miércoles, 15 de febrero de 2012

Amor, deber y muerte (amazonas)


La Bibliotecaria comentó en alto, sin dirigirse a nadie en especial: «¿Matamos, por deber, lo que amamos?». Nevaba con cierto desdén. Miró a lo lejos buscando un trozo de tierra, allá en la ladera de levante, donde la nieve dejaba su poso sedeño. Ella provenía de la Anatolia, en el Asia Menor, donde las amazonas habían construido ciudades mirando al Mar Negro, con su capital Temisciro, en la que reinaba Hipólita junto a su hermana Antíope. De allí bajaron a lo que sería la Jonia y fundaron ciudades con sus nombres: Éfeso (Apasa), Esmirna, Sinope, Pafos… Ningún hombre tenía acceso a ellas. Solo eran las amazonas quienes, una vez al año, se acercaban a ellos y procreaban, educando a las niñas a su modo.

Valor y sabiduría en el combate perpetuaron su memoria. Y así se condujeron en el apoyo que prestaron a la ciudad de Troya cuando ésta estaba sitiada por los aqueos. En singular combate, Aquiles y Pentesilea se enfrentaron. La suerte cayó del lado del de los pies ligeros, el cual atravesó el cuello femenino con su lanza. Pero, al verla agonizar, el guerrero se lamenta de su acción, consciente de que está enamorado de aquella belleza. Dice la Ilíada (en su parte IV) que Tersites se mofó del sentimiento de Aquiles y que éste montó en su (conocida) cólera y mató al hijo de Diomedes [que era Tersites, claro, por si fuera poco el más pestoso de la expedición]. Afectado por la muerte de Pentesilea, dirigió su nave rumbo a Lesbos, donde ofreció sacrificios a Ártemis, Leto y Apolo.

La Bibliotecaria, apoyada la encintada frente en el cristal, se decía: «¿Existe la purificación?».

4 comentarios:

  1. Pues sí, definitivamente matamos lo que amamos, y a veces somos nuestro peor enemigo. Somos el principal impedimento para nuestra felicidad.

    Saludos Lavela.

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  2. Cierto, Elena; somos nuestro gran impedimento a la felicidad. Pero, ¿lo hacemos por deber?

    Saludos a ti.

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  3. ¿La purificación? También se podría decir que la culpa hace creer en la purificación, inventando fórmulas y ritos que la procuren.

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  4. Cierto, ebge, la culpa los puede propiciar, pero ¿esos ritos consiguen la purificación?

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