Escucho las emisiones de Sangre Fucsia en la radioteca de Ágora Sol Radio (nacida en los días pasados de
las concentraciones de Sol), que a veces transmiten desde Kasa Pública de
Mujeres Eskalera Karakola (ya activa desde 1996). Me gusta no perder comba. En
la capital siempre hay más vida, más
frescura, sobre todo entre la gente joven, la que aún no tiene compromisos
sociales (familia, hipotecas, etc.).
Precisamente ahora que tengo
estos días delante el volumen de 1001
películas que hay que ver antes de morir (que ya cuenta con su docenica de
años). Lo encontré en el cuarto de debajo de la escalera en la casa del pueblo
estos pasados días de cementerio. ¡Cuántas historias se han acumulado para
poder ver en una vida breve! Seguramente es uno de esos manuales de degustación
cinematográfica en los que la variedad se impone al valor. Curiosamente, no soy
persona de cine ‒¿veo un par de películas al año?‒, pero los concisos ensayos
que acompañan a la información sobre las películas estimulan la atención
llevándola a detalles del argumento, el contexto histórico o cultural más
continuas anécdotas sobre cada obra.
No deja de ser una pequeña
obra de arte ‒como puede serlo «Agitate in tante pene», de La vergine del sole, de Cimarosa‒ comentar de forma estimulante Viaje a la luna (1902), con la que
comienza la relación; o La carreta
fantasma (1921), basada ya en una obra literaria de Selma Lagerlöf; o
sencillamente en Vivir (Ikura, 1952), en la que la trama del
protagonista se confunde con la vida de su intérprete, Takashi Shimura, para
decir que el dolor y la felicidad se unen en el parque la vida; o, en fin, Empieza el espectáculo (All that Jazz,
1979), brillante o pretenciosa, según el gusto de cada cual, se mueve entre
bastidores y retrata la «excitación obsesiva
y devoradora de quienes se entregan apasionadamente a su trabajo».
A mí me encanta leer libros sobre cine. Tengo bastantes.
ResponderEliminarBesos.
Seguro que eres una entendida, Celia.
EliminarBesos.
Es cierto. En las ciudades grandes se mueven de manera continua las más variados propuestas. Entre ellas, las del cine.
ResponderEliminarSaludos.
Coincidimos en ello. Será porque los lugares pequeños continúan siendo constreñidores.
EliminarSaludos.
Voy poco al cine Ignacio, en mi ciudad los decibelios en el cine para mi son muy altos y me molestan, y si aparte tengo a alguien comiendo palomitas y bebiendo refresco, se me quitan las ganas de volver. Veo las películas cuando las ponen en TV.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues en ello coincidimos, Conchi. A mí hasta se me pasan cuando quiero ir a verlas, como me ha ocurrido con "Historia de una pasión" sobre Emily Dickinson.
EliminarAbrazos.
Yo era de mucho cine, pero con el paso del tiempo la lectura me ha ido absorbiendo y lo he ido abandonando (pero vamos, veo más de dos pelis al año ehh). Sin embargo he leído poco-nada sobre cine.
ResponderEliminarAbrazos!!
A mí me ocurría lo mismo. Iba todas las semanas. Pero... si tengo alguna tarde libre o voy a quedar con alguien no se me ocurre que existe el cine.
ResponderEliminarAbrazos.