Sorprende, en primer lugar, que este libro -parte primera de una trilogía- no haya sido traducido con anterioridad, pues está escrito en 1932, una vez que el autor, al que la muerte no le dio demasiada tregua, se alejó de su tierra y se estableció en Inglaterra. Y, en segundo lugar, llama la atención el que en aquel tiempo eligiera a una mujer como protagonista, Chris Guthrie, espina dorsal de una historia colectiva, que la vida pone ante la disyuntiva de elegir entre vivir de la cultura o vivir de la tierra.«Y
entonces tuvo una idea extraña en los campos empapados: que nada perduraba en
absoluto, nada salvo la tierra por la que caminaba, removida, cavada y en
perpetuo cambio a manos de los pequeños agricultores desde que los más antiguos
de estos habían erigido las Piedras junto a la laguna de Blawearie y subían
allí en sus días de fiesta religiosa y veían que las cosechas de sus bancales
crecían al viento y al sol. El mar, el cielo y la gente que escribía, luchaba y
era culta, y que enseñaban, hablaban y rezaban, duraban solo un suspiro, como
la niebla en las colinas, pero la tierra era eterna; se movía y cambiaba debajo
de ti, pero era eterna, estabas cerca de ella y ella de ti, y no podías
dejarla, sino que te retenía y hería».
Salud
Me sorprende la obra que traes aquí. No la conocía. Siempre parece que hay alicientes para las editoriales. Joyas de todos los tiempos.
ResponderEliminarSaludos
Ya. No hay de qué.
EliminarSaludos
Hola, qué tal. Ando ahorita de rol por blogs visitando de vuelta de rápido. Que tengas buen fin de semana, saludos.
ResponderEliminarPues encantado, Alexander.
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