Hace casi cien años, en
1926, la revista francesa Les Marges
realizó una encuesta a literatos y académicos de la época sobre «Las taras de
la literatura actual», impulsada por Ernest Tisserand. Recibió 114 contestaciones, algunas de ellas de
escritores conocidos, tal Henri Barbusse (1873-1935), cuya novela El fuego (basada en sus experiencias
como soldado de la primera guerra mundial, que describe los padecimientos de
quienes son enviados a las trincheras para defender una idea llamada patria) tanto
influye en la juventud española coetánea.
Plantea el periodista
aludido que después de la primera guerra mundial se han trasladado al mundo
cultural modos de actuar en los ámbitos industriales, con los que se ha
transmitido a la literatura una serie de lo que considera enfermedades, las
cuales serían: 1. Los premios literarios, que corrompen a escritores y
editores, industrializados durante la gran guerra (el Goncourt ya es de 1903);
2. La publicidad literaria, si las editoriales no invierten en promocionar, las
obras se menosprecian, tano crítica como público (a pesar de sus deseos de
calidad) quedan obnubilados por este brillo; 3. Las boutiques literarias
(recepciones, magazines, casas de té), en donde se comercia, que dejan
obsoletos los inofensivos cenáculos y los pequeños cafés; 4. La explotación comercial
de lo que se tenía por vicios abyectos (la inversión sexual y la conversión
religiosa), tan abundante en muchos libros.
La contestación de Barbusse
se produjo en L’Humanité, en la que,
además de estar conforme con el planteamiento de Tisserand, señalaba otras
taras de su consideración, entre ellas, el monopolio de la información
literaria y de las críticas por ricas casas (para él reaccionarias, como
Larousse, cuyo diccionario consideraba parcial en sus definiciones).
Parece que el panorama
actual cuenta con raíces.
[La ilustración es de Alex Colville]
Interesante Ignacio, 100 años después seguimos con los mismos modos de actuar que acaban perjudicando a la literatura, parece que no se aprende.
ResponderEliminarSaludos
Y no parece, Conxita, que pueda variar mucho. El mercado es así.
EliminarSaludos.
Efectivamente, no han cambiado demasiado los modos de vender la literatura.
ResponderEliminarSaludos.
Ante el dinero se pierden sensibilidades.
EliminarSaludos.
¿Los premios también? Este periodista es como una segadora.
ResponderEliminarHay algún premio al que le debo algunas lecturas imborrables, por eso, como el cura a Tirante el Blanco, salvo a los premios de esta hoguera.
Los premios, ebge, tienen el doble filo, sobre todo cuando son una estrategia editoria. Sin duda, que tienen obras memorables.
EliminarSon taras inevitables en esta sociedad neoliberal en la que todo se convierte en beneficios y en espectáculo. Condenables, sí, pero propias de la sociedad del siglo XX y XXI. No nos queda otra que ser los y las lectoras las que vayamos construyendo nuestro criterio. Los blogs son una manera de leer a lectores/as que cuentan sus gustos lectores (aunque las editoriales envían ejemplares a autores/as de blogs para que hablen de sus libros).
ResponderEliminarAbrazos!!
Es algo que me llama la atención, U-topia, el que algunos blogs comenten los libros que les envían las editoriales. Lo digo, además, porque yo no me atrevería a realizar semejante labor.
EliminarAbrazos.
El interés monetario prima sobre lo demás. ¿Un libro al que no le hayan otorgado un premio, es peor que al que si se lo han otorgado?
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no, Conchi, claro. Hay libros que no están premiados y son excelentes.
EliminarUn abrazo.