lunes, 16 de marzo de 2009

Lecturas obreras (IV). Las cárceles


Estamos, como en anteriores entregas, en la España del siglo XIX. No ha variado mucho hoy la situación de fondo –quienes deciden, quienes acatan; quienes nadan en la abundancia, quienes subsisten–, si bien las condiciones materiales de vida y las libertades individuales han mejorado sensiblemente. En aquella época de miseria para la mayoría, se dio un fenómeno único en una parte de la población: la iluminación, el descubrimiento de la dignidad propia. Este ser consciente les impulsaba a la denuncia, a la propaganda, a la revuelta. Había que distribuir equitativamente, pues todo el mundo contribuía a generar la riqueza.

Embarcarse en esa tarea significaba dar con los huesos en la cárcel con frecuente cadencia. Personas presas por asuntos sociales, arrojadas en penales inmundos, condenadas en sentencias absurdas. Y allí aparecía la lectura, la lectura colectiva y, de su mano, el aprendizaje. Una actividad tan temida por el Poder como la huelga, pues la palabra era un elemento revolucionario: terminaba con la ignorancia, transmitía dignidad, reivindicaba. En febrero de 1874, la Comisión Federal de la Región Española daba cuenta en un acta de reunión del informe recibido desde Sanlúcar de Barrameda:
«Los compañeros detenidos en el castillo están sufriendo los más infames atropellos. El militarismo ha prohibido la lectura de toda clase de libros, porque los detenidos que saben leer enseñaban a los otros compañeros».

Y así siguieron siendo las ergástulas durante un siglo más. No obstante, hubo momentos y situaciones en que el número de encarcelados propiciaba que el grupo se hiciera fuerte, tuviera sus propios espacios e, incluso, su conserje (entonces existía el oficio de recadero), y se impusiera al sadismo de los carceleros. Allí volvía la lectura colectiva y las discusiones sobre el contenido de los textos. Se improvisaban escuelas. Contaban con bibliotecas, procedentes de donativos, pues estas se entendían como «las escuelas de adulto que se instruye por sí solo» (tal como las define, en 1936, el muy utilizado Diccionario de Pedagogía de editorial Labor). Y hubo, además, quien realizaba actividades literarias (Fermín Salvochea tradujo en la cárcel de Valladolid El paraíso perdido, de Milton, en1893).


No fueron más benevolentes con la cultura los presidios franquistas. Nos dice F. Romero, en una semblanza de Progreso Alfarache (Comunidad Ibérica, n.º 9, México D.F., marzo-abril 1964): «Era también el bibliotecario particular de nuestra galería [cárcel de Ocaña]. Inútil solicitar un libro de los pocos que clandestinamente teníamos en existencia. [...] Cuando conseguimos La noche quedó atrás [de Jan Valtin, 1941, es una autobiografía política clásica], solicité del querido compañero turno para lectura e, imperturbable, libreta en mano, me sentenció a no leerlo nunca: “tienes el número 132 y supongo te tocará dentro de tres o cuatro años”».

11 comentarios:

  1. Durante la guerra civil, la cárcel de nuestra ciudad era conocida como la universidad, por la cantidad de gente de letras que había entre rejas.
    Conozco a un señor de 90 años que estuvo aquí y dice que para él la cárcel fué la escuela, a la que no se le permitió ir de niño por tener que acudir al campo.

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  2. La lectura ayuda a evadirse en momentos tristes o angustiosos, importando bastante lo que se lea en esos momentos... es como cuando uno está triste y escucha el adagio de Albinoni... por ello también me resulta fatal no poder elegir lo que "necesitas" leer, es evidentemente una forma de tortura.
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  3. La lectura siempre ha servido para evadirse, imaginar un mundo mejor y como no hacernos libres.

    Viva la lectura y los libros

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  4. Pues sí, amiga Nadia,... o para sufrir. Hace nada he leído "Mil soles espléndidos", y, jo, hacía tiempo que no sufría tanto con un libro.

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  5. El militarismo ha prohibido la lectura de toda clase de libros, porque los detenidos que saben leer enseñaban a los otros compañeros».

    Hasta ahí podríamos llegar, que obtuvieran algo que nunca nadie les podría quitar... y gratis.

    Si se molestaban en evitar que se aprendiera a leer sería por algo. Y, qué paradoja, hoy que en nuestro mundo casi todos hemos podido aprender a leer no se lee como quizás esperaban aquellos que enseñaban a sus compañeros.

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  6. Lo siento te ha tocado a tí:

    WEBLOGS CON MORCILLA.

    Escucho en alguna tertulia televisiva cultural del corazón la siguiente anécdota,
    ( El presentador y sus compañeras de plató la daban como auténtica ) :
    " Estaba un tal Jacob dispuesto a comerse un plato de lentejas, muy ricas con morcilla de Burgos, cuando llegó su hermano el mayor Esaú, que venía de estar cazando todo el día, con un hambre que ni te cuento y le pidió, por favor que le diera las lentejas para zampárselas, a lo que Jacob le contestó, que de acuerdo, pero a cambio de que la primogenitura pasara a su poder, (los de la tele explicaban que eso de la primogenitura significaba que los privilegios de las herencias y las sucesiones pertenecían al primogénito, al que primero había nacido y eso era muy importante). Así fué como Esaú se comió el plato de lentejas y Jacob se quedó la PRIMOGENITURA y las herencias ". To be continued.

    Por un plato de lentejas con morcilla de Burgos, se han dejado invitar los componentes de BURGOSFERA 20, por parte de la entidad Diario de Burgos.
    Dar la cara lo han llamado y se han identificado como profesores universitarios, amas de casa,empresarios, bibliotecarios y abogados. Se han conocido mejor durante un par de horas, tomando unas cervezitas con los del diario, con muy buen rollito y a ver lo que decimos en el blog, que sabemos donde vivis y quienes sois. También han sido amenazados, ( algunos han tenido problemas...), y eso de los blogs ya es una cosa antigua, y apenas tiene futuro, les han dicho.

    El Atapuerques, mientras no le quiten la pistola, seguirá disparando contra la Junta de Castilla y León para que no lleve todo lo que pueda de Burgos u otras provincias a Valladolid, para que reparta consejerías y riqueza a todos los castellanoleoneses, para que las Cajas de Ahorros de Burgos sepan que no se pueden trasladar impunemente a Valladolid, para que la Universidad de Burgos consiga una Facultad que le asiente y mejore sus estudios como una Facultad de Medicina, para que el Ayuntamiento de Burgos no permita tantas pintadas... y que mientras disponga de balas la plaza de Burgos tendrá un francotirador, aunque le pese a alguno.

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  7. En mi opinión, la lectura no es buena ni es mala sino grandiosa. Es como la energía nuclear, sus efectos dependen del objetivo. Es tan nociva su restricción como su imposición o su reorientación.

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  8. Querido Atapuerques te has olvidado del asunto del Consejo genético en oncología que se lo quieren llevar también a Valladolid...
    Y tus tiros serían mejor empleados si crearas un blog para ello, yo te apoyo y te aseguro que muchos burgaleses también estarían encantados, así que... Ánimo chaval!!!! :)

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  9. Y, qué paradoja, hoy que en nuestro mundo casi todos hemos podido aprender a leer no se lee como quizás esperaban aquellos que enseñaban a sus compañeros.

    ¡Qué ciertas son tus palabras, Biblioteclaria! Aquella gente que enseñaba no podía imaginarse que, con el progreso, llegaba algo llamado sociedad de CONSUMO.

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  10. Yo iba a hablar de la entrada, que me parece magnífica, pero me hallo que me he vendido por un plato de lentejas... Si hubiera estado allí el autor del comentario, sabría que no ha pasado eso, pero bueno, quizá diciendo eso de los que hacemos cosas y damos la cara cuando criticamos y opinamos, se consiga mejor todo lo que se propone. Quizá. Suerte.

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