sí, alternativamente, porque después del consabido saludo inicial, continuaban con la frase “Recibí la tuya del día tal de tal…” o “Recibí la tuya sin fecha” (algo −lo de poner la fecha− que a veces se le olvidaba a la Bibliotecaria). »Violeta vivía en Levante, junto al mar. Pronto cumpliría los noventa y tres años, pues había nacido en mayo de 1918. Emigró a Barcelona. Después, en la década de los cincuenta, pasó a Francia. Para retornar a España en los ochenta y, muerto su compañero en 1989, regresar a su lugar de nacimiento. La Bibliotecaria, mientras ponía el mantel, pensaba en el periplo de la vida que Violeta le iba contando en sus cartas… cuando conoció a José… cuando se unieron… cuando cosía pantalones...»

[Hisoria que, seguramente, nos relatará algún día].

11 comentarios:

  1. Ya veo que hoy nos quieres dejar con la intriga, pues ¡¡bingo!!, lo has conseguido.
    Violeta parece una mujer entrañable, estaré encantada de leer su historia.

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  2. Pues esperemos ese día con impaciencia.
    Saludos.

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  3. Me encantan las historias de la bibliotecaria, ese intercambio de cartas con Violeta... tienes que seguir contando Lavela que Violeta... tiene muchos años... y no estamos para disgustos, mira tú que si lo dejas para mañana puede ser tarde. Ya sabes que las bibliotecarias además de guapas y listas somos muy prácticas. ;)

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  4. Una carta no se parece a un hueco forzado a codazos entre los minutos de un día, sino, dedicar una parte de tu vida a otra persona. Por lo que la actitud de leerla no se debería diferenciar mucho de la de escribirla.

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  5. Jooo, yo quiero saber más sobre Violeta, y cómo dices que se conocieron???

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  6. Bueno, Elena, la espera será plácida, ¿no?

    Saludos.

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  7. Por supuesto, Mafi, que sé que las bibliotecarias son guapas y listas (e impacientes).

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  8. ebge, escribir y leer cartas, efectivamente, cuentan con idéntica actitud (si bien la lectura es más apetecible para mucha gente).

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