miércoles, 10 de septiembre de 2014

La presa (con sin) esperanza

Cuando las deidades, mejor dicho, cuando alguna de ellas te coge por la garganta y aprieta hasta que la respiración va apagándose, solo puede librarte de lo exánime que algún mortal cercene el cuello divino y, de paso, una de tus manos, la que la deidad ha puesto por reflejo delante para protegerse del tajo que le viene encima. Entonces ‒si bien la cabeza dorada rueda ya por los suelos‒ odias todo: la traición de quien intenta ahogarte aprovechando la confianza que tenías en su relación; la mirada furiosa de quien viene con la hoz y te amanca; la melancolía que puebla tu ser entero ante el mundo que ya no habitarás; el futuro.
La vida de Kenzaburo Oé (1935) en La presa transcurre, posiblemente, en la isla japonesa de Shikoku, la misma en la que él nace. Su pluma convierte la niebla en una compañía que refresca o entumece, la vegetación en alimento y sombra, el agua en diversión y erotismo. Se sirve del vuelo, de lo que atraviesa el tiempo y el espacio, de lo que pasa. Transforma la caída de lo hermoso en parábola de la existencia.

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, […] No dejes de creer que las palabras y las poesías / sí pueden cambiar el mundo. / Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. / Somos seres llenos de pasión. / La vida es desierto y oasis. / Nos derriba, nos lastima, / nos enseña, / nos convierte en protagonistas / de nuestra propia historia. Dice parte del poema de W. Whitman (1819-1892) «No te detengas» (en versión de Leandro Wolfson). La interconexión está servida. Imberbe y barbudo.

7 comentarios:

  1. very interesting post :)

    http://lamodalena.blogspot.com/

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  2. Mundos y mentes tan dispares interconectados en la esencia.
    Un saludo,

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    1. Sí, es curioso, Carmen que sucedan esas relaciones.

      Saludos

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  3. "Pase lo que pase nuestra esencia está intacta"
    Jeje, en algunos desde luego, y si no lo estuviera, otro gallo nos cantaría a los demás. Se me dirá que estos no creen en la poesía, pero sí en las palabras empleadas en decisiones, que son poesía para sus oídos pero condenación para los que las sufren.

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