jueves, 8 de enero de 2009

Diccionario de palabras olvidadas


Ya ha visto la luz el prometido Diccionario de palabras olvidadas, editado por la Biblioteca Pública del Estado de Burgos (a quien felicitamos), la cual ha querido celebrar el Día de la Biblioteca de 2008 poniendo en marcha esta iniciativa, basada en una de las indicaciones del apreciado Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública (1994, de tan caro recuerdo), donde se dice que “la biblioteca pública es un centro local que facilita a sus usuarios toda clase de conocimiento e información”.

Según ya contamos en esta bitácora, las palabras han sido aportadas por quienes visitan la biblioteca a que nos referimos, asumiendo esta el ordenarlas y publicarlas (que no es poco). El resultado es un libro de 109 páginas, tamaño bolsillo ―17 x 12 cm―, en el que también está representada Burgostecarios con algunas palabras (borceguíes, estaquilla, recado de escribir, sornabirón…).
(imagen de librodearena.com)
Incorpora la obra un pequeño prólogo de Blanca Ballesteros que, a su vez, está introducido por una frase de Maurice Blanchot: “La palabra actúa, no como fuerza ideal sino como una fuerza oscura, como un hechizo que constriñe las cosas, las hace realmente presentes fuera de ellas mismas”.

(Aprovechamos esta ocasión para dar cuenta del nuevo Portal de las Bibliotecas de Castilla y León: www.jcyl.es/bibliotecas.)

Seguro que tenemos más palabras para la próxima edición (o para algún proyecto conjunto, que podía colgarse en la red e ir actualizándose asiduamente). Ahí va un par de ellas: Civera: velocidad (aplicado sobre todo a los vehículos); Socarrar: agarrarse la comida al fondo del puchero chamuscarse lo frito. Más dos: Morruda/o: que le gusta mucho el dulce; Mostoso/a: que no hay manera de quitárselo/a de encima.

15 comentarios:

  1. Una iniciativa en línea le daría vida aunque no estaría mal si se lograra editar cada dos años o así para ir actualizándolo. Por soñar que no quede.

    Mi admiración hacia la gente de la biblioteca pública encargada. Les ha salido un trabajo muy lindo, recompensa justa al trabajo desarrollado.

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  2. A mi también me ha sorprendido gratamente el diccionario, por la elaboración y por la participación. Felicidades a todos.

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  3. Gran iniciativa, mis felicitaciones a la biblioteca.

    Lo mejor de este proyecto es que tuviera continuidad, aunque ya han hecho mucho.

    Saludos!

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  4. Pues sí que estaría bien la propuesta de la página web, pero supongo que es mucho pedir y no hay que desmerecer la idea y el trabajo ya hecho y sobre todo la participación, mi enhorabuena por ello.

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  5. ¡Queremos más palabras olvidadas!
    Creo que era en el cuento "El paquete parlante" de Gerald Durrell donde se sacaban las palabras a pasear... Os lo recomiendo

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  6. palabras a pasear, palabras a merendar, a volar, a teletrasportarse, acunar, dormir. Y con ellas pensamientos. Un diccionario así ayuda a expresar ideas que lo fueron y hoy ya no, porque muchas aluden a hechos u objetos en desuso o incluso desaparecidos. Como si las ideas mismas nacieran y el olvido las inhumara bajo la mortaja del tiempo.

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  7. En cualquier pueblecito recóndito de nuestra comunidad, hay mucha gente mayor, que nos podría crear un diccionario, no se muy bien si de palabras olvidadas o inventadas, pero si les servian para entenderse...

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  8. Al hojear un poco este diccionario me doy cuenta que muchas de esas palabras las utilizo en mi lenguaje diario, como el ejemplo que pobnía lavela: socarrar.

    Como expresiones y vocablos curiosos, mi abuela cuando quiere indicar que alguien va mal de salud, dice "está estrompadito" y si alguien le cae mal, "es que es un pasitonto".

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  9. Siempre que entro en la biblioteca voy con prisa, estuve tentada de introducir una palabra, que no sé si será olvidada y no sé si alguien la habrá introducido, pero era una de las muchas palabras de mi niñez: "chospar". Se utilizaba sobre todo dirigida a los niños, para decirles, "hala majos a chospar", queriendo decirles a jugar, a largarse por ahí, a desahogarse...
    Besos

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  10. estar estrompadito, ser un pasitonto, chospar. Vaya, son bien acertadas.

    Lo que hace ahora en la calle (nevar levemente y con frío), en mi pueblo se dice caer amarguras, caer anises o caer pelusas (si es con viento).

    Las palabras olvidadas en la lumbre.

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  11. JAJAJA ¡¡Qué bueno!!
    yo creí que una morruda, era una señora (a la sazón con pelusilla encima del labio) que es cabezota y sinsorga.

    Un diccionario de obligada consulta

    (jeje, aparece sornabirón)

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  12. La iniciativa estupenda.
    Tengo el diccionario en mis manos y veo que en él se incluyen palabras que hoy en día todavía se utilizan a diario por lo tanto no se deberían haber incluido en un diccionario de palabras olvidadas.
    Lo que si veo es que todas las que yo envíe han sido incluidas en el mismo.
    Estaría bien que se continuara con esta idea y se siguieran buscando más palabras.

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  13. Opino como bipolar. A mí me dicen morruda cuando estoy muy enfadada, y, valga la redundancia, tengo el morro torcido :P

    Otro vocablo de los raritos es la expresión "ser una/un sota" que aplica al sujeto que es poco cariñoso. A mí me lo decían mucho de pequeña cuando no besuqueaba a los familiares en fiestas.

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  14. Recuero la expresión "Ve a chospar `po'l´ monte" cuando se envía a alguien a dar paseos sin rumbo por el monte o un lugar metafóricamente similar, para que esté entretenido, explore y tarde en volver.

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  15. HAN hecho Académica con mayúscula a Inés Fernández Ordóñez, el pasado 18 de diciembre, y es como si todos los amigos de una época inolvidable entrásemos con ella en el caserón de la calle Felipe IV, aunque Inés era la pequeña de la banda, la menina y siempre moza de la alegre cuadrilla del Romancero, y quizá le daría vergüenza que le montáramos o montásemos un séquito de ancianitos crápulas cuando le toque pronunciar su discurso de ingreso ante don Víctor García de la Concha y tanta gente circunspecta de chaqué o de frac, que nunca me aclaro con estas cosas del protocolo, pues iba a parecer algo así como Blancanieves y los Siete Enanitos, que tuvieron su origen en una alegoría paleocristiana del alma prisionera de los Siete Pecados Capitales, pero que rechinarían con la seriedad del contexto. No sé, digo, si a Inés le haría gracia vernos en el auditorio. En cambio, estoy seguro de que echará de menos a Diego Catalán, su maestro y el nuestro, a pesar de que Diego no reconocía discípulos. Los tuvo, desde luego, y es un secreto a voces que en ningún otro de ellos, de nosotros, puso tantas esperanzas como en Inés. Habría sido un lindo espectáculo, che, don Diego allí sentado, con su pelambrera, tostado de soles de la sierra de Ayllón y el pescuezo al aire, escuchando el discurso de su sucesora en cátedra y en magisterio. Y, después, la contestación, no sé a cargo de quién, pero, si yo pudiera elegirle padrino, optaría por una madrina e historiadora, o sea, doña Carmen Iglesias.

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