Miras desde el balcón y caes
en la cuenta de que no están las cigüeñas en la espadaña. Había tres hasta hace
apenas unos días –al menos eso crees, sin darte cuenta de que llevas unas
semanas fuera– y ya no llegan volando desde el río. Abres la ventana de
madrugada y no escuchas el sonido de los aviones y las golondrinas. La infancia
se ha callado. Te viene a la mente ahora esa bandada de aves que se posó en el
soto el día de la vuelta. «Claro», te dices, «están migrando. Van al Sur, donde
tienen la primavera».
En la pequeña pantalla van
al Norte. No vuelan. Cruzan fronteras. A medias, huyen. A medias, esperan. No
se sabe bien qué hacen ahí. Una interpretación veraz en un teatro o una
película logra mantener los sentimientos vivos. La realidad molesta deja
indiferente. Habrá que buscar otros asuntos para entretener los días a la
vuelta.
Las
vidas no usadas
No
somos nosotros la imagen más importante
ni
la más nítida
que
un espejo refleja.
A
poco que nos concentremos
en
lo profundo del cristal,
es
fácil reconocer a todos esos hombres
que
pudimos haber sido. Nuestra vida cierta,
nuestra
gastada imagen,
pasa
a un segundo plano
al
mezclarse entre tanta vida
con
pátina de posibilidad.
Hasta
el más mezquino de nuestros reflejos
parece
atesorar una mayor luz, en este contraste,
que el verdadero ser que
encarnamos.
(José Gutiérrez Román, Los pies del horizonte, Rialp, 2010).
La vuelta trae esos contrastes, aunque sean desgarradores.
ResponderEliminarSaludos de bienvenida.
Gracias. Consuela saber que se llega a lo conocido.
EliminarSaludos
El ruido en la calle no deja escuchar a las golondrinas. La vuelta tiene estas cosas.
ResponderEliminarYa, aunque hay épocas en que las golondrinas se han ido.
EliminarEs cierto, ahora que lo escribes, caigo en la misma conclusión.
ResponderEliminarY no se han despedido de nosotros....
Será que tienen confianza.
EliminarSaludos.
La realidad molesta...¡cuanta razón tienes!En estos días de desgarradoras imágenes de personas que sí encuentran fronteras, que si tienen puertas, te das cuenta de la hipocresía, de la indiferencia con que se da uno la vuelta sin preocuparse de esos seres que sufren- ¿cuántos más han de morir para que se haga algo? triste muy triste.
ResponderEliminarYa lo creo, Conxita. Ahora viene la época en que la política los acoge y dentro de unos meses...
EliminarHola Ignacio, una entrada muy realista ¡me produce tanta tristeza las situaciones que vivimos estos días! Dices ¡la infancia se ha callado! ¡que pena!.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola, Conchi! Saludos para ti.
EliminarAl menos parece que se van tomando ciertas soluciones.
Abrazos.