
O puede nevar sobre las pistas en las que iremos a llenar el (temido) vacío de los días de descanso, haciendo familia o cultivando amistades. En este caso, la nieve sacará la adrenalina almacenada durante tantas horas cotidianas. Nos lanzará por las laderas, dentro de la burbuja de nuestra risa, codo a codo con otras libertades enfundadas de etiquetas. (No nos atrevemos a decir, como Gamoneda, «arráncate la luz de la mirada»). Quedaremos en euforia.
Al igual que en tus ojos la mirada, no es lo mismo una nieve que otra.
Nunca fue una mirada lo mismo que otra, ni una nevada, ni el mar, ni los ojos que lo miran.
ResponderEliminarSaludos.
Es verdad, Elena. Aunque hay veces que sí nos lo parece.
ResponderEliminarSaludos a ti.
La mirada en la nieve deslumbra,cuesta mucho mirar la luz, pero a través de la ventana tiene su encanto, para el resto yo soy una friolera.
ResponderEliminarCon un buen mono, Ayla, no se nota el frío, aunque es necesario no tener pereza.
ResponderEliminarMe había perdido esta entrada por motivos de viaje de trabajo. La nieve, cuanta inspiración nos regala...
ResponderEliminarsaludos