sábado, 19 de noviembre de 2016

Plantas (que sueñan)

Dice la Camarera, refiriéndose a una cuadrilla algo sospechosa que hay en el paseo, «somos como plantas que se mueven». Y una cliente que lleva unos meses pasando por el local dice: «ya nos gustaría. La especie humana apenas aporta nada a la vida del planeta, sin embargo las plantas son quienes hacen posible la vida en él. La fotosíntesis es la que permite respirar a todo bicho viviente. La humedad del ambiente. Por no mencionar que la mayor parte de los alimentos que tomamos (incluidos los de procedencia animal) provienen de ellas. Además de los beneficios estéticos y espirituales que nos reportan».
Ante ello, la próxima vez que voy a la biblioteca me hago con La vida secreta de las plantas (2016), de Peter Tompkins y Christopher Bird. Cierto que ya Aristóteles dejó dicho que las plantas tienen alma, pero no sensibilidad, lo cual ha quedado obsoleto con estudios posteriores. Linneo (como la Camarera) afirma que son idénticos a los animales y los humanos, excepto en que no tienen movilidad, lo cual ya refuta Darwin, que muestra que incluso las partes más sensibles de las plantas, las raíces y los zarcillos, se mueven con independencia. Goethe y Rudolf Steiner, observadores de ellas, señalan que crecen en direcciones opuestas. Pero es Raoul Francé (1874-1943) quien escandaliza a la filosofía natural de su tiempo al afirmar que se mueven y sienten, llegando a adivinar y buscar la dirección adecuada; no lo notamos porque no nos paramos a observarlo.
Y en esta observación es en la que destaca el indio polímata, físico, botánico Jagadis Chandra Bose (1858-1937), que lanzara ondas electromagnéticas un año antes que Marconi, investigó en fisiología vegetal y construyó instrumentos para estudiarlas. El límite entre lo que solemos tomar como vida animada e inanimada se diluye cuando se presta atención. Las plantas (aun sin sistema nervioso) pueden ser anestesiadas, dormir, despertarse, sufrir los golpes, recuperarse…

Hasta una maceta supone la recuperación del Edén.

10 comentarios:

  1. El límite entre lo que solemos tomar como vida animada e inanimada se diluye cuando se presta atención.
    Recojo esta reflexión que me ha parecido muy importante porque para mi todo en esta vida pasa por la atención, eso sí una atención plena, cuando te interesa, te preocupas y ocupas.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, la atención marca la diferencia en muchas de nuestras actividades.
      La de la Naturaleza, además, conlleva beneficios anexos.

      Saludos.

      Eliminar
  2. Las plantas, observándolas, transmiten inquietud y pasión.

    Saludos y enhorabuena por la entrada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Anónimo/a. No está de más recordárnoslo.

      Saludos.

      Eliminar
  3. el maravilloso mundo de la botánica es apasionante
    saludos

    ResponderEliminar
  4. A las plantas les hablas y te escuchan.
    Justo ayer comentaba con mi marido que lo peor que le ha pasado al mundo es la raza humana.
    Ignacio, si no me paso siempre últimamente es porque ando medio desconectada. Espero volver al ritmo habitual en cuanto pueda.
    Muchos besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Coincidimos en lo de la raza humana.

      Celia, ya me hago cargo de que tenemos temporadas más necesitadas de atención en otros campos.

      Muchos besos, también.

      Eliminar
  5. Me encantan las plantas y las mimo todo lo que se para que me alegren la vida.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Qué reflexiones tan interesantes te han generado la Camarera y esta lectura. La verdad es que no tengo una opinión formada al respecto, eso sí, me encantan las plantas.

    Abrazos!!

    ResponderEliminar

Nos encantan los comentarios y que nos cuentes lo que quieras.