¿Qué autor/a no desea que su
obra salga de sus libros, se derrame por caminos, pechos o recuerdos? Aunque
fuera en recorrido silente. En la bibliografía francesa hay intentos múltiples
de ello. Rabelais con sus Gargantúa y Pantagruel; Voltaire con la obsesión
creadora; Mallarmé, emulando a este su maestro. Pero es Raimond Quenau quien
consigue la obra más extensa de la literatura al componer en 1961 Cent mille milliard de poèmes ‒Cien mil millones de poemas‒, en la que
incluye 10 sonetos troquelando sus versos uno a uno, con lo que pueden
combinarse todos con todos (o sea, 10 al 14).
No es broma. Una persona que leyera un verso por minuto (sin
descansos para comer, beber o dormir) tardaría no menos de doscientos millones
de años en ello. Son alejandrinos, con sus hemistiquios, sus cesuras, sus
sinalefas. Cuyo sentido se renueva en la conexión universal que circula por sus
venas.
Precisamente, es Mallarmé el que dice que quien lleva a
cabo una idea innovadora por primera vez es un genio, y quien lo hace por
segunda es un imbécil. No hay para tanto, claro. En el cincuentenario de la publicación
que nos ocupa, se elabora otra obra similar en español, en este caso coral, que
invita también a la combinación de sus versos. Son tres autoras ‒Adón, Agudo y
Valero‒ y siete autores ‒Doce, Reig, Aramburu, Irazoki, Auserón, Azpeitia,
Molina Foix‒, quienes componen un soneto (editado por Demipage y apoyado por
Hotel Kafka). Cien mil millones de poemas.
Con la invitación a que quien lo lee para que elija su propio soneto. El mío
es:
Hay
música de lobo en las calles de enero
Sus
letras son de un hombre que en mi mente camina
La sangre
riega el torso la luz ríe y declina
Mestizo el malestar, deviene
en aguacero
Ahora
me pregunto si acaso es el dinero
El alma
es solo hierba, granos de arena fina
El cuerpo,
pan mojado, se ha vuelto luz mezquina
Se esparce el fruto amargo
en forma de aguacero
Acercarse,
con prisa huir de lo adyacente
Las torres
de vigía propagan la advertencia
Como el ritmo del mar,
contrario al continente
Si solo
fuera helada la fraterna indolencia
El regalo
forzoso al bello indiferente
No está en venta el paisaje
que inventó la carencia
Tengo que hacerme con "Cien mil millones de poemas" , lo que cuentas de él me parece fascinante.
ResponderEliminarBesos y gracias, Ignacio.
Feliz domingo!
Y lo es, Celia, fascina.
EliminarBesos.
Bonita iniciativa.
ResponderEliminarSaludos
Muy curiosa, Conxita. Siempre hay alguien "maquinando".
EliminarSaludos.
Conozco la obra y, la verdad, que te deja sin aliento.
ResponderEliminarSaludos.
Coincidimos en ello, Anónimo.
EliminarSaludos.
Me ha gustado mucho el sondeo que te has construído con este singular libro. Una vez lo tuve entre mis manos en una librería y no lo llegué a comprar ( me arrepiento, sieeempre me arrepiento de todos los libros que no compro;-) me pareció tan curioso y original que al leerte su reedición en español he sonreído, quizá este vez si vuelvo a tener la oportunidad no la deje escapar gracias a ti ;)
ResponderEliminarSi consturyo mi poema te lo traigo al lado de este precioso tuyo !
Muchos besos y un placer volver a encontrarte aunque aun no termino de regresar a este mundo ... quizá cuando regrese la lluvia vuelva con ella ;)
¡Hola, María! Suele ocurrirnos el arrepentirnos de lo desechado. ¿Y si...?
EliminarSerá un privilegio contar con tu soneto-sondeo. Y no digo nada si es con lluvia. ¡Unos versos empapados!
Besos blancos.
jajaja sondeo nooooo, SONETO .. perdón ;)
ResponderEliminarYa me gustaría aportar un soneto para acompañar al tuyo, pero soy una negada en cuestión de escribir, la inspiración no llega ni en el hermoso otoño.
ResponderEliminarUn beso.
El mío ha tenido mucha ayuda, Conchi. De lo contrario, no es fácil componer uno.
EliminarUn beso.
Oye, te ha salido redondo, una belleza para degustar verso a verso.
ResponderEliminarFelicidades!! ;)
Un abrazo otoñal, por fin con lluvia.
muy buena idea!
ResponderEliminarsaludos