martes, 25 de septiembre de 2012

Regalo de palabras. Olifante, editorial de poesía

Nos extrañamos en muchas ocasiones de que una editorial pequeña pueda subsistir. Pero las hay que lo hacen durante años. Sin ir más lejos, nos hemos referido aquí a editorial Torremozas (activa desde 1982), con extenso catálogo de poesía de mujeres; a editorial Devenir Poesía (desde 1984); o a Celya (desde 1992), también con su sección poética. Sin duda que las posibles ayudas sirven para seguir adelante, pero lo más importante en un proyecto de este tipo es la ilusión de quienes están al frente de ellos.

Hoy nos detenemos en una pintoresca localidad zaragozana: Tarazona, a medio camino entre la sierra del Moncayo y el valle del Ebro, que no hace mucho que ha comenzado a recuperar su (también) pequeña catedral, con tintes mudéjares y grisallas renacentistas. Allí tiene su sede una asociación cultural de nombre Olifante, Ediciones de Poesía, proveniente de la editorial de este nombre fundada en 1979 por Trinidad Ruiz Marcellán. La calidad y calidez de sus textos (incluidas las traducciones) la sitúan entre las de mayor sencilla exquisitez que conocemos. Papeles ahuesados, tipos Bodoni, cartulinas de color, diseño, marcapáginas y postales en cada libro, etc.

Podemos leer, por ejemplo, a M.ª Ángeles Pérez López:

La mujer sueña un día de avellanas

y se unta el cuerpo en savia como leche.

Después se lame con la boca entera

convertida en hocico de tapir,

herbívoro paciente y silencioso

que es lento en el amor y en las ortigas.

En la mujer, sobre su lomo ágil

se posa el pajarito que miniaron

los monjes medievales en los libros

para medir el tiempo en sus azares,

y guarda en equilibrio y timidez

la tarde y su palito de avellano.

«Es de Atavío y puñal», le digo a la Bibliotecaria después de leerle el poema y simular la llamada a la tertulia con el colmillo de elefante.

2 comentarios:

  1. Pues sí, gracias a veces a esas pequeñas editoriales muchas obras ven la luz y no quedan en el olvido. Me ha gustado la idea de llamar a la tertulia con un cuerno, quizá también podría servir una caracola...

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  2. Pues sí, Esther. Si lo prefieres, llamamos a tertulia con caracola.

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