De entre los libros que ha
dado esta casi década de crisis en nuestra sociedad occidental, el que más ha
quedado en mi mesa de lectura es El
futuro es un país extraño. Una reflexión sobre la crisis global del siglo XXI,
de Josep Fontana (Ediciones Pasado&Presente, 2013). No sé bien la razón.
Tal vez porque, en su momento, también me cautivó El pasado es un país extraño, de David Lowenthal (1988), recogiendo
el verso de la canción. Así que pueden operar en mi mente afinidades estéticas
que desconozco.
El libro viene a desencantarnos.
A decirnos que aquella teoría ilustrada de Gibbon (1781) o de Condorcet (1795)
en la que «cada edad del mundo ha aumentado, y sigue aumentando todavía, la
riqueza real, la felicidad, el saber y tal vez la virtud de la especie humana»
es una falacia. Ciertamente que en los últimos 250 años los avances en
bienestar material, derechos sociales y disfrute de libertades han sido
notables en una parte de la sociedad. Pero no ha obedecido a una regla interna
de la existencia, sino a diversos factores, entre los que se encuentran las
luchas colectivas y solidarias por la consecución de ello, y a las concesiones
del capital ante el temor a subversiones revolucionarias, lo que tiene su edad
de oro de 1945 a 1975.
A partir de los ochenta, las
diferencias de enriquecimiento entre clases pudientes y trabajadoras van en
aumento y, paralelamente, se forma el frente contra los sindicatos
reivindicadores. La crisis de 2007-2008 monta la campaña para ir privatizando
los servicios públicos, en aras a la lucha contra el déficit surgido por los
abusos de la especulación financiera, apoyada desde la política, cuyo costo
recae a las espaldas de la gente de a pie.
Y ahí andamos, entre la
búsqueda popular de movimientos que recuperen la capacidad de presión, y los
señuelos que envía el sector financiero a través de la política, los cuales
parece que van ganando nuestras afecciones y pensamientos –pues ya se sabe que
se actúa como se ama y se ama como se piensa.
P. D.: Resulta difícil de
explicar el empeño de mucha gente en que la aten más corto.
La economía parece un ecosistema de delicado equilibrio. La pugna por la riqueza le da forma a lo largo del tiempo. Uno querría pensar que unas veces la unión permitiría que ganaran más unos, otras veces otros. Pero, en realidad, pocas veces los movimientos sociales coincidieron en el tiempo con una superpotencia, como en la postguerra, que los favoreciera como una sombra que inspiró temor.
ResponderEliminarTal vez la teoría ilustrada del "aumento" tenga connotaciones arraigadas a su tiempo y que ese "aumento" no signifique lo mismo que ahora.
El aumento significa algo más que lo que se tiene. Y ello parece que no es muy posible. Tal vez, tampoco sería necesario si lo que se tiene está aprovechado mejor.
EliminarSiemrpre tengo pendiente el atreverme con los estudios y los ensayos. Gracias por la información.
ResponderEliminarLeer ensayo nos cuesta a (casi) toda la gente.
EliminarAdemás, segun van las tendencias, parece que se quedará como una lectura de margen.