viernes, 18 de septiembre de 2009

Sí, yo estuve ahí



Ahora que parece que el frío vuelve, a una le da por recordar esos lejanos tiempos vacacionales. Este año, dejando a un lado mis prejuicios tipo Paco Martínez Soria "en la ciudad no es para mí", me cogí la mochila y me fui a Suiza (parte germana).


Uno de los sitios que por interés profesional me apetecía visitar era la biblioteca de Sant. Gallen-Bodensee. Patrimonio de la Unesco junto con la catedral anexa, es una sala espectacular de estilo rococó. El secreto reside en que está decorada exactamente igual que la nave central de la iglesia, lo que incrementa el sentimiento de estar dentro de un verdadero lugar de culto. Impresiona el buen estado de conservación de sus frescos, en los que se representan los 4 concilios vaticanos más importantes. Y sorprende más el siguiente hecho: al lado de manuscritos quasi milenarios, se conserva una momia (con su sarcófago, claro) de 2700 años de edad, donación de uno de los protectores de la institución benedictina. Los monjes, como siempre, cortando el bacalao.


El recorrido consta de dos partes: por una parte la biblioteca en sí y por otra lo que denominan el lapidarium, que piensas que tiene algo que ver con tumbas, pero no. Cuatro vestigios de antiguas civilizaciones en la zona (en un sótano propio de pelis de serie B) y punto. Un fiasco.

No nos engañemos al entrar, sigue siendo un centro de enseñanza. Antes para los nobles de la época, hoy para adolescentes con ipod. Así que no es difícil ver desde las ventanas de tan monumental recinto a un grupo de chavales dándole al balón. Fusión entera y verdadera.

Una cosa que se agradece enormemente son las palabras de bienvenida en español, acompañadas de una amplia sonrisa por parte de unas señoritas encargadas de entregarte un par de zapatillas de talla big foot (por lo menos) para que no mancilles con tus deportivas el sagrado suelo.

Dentro te encuentras con un espacio por el que parece que no ha pasado el tiempo. El polvo añejo se respira en el aire. Y ciertamente, te sientes insignificante. Tanto que no supimos si se podían hacer fotos o no de lo cohibidos que estábamos ante semejante profusión de belleza.

Sinceramente, lo importante para mí no ha sido visitar la colección de incunables. Cierto es que me enamoré al instante de un ejemplar encuadernado en marfil, pero para entendernos, no es lo que diferencia este lugar de otros. Es la sensación de haber encontrado un rinconcito perfecto para no parpardear durante horas. Un remanso de paz, interrumpido únicamente por el cacareo de los guías (sugerencia: contraten a gente menos histriónica. No pegan con el ambiente).

Como punto negativo, una cosa que he echado en falta en este y otros conjuntos museísticos es una traducción al inglés (idioma conocido por la mayoría de los extranjeros) de las tablillas y panfletos. En todos los sitios tienes que acarrear durante la visita con un taco considerable de fotocopias (suerte si hay en español) y es bastante incómodo, a la par que incompleto. Eso frena a la hora de visitar ciertas salas más pequeñas donde sabes que el bilingüismo brilla por su ausencia.

Para más información, http://www.stiftsbibliothek.ch/ (en primera plana las babuchas, eso es márketing y lo demás tontadas).




7 comentarios:

  1. Tomaremos nota para próximas escapadas, aunque no se si tendré ropa que pegue con esas babuchas je je.
    Bromas aparte,el sitio parece de cuento, yo también suelo visitar la biblioteca siempre que visito algún lugar, ahora que encontrarte algo así da un toque especial a la vacaciones.

    ResponderEliminar
  2. Que envidia, yo quiero ir, pero que chulo y es muy gracioso lo de las babuchas

    ResponderEliminar
  3. Qué interesante excursión.
    Y por cierto que un incunable de marfil es un buen partido, sin duda.

    "... para no parpadear durante horas". Es posible que hayas estado a punto de caer en la telaraña del síndrome de Stendhal. Aunque sus hilos forman una hamaca mullida.

    ResponderEliminar
  4. ¡qué bonito!... esta Dual es internacional... mis viajes si que son en plan Paco M. Soria, por provincias y eso y poco, el día que me suelte la melena os váis a enterar... XD
    ¿y guantes, no os pusieron guantes? yo es que estoy detrás de que se los ponga todo el mundo, así no me los pongo yo... cosas. ;)

    ResponderEliminar
  5. Como apunte, comentar que para ponerse las babuchas no hace falta descalzarse. Son muy incómodas, pero entiendo su uso ya que el suelo de madera es muy delicado.

    Una cosa que me molestó (pero igual por mi carácter español) es el excesivo control de tus movimientos. Pero no en la biblioteca, sino también en otro museo pictórico que recomiendo: el Oskar Reinhart de Winterthur (http://www.museumoskarreinhart.ch/). Van detrás de ti como perros falderos a ver qué haces y qué no. ¿Será que nos vieron cara de jóvenes inadaptados?

    PD: con las babuchas hice slalom artístico en madera centenaria. Le pareció gracioso hasta al vigilante ;)

    ResponderEliminar
  6. Mafi, guantes no, pero es porque las estanterías al alcance de la mano (no dejan subir al segundo piso) tienen como una redecilla de las de atrapar las moscas para que ni se te ocurra tocar nada.
    Y la exposición en vitrinas.
    Bastante tienen con el polvo milenario acumulado como para que vayamos el resto de mortales a pegar más virus.

    ResponderEliminar
  7. Definitivamente, si algún día piso Suiza, habrá que visitar este templo de la cultura.

    ResponderEliminar

Nos encantan los comentarios y que nos cuentes lo que quieras.