sábado, 7 de abril de 2012

Mimosas (¿qué leer?)


Flores de vuelo. Las mimosas curvan el espacio, empujando suavemente el aire, haciéndose un hueco sedeño en las yemas de las ramas. Una amiga extremeña –de los tiempos de las banderas– las tiene por su flor favorita, y se contenta con que demos un paseo por las alamedas plasentinas si nos encontramos en sus cumpleaños primaverales. Por esta forma de ser tan entera, y a falta de presentes alpestres, le regalo gladiolos blancos en los meses del otoño. Ella es capaz de cerrar los ojos y saber lo que hay debajo del flamear de las varas.

«¡Qué suerte tienes!», le digo a la Bibliotecaria, «¡tú sabes recomendar libros! Por lo general, tienes a flor de boca un título cuando alguien te pregunta por una lectura para el fin de semana o para las tardes ansiosas -de masaje con aceite de mimosa-. En cambio, yo me encojo cada vez que alguien me requiere para que nombre un libro de los que han dejado huella en mí. ¡Pero qué huella ni qué narices! ¿Es que los libros hacen esas cosas? Me miro y no veo ninguna señal en mi piel de Ovidio o de Hanna Arend. Ni creo que la tenga de Garcilaso o de Annete Rich».

La Bibliotecaria me mira (creo que un poco aburrida de mi cháchara) y me pasa página.

2 comentarios:

  1. El mundo es un gran papel lleno de palabras que no tiene límites. Por unos sitios está hecho de páginas, por otros de realidad, y, claro, también de ceros y unos.
    Las mimosas que nos traes son tan bellas que parecen de verdad.

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  2. Son las mimosas, ebge, efectivamente, tan bellas, que siempre sorprenden al encontrarse con ellas.

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