Suelen caerme en gracia las
mujeres que han trabajado en bibliotecas y, al tiempo, han sido creadoras.
Ahora escucho el Magnificat de
Buxtehude (1637-1707), uno de mis favoritos. Ya ya, ya sé que ni es mujer ni
trabajó en bibliotecas. Quien sí lo era es Ida Frank (1921-2011), estudiosa de
música en el Conservatorio de Lwow hasta que los ejércitos nazis ocupan
Polonia, lugar en el que vivía. Su vida cambia –¡y de qué manera!– en esa
trayectoria de la historia, redobladas las desgracias al ser judía. Confinada
en un gueto durante 1942, logra sobrevivir a los embates de la guerra
utilizando papeles falsos. Más tarde, en 1957, se asienta en Israel y, ahí sí,
se emplea en una biblioteca musical.
Ya me había embebido en su
momento con El viaje, seguramente
su colección de relatos más conocida. Tardó tiempo en dejarme desprendido de
sus palabras. Ahora, la casuusalidad me ha puesto delante Huellas (2012 [en la serie Los Papeles de Sefarad, dirigida por
Mercedes Monmany, con uno de los más hermosos colofones que he leído
últimamente: una gota de agua preñada de la música de Beethoven]) y los veinte
relatos que contiene vuelven a obnubilarme. Es decir, leo los periódicos y
apenas comprendo cómo podemos marearnos días y días con asuntos
intranscendentes, dejando de lado lo que concierne al bienestar humano, solo
porque hay quienes ambicionan parcelas de poder y nos construyen fuegos fatuos.
Nada más lejos de ello la
prosa de Ida Frank. Escritora tardía, maestra del silencio, ahí en sus páginas
está el evento, lo cotidiano, las personas –mujeres la mayoría– que en un
momento de su vida se ven invadidas, desvalijadas, abordadas… hasta la
desventura, hasta el holocausto. Escasas concesiones a la vanidad. Unos versos
de Boleslaw Lesbian («La oscuridad espesa en la hierba, / arrecia el frío en la
tierra. / Parece que la lejanía errante / a tu puerta se aproxima…») y esa gota
desbordante.
Recordamos. (Sobre su obra queda la película Primavera de 1941 de Uri Barbash).
La película Primavera del 41 está muy presente en mi recuerdo, pero no he leído nada de Ida Frank, ahora con tu entrada has despertado mi curiosidad. Cuando tenga un momento me paso por la biblioteca a ver que encuentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues mira, Conchi, así puedes unir las dos cosas: música y literatura.
EliminarDichoso día. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo con tus palabras como podemos preocuparnos por cosas sin importancia y dejar de lado lo que realmente importa.
ResponderEliminarBuscaré a Ida Frank y esos relatos.
Bonito fragmento musical que has compartido.
Un saludo
Me alegro de que te guste la música. Creo que también te gustarán los relatos y la forma de escribirlos.
EliminarSaludos.
Fascinantes vidas. No conocía las escritura de esta mujer, así que procuraré leerla.
ResponderEliminarSaludos.
Espero que no te defraude, Anónimo.
EliminarSaludos
No conozco a esta escritora pero ya está apuntada en mi libreta de búsquedas. Comparto contigo esa sorpresa de cómo se pierde el tiempo en asuntos intrascendentes sobre los que los medios de comunicación arman mucho ruido.
ResponderEliminarAbrazos!!
Lo mismo te digo. Espero que te satisfaga.
EliminarAbrazos.
Parece interesante, sobre todo acompañado de Buxtehude
ResponderEliminarDos compañías excelentes.
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