El personaje principal de Los asquerosos (2018) de Santiago Lorenzo sospecha que los ermitaños se retiraban a lo despoblado no tanto por fe religiosa cuanto por deseos de soledad, por la apetencia de contar con el tiempo y el lugar para sí mismos. Y, seguramente, tiene su parte de razón, si bien habrá que convenir que se da una gama variada en esto del aislamiento o el resguardo.
En esta línea, El santero de San Saturio de Juan
Antonio Gaya Nuño (Tardelcuende, Soria, 1913 / Madrid, 1976), escrito en 1951
cuando su autor vuelve a la tierra de nacimiento tras años de ausencia obligada
–desde 1936– por circunstancias graves, presenta a un protagonista singular.
Publicado en 1953, se dice de él que es el libro por el que toda ciudad envidia
a Soria. Desde luego que tiene su interés el que dicho santero llegue a la
cueva de orillas del Duero con su biblioteca particular, «a saber: santa Teresa,
Eça de Queiroz, Sartre, Baroja, La Biblia,
Baltasar Gracián, Antonio Machado, san Juan de la Cruz, Unamuno, Proust,
Valle-Inclán, Gerardo Diego y Dostojewski [… tenidos] en calidad de amigos».
Lleva, además, lo necesario para continuar con su estudio de una Bibliografía crítica de Picasso. Y clava
con chinchetas en la cabecera de la cama una estampa del santo, «y, a los
lados, una reproducción del Guernica,
de Picasso, y otra de La amistad de las
bestias, de Paul Klee».
Este hombre desgrana en 24 capítulos los juicios que le sugieren las visitas que se acercan a la ermita, al tiempo que describe la belleza de las aguas del Duero en aquel rincón tan olvidado (a pesar de todo el dinero que viene desde hace años de Europa para que tenga vida propia, que se queda en comisiones paritarias de partidos en los que se tiran los trastos a la cabeza, sin consultar a quienes viven allí, y se reparten los caudales).
Conocí, en su momento, al santero de san Saturio, allá por los años ochenta. No sé si sería este que pinta Gaya Nuño. Lo que sí sucedía es que era un personaje peculiar donde los haya.
ResponderEliminarUn rincón para revisitar
Gracias
Ya lo creo que es un lugar para visitar. Un paseo por el Duero, la subida de la cueva hasta la ermita, asomarse al balcón de las escaleras...
EliminarSaludos
Dejando aparte las notas definitorias tan sugestivas sobre el personaje, ser el libro por el que toda ciudad envidia a Soria despierta atractivo.
ResponderEliminarebge
Eso es lo que se dijo en su momento. Por la sencillez y atractivo de su lectura.
EliminarSaludos
Mi curiosidad por leerlo se ha despertado Ignacio, intentaré buscarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que te gustará, Conchi.
ResponderEliminarUn abrazo