
Pronto traba amistad con jóvenes de la ciudad, dedicándose a organizar conciertos, a publicar un periódico satírico –La Cotorra, marzo-abril de 1922– y a organizar alguna función de teatro. En esta actividad se veía auxiliado por una inquieta mujer: Antonia -colección de flores-, la cual era hermana de Leonor. Cuando Gerardo viajaba a Madrid hacía de recadero entre Antonia y Antonio; ella le mandaba mensajes y le decía que se animara a visitar Soria algún día, pues tenía muchas ganas de verlo; él le devolvía los cariñosos saludos y dejaba abierta la puerta de la esperanza a un posible encuentro; Gerardo traía y llevaba las palabras, con la escondida desazón de saber que Antonio no volvería pronto.
Antonia, nacida hacia 1904, también murió joven, antes de que Antonio retornara. Gerardo, desde la lejanía, sintió aquella muerte:
Qué carita redonda y –ay– tan blanca,
hermana de Leonor; Antonia Izquierdo
era toda donaire. Bien recuerdo
su luz, su ingenio, su alegría franca.
Decía el verso –actriz en los ensayos–
como una flor; si es que una flor supiera
ser Serafín, Clara, si pudiera
beberle a Tirso ardores y desmayos.
Yo llevaba recados en mis viajes
de Antonia a Antonio: «¿Vuelves? Quiero verte»
y regresaba rico de mensajes,
de cariños, de asombros, de preguntas.
Pocos años después volvió la muerte
a repetir su hazaña: las dos juntas.