lunes, 2 de abril de 2012

Narcisos (¿dónde mirarnos?)


Una de las flores más sorprendentes que crecen en el monte son los narcisos. «Mira», señala la Bibliotecaria. Y ahí están en el prado, salpicando de colorido amarillo el verde, el blanco y el morado de las plantas con que conviven en estos días de primavera. Casi olvidamos de mirar los robles, castaños y almendros de la zona. Y, cerrando los ojos, imaginamos el placer de tenderse entre sus coronas acampanadas, descendientes de las aguas del Cefiso, que corren a escasos metros, sorteando ruidosas el pulido granito.

«Ya ves –me dice la Bibliotecaria–, donde también abundan los narcisos es en las cortes». Y sonrío, abandonándome al esplendor del sol de la mañana, mientras me habla de La Mettrie (1709-1751), personaje singular, ateo, sarcástico, médico enemigo de los médicos, valiente, gastrónomo, brillante, filósofo –l’homme machine−, saludable, nombrado Lector de Cámara por Federico de Prusia. Después de publicar su Historia natural del alma…, tuvo que huir de París y recala, ayudado por su amigo Maupertuis, en la corte de Federico, en la que día a día, su protector comprueba –con desasosiego– cómo va aumentando el desenfreno de su pluma. Thiebault (en sus memorias) y Voltaire (en sus cartas) nos hablan con frecuencia de este hombre sin aprensión que hacía lo que le daba la gana: se tiraba en los divanes, se quitaba el cuello si hacía calor o lanzaba al suelo la peluca. Pero al rey… le caía en gracia.

«Si leyeras La sociología criminal de Azorín (1898), te enterarías de estas cosas», me espeta la Bibliotecaria (no sé si con afán pedagógico o como reconvención a mi aparente abandono). La Mattrie fue llamado un día al palacio de un conde enfermo. Llegó. Charló. Se sentó a la mesa. Comió y bebió sin medida y hasta se zampó entero el pastel común «repleto de pésimo tocino, de trozos de cerdo, de jengibre». Y, al día siguiente, murió de indigestión (al rechazar el emético que le prescribían los médicos, y empeñado en hacerse sangrías).

Narcisos.

6 comentarios:

  1. Qué barbaridad. Descarado hasta con la salud. Se cansó de él antes esta que el propio monarca. Para que luego digan que los reyes tienen poca paciencia.

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  2. Si cortas las flores de narciso para ponerlas en un jarrón, no las mezcle con otras especies, los tallos de éstas emiten una sustancia que acorta la vida de las otras flores.
    ¿Ves Lavela? Hasta para eso son narcisistas...
    Abrazo de primavera, amigo

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  3. La verdad, ebge, que con La Mattrie había que tenerla.

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  4. Gracias, Isabel. Desconocía ese modo de fastidiar de los Narcisos.

    Otro abrazo (hoy algo lluvioso) para ti.

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  5. Evidentemente era un hombre sin medida y al Rey le hacía gracia porque sabía que en cualquier momento él mismo fabricaría su final... duelo de Narcisos diría yo... qué bonito es esperar que explote la primavera, son tan numerosos los narcisos que así se igualan en la lucha por ocupar el trono del más hermoso y hay tantos y tan bonitos que escoger uno también resulta más fácil.
    Que llueva, que llueva la virgen de la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan... ♪♪♫♫♪♫

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  6. ¡que sí!, ¡que no!, ¡que caiga un chaparrón!, ¡y limpie los cristales de tu balcón!

    A disfrutarla, Amalia.

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