A la literatura le afectan las revisiones que (por fortuna) realiza la sociedad sobre el enfoque de sus asuntos. En quienes escriben y en quienes leen. En la actualidad, nos encontramos con dos de estas renovaciones, que remueven las actuaciones patriarcales, que sacan a flote el uso y el abuso del poder: los malos tratos en ámbitos familiares –no tienen por qué ser físicos– y el feminismo. Sería deseable que contara cada cual con recursos y con tiempo suficiente para reflexionar sobre ello, y no dejarse arrastrar por las apariencias (que pueden presentarse con formas alarmantes), con lo quel suele pagar gente justa por pecadora. Pero, en fin, algo se mueve.
Hace un par de meses que ha
saltado a la palestra el testimonio de Galia Oz Salzberger (1964), escritora de
literatura infantil, en el libro autobiográfico Algo disfrazado de amor, en el que afirma que su padre le golpeaba,
maldecía y humillaba, de forma habitual, con la intención de quebrar su
personalidad. Galia había nacido en un kibutz israelí, se crió allí en la casa
comunitaria infantil, y es hija de Nili Salzberger y de Amos Oz (1939-2018),
autor este de Mi querido Mijael, Una
historia de amor y oscuridad o Una
pantera en el sótano, además de textos contra el fanatismo, pues no en vano
es una personalidad muy valorada en los círculos pacifistas de izquierda por
haberse opuesto a la política de colonización israelí contra el pueblo
palestino.
Tanto la madre, Nili, como su hermana mayor, Fania, y su hermano menor, Dean Maccabi, han desmentido estas afirmaciones, y afirman que Amos era un hombre cálido y afectuoso. Aunque el hermano ha matizado que tampoco hay que desoír a Galia y comenta: «En conclusión, tengo una cosa inteligente que decir sobre todo esto. Si en tu familia hay un distanciamiento, relaciones turbias, residuos de años, por la razón que sea, haz todo lo posible por intentar arreglarlo. Yo no sé cómo arreglar tus cosas, solo tú lo sabes. (Cada familia es diferente. Sí, sí, incluso las familias felices)».
Y tendremos que decir eso de: yo te creo, porque aunque sea muy duro, a veces hay tristes realidades que quedan enmascaradas en vidas aparentemente irreprochables de puertas para afuera, por mucho que sorprenda.
ResponderEliminarYa, Esther, son situaciones penosas cuando están implicadas personas a las que hemos admirado.
EliminarAbrazos
¡Vaya! Qué lastima dan estas situaciones. Seguramente Galia era una niña sensible y su padre no entendió aquello. Lo triste es que no lo hayan solucionado a lo largo de su vida.
ResponderEliminarSaludos.
Puede que fuera, una vez muerto el padre, la solución más acertada: haberlo resuelto en vida.
EliminarSaludos
Parece muy interesante el libro que nos traes Ignacio. ¿Como puede ser que la familia desmienta el maltrato?.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué difícil pregunta haces, Conchi! La familia tiene sus vivencias sobre las que se asienta, incluso cuando algunas tienen su lado oscuro.
EliminarAbrazos.
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