jueves, 20 de mayo de 2010

Volar

Volaba. Había escalado a lo alto del mástil, me encaramé en la cofa, abrí los brazos y me dirigí hacia la costa. Suelo hacerlo con frecuencia. Apenas aparece la luz del alba, me levanto; realizo unos estiramientos en cubierta para desperezarme; desayuno algo ligero –kéfir y fruta, por lo general–; y me subo a los cielos. Aquel día llegaban de las montañas del interior nubes de tormenta, pero me dirigí hacia ellas. Recordaba los poemas de Boscán y Garcilaso, que para mí eran incompresibles en su tiempo y que ahora tenía delante de los ojos: Aurora de pómulos rojos precediendo al carro de Febo, coronado de amarillo, tirado por hermosos corceles; pronto se verían envueltos por las nubes traídas por Céfiro y tendrían que elevarse para evitarlas. Lo mismo que yo hacía de ordinario, pero aquel día me introduje en la tormenta.

Empapado en la fuerte lluvia, comencé a temblar de frío. No sabía cuánto podría resistir en aquel estado. Las ráfagas de luz procedentes de los rayos iluminaban de manera intermitente la vorágine, dejando al apagarse una profunda oscuridad. Con fortuna pude ir sorteando las aristas del paisaje rocoso que atravesaba, hasta que un rayo impactó de lleno en mi costado derecho. Retorcido, con la herida abierta, caí en picado, aullando de dolor. Los truenos simulaban esa maldita voz, tantas veces escuchada: «Tú eres humano, recuerda, y no puedes volar en la tormenta». Noté cómo las ramas cedían ante la velocidad de mi cuerpo precipitado al vacío, lastimándome el rostro antes de que se produjera el impacto contra el barro.

Desperté aturdido. En los labios sentía el sabor de las briznas de hierba mezcladas con sangre. Miré mis brazos magullados y… me encontré sereno: mi cuerpo estaba inundado de la dulce certeza del combate

7 comentarios:

  1. Surcando los mares, remontar contra el viento y elevarse lejos de la tierra. Eso es genial. Ascender y ascender, borracho de sensaciones.
    No me extraña que allí arriba todo sea poco y el deseo avive al deseo. La pasión no mide el riesgo sino la pasión misma.

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  2. Una cosa es navegar con la vela blanca, pero ya volar..., a mi como me da más miedo oye.

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  3. Nada, Ayla, es solo cuestión de probar una vez y ¡ya verás!.

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  4. Precioso el relato.

    Moraleja: todo lo que sube baja y si la cosa se pone mal bajas aún más deprisa,jejeje

    Yo no me llevo bien con las alturas, así que tendría que disfrutar de cómo se lanzan otros

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  5. todo lo que sube baja y si la cosa se pone mal bajas aún más deprisa

    Si fuera una adivinanza, no lo dudaría, te refieres a nuestra nómina no?

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  6. Por desgracia podría servir para tu ejemplo

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  7. Si sólo va a ser la extra de Navidad. Total dos bocados de turrón menos.

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