Una manera atractiva de emplear el tiempo en estas fechas de fin y de inicio de año es acudir a algún/a cuentacuentos. Nos relajan el cuerpo, disipan las preocupaciones, encienden alguna chispa en nuestro cerebro, alientan la risa… y hasta disipan los vapores etílicos.
En la bitácora burgostecaria tenemos ventaja, pues podemos acudir a este bálsamo con solo visitar a la gente que nos sigue. Y de esta panda, hoy nos detenemos en dos lugares: el de Beatriz Montero y el de Inma Ruiz. Eludimos, así, por unos momentos estos hielos que nos rondan (aunque gocemos del manto blanco de la nieve).
Beatriz Montero dispone de un sitio muy trabajado en la red. Se dedica a espectáculos, tanto infantiles como de personas adultas, diseñados especialmente para bibliotecas públicas, centros culturales, colegios, teatros y museos. Si queremos enterarnos de las motivaciones que pueden llevar a alguien a enrolarse en un proyecto semejante, podemos entrar en la sección Libros publicados y leer allí «Once razones para contar cuentos» (La primera vez que conté un cuento en público fue por supervivencia…). Seguro que pasamos un rato divertido. Mantiene, con desenvoltura, su propio blog. ¿Cómo renunciar, pues, a un viaje por Tenerife?
Con Inma Ruiz nos desplazamos a Alicante. Los hacemos por medio de su bitácora Pinticomina Cuentacuentos. Y nos enteramos de que uno de sus intereses es payasear. Comenzó a contar; primero tímidamente, después con más seguridad. El perfume de las palabras que siempre había impregnado sus manos, ayudándola a escribir, había llegado a su aliento, a su voz. Pues no hay más que hablar, Inma, nos quedamos aquí por unos momentos.
Que los Santos Inocentes sean propicios.





untamos: ¿es necesario tanto artificio en un espacio de cultura?, ¿no estamos creando un mundo virtual desligado de nuestros intereses de personas?, ¿a dónde diablos nos lleva la industria de la información?
modo relajado. La bibliotecaria venía reparando en ella desde hacía un tiempo, casi desde que comenzó; cada mañana, al entrar, se acercaba a ver lo que había adelantado, observando algo extasiada las primorosas labores que realizaba su huésped con la fina tela.