viernes, 1 de marzo de 2013

Nieve azul (seducción)

¡Qué tendrá la nieve para nuestros ojos! Abrir la ventana, aparecer la blancura, acelerarse el corazón. Tal vez, preciso engaño o imprevisto regalo o lánguida seducción. Puede ser, sí, seducción. El sonriente maná que nos anima a acompañar los cimbreantes copos –«¡Ven, no temas, la lluvia se ha ido!»–. Y no nos mojamos. Después, cesa. La llanura sin mácula hasta que el arroyo abre vaporosos senderos hacia los que planea la cigüeña y el milano se ocupa en dar vueltas alrededor de las ramas habitadas.

¿Pero la nieve es como la literatura? ¿Atrayente y desgarradora? ¿Qué hay detrás de la mano que nos ofrece compañía? ¿Está ahí para contemplarla o para pisarla? Dice el haiku:

odio los cuervos,

pero esta mañana,

en la nieve...

La calidez está en nuestra piel. Más adelante, nos abandona.

Nieve azul.

4 comentarios:

  1. Siempre me he inclinado a pensar que esa fascinación por la nieve solo se debe a su rareza. Las latitudes nuestras no son proclives a los excesos nivosos.
    Lo que se nos brinda en demasía, nos aturde. ¿Nos puede aturdir el exceso de literatura? O, mejor, ¿cuál es nuestro nivel de exceso que, una vez rebasado, nos causa aborrecimiento?
    A la obra mediocre -esto es siempre subjetivo- le pasa como a los pobres cuervos, que causan horror en el blanco inmaculado. Tal vez por eso a los inquisidores les gustasen tanto los índices con que ahuyentaban a los cuervos del níveo blancor de la ortodoxia.

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  2. Puede que estés en lo cierto en cuanto a lo de la abundancia y la atracción. Nos gusta la variedad y la rareza. Pero, el Moncayo nevado... deja insustancial hasta al mar.

    Puede ser que los inquisidores no tuvieran desarrollado este gusto por lo extraño (y por otros horizontes).

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  3. Pues a mí me parece que el mar tiene mucha semejanza con un paisaje nevado que todo lo iguala. Magníficos ambos.
    Los inquisidores no tenían imaginación,por eso tenían miedo de todo lo que era desconocido y ajeno. Igual pasa hoy con tanto extremista, tienen miedo de que la imaginación, la libertad, les haga desaparecer.

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  4. Ya, esther, la libertad ajena no es fácil de digerir. ¡Menos mal que nos queda el mar y la nieve!

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