¡Qué artes no se desarrollarán por dinero, qué hazañas no llevarán a cabo los más pusilánimes por una compensación razonable! (Stig Dageman)
La Camarera nos habla de su
abuelo Desiderio. De cuando vivía más allá de las montañas del oeste, en una
aldea a la que llegaba un autobús dos veces por semana y en el que las veces
que tenía que viajar al hospital iba en los asientos del techo entre bultos
bien abrigado con la manta de lana comprada por su padre en la feria de mayo.
Sin teléfono. Sin agua corriente en las casas. Se alumbraban con una bombilla
colocada en el hogar que se encendía en las noches de invierno cuando la abuela
Emeteria colocaba la olla trébede en medio de la mesa de la que comía todo el
mundo; bombilla de luz temblorosa que podía cambiarse a lo alto de la escalera
del piso de las habitaciones.
Trabajaba en la mina a cielo
abierto montada con el dinero de una familia del mar ‒se comentaba‒ de las de
la Caja y el Montepío. Lo hacía desde niño, como muchos de los que venían de
las aldeas colindantes, y allí conoció a la abuela. Estaba aprendiendo a leer
cuando ya tenía dos hijas y un hijo. «Todavía conservo ‒nos dice la Camarera‒
un folleto manoseado que él conservaba como oro en paño que le había dado el
maestro. Se titula Al pueblo». Es de lo
poco que trajeron a esta ciudad de mar después de ser despedido con otros por
hacer una huelga en solidaridad con las obreras textiles de unas fábricas que
había en los terrenos donde ahora hay unos hoteles, cinco kilómetros más
arriba.
Cuando iba a preguntarle a la
Camarera si me podía enseñar ese tesoro
impreso, entraron en el bar su hija y su hijo con unas banderas. Venían de
engrosar una cadena humana para pedir no entiendo bien qué.
Parece que la sociedad del bienestar nos lleva a ser átomos.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la entrada.
Sí, es una amalgama de motivos: gente que ambiciona el poder supremo, gente que ve posible una comunidad en la que sentirse segura, gente que prefiere que le aten corto... Por no hablar de toda una orquestación publicitaria y subvencionada.
EliminarA veces, parece que deseamos la adolescencia. En vez de plantear los problemas globales de una sociedad contemporánea adulta, preferimos organizarnos como estábamos en la Edad Media.
Saludos.
Pues parece que en esta historia la solidaridad y el espíritu de lucha, también se hereda.
ResponderEliminarSaludos. Marinela
Sí, Marinela, es una forma de mirarlo (aunque no sé muy bien dónde queda la solidaridad).
EliminarSaludos.
Los que nada tenían, solo podían jugarse su fuerza de trabajo, como le pasó al abuelo. Pero parece que los chavales de las generaciones futuras sienten que hoy es igual.
ResponderEliminarLuchar, aprender, forjarse un destino... y tener la dignidad de luchar hasta el final. Creo que ya no se vive así, nos vendemos con facilidad, no tenemos la paciencia de antaño. Todo pasa rápido, se diluye, apenas quedan huellas que recordar ni que atesorar...
ResponderEliminarBesines,