miércoles, 29 de enero de 2014

De nave a nave

Si fuera novelista elegiría un barco como espacio en el que se desenvolviera alguna de mis novelas. Tiene límites precisos. Contacto permanente. Se mueve de un lugar a otro. Cambio de horizontes. Necesita organización en la convivencia. Normas o indicaciones precisas. Alguien que maneje el timón. Conocimiento del rumbo. Provisión de víveres. Respeto al descanso… Ideal para un ensayo de sociedad.
Sebastian Brandt escribe La nave de los locos (título sobradamente copiado, hasta por Pío Baroja), que ve la luz en Basilea en 1494 (que podemos disfrutar en Biblioteca Digital Hispánica en su formato original), traducida aquí recientemente como La nave de los necios (tal vez, emulando el cuadro de El Bosco). Pronto es traducida a distintos idiomas y se convierte en un superventas durante siglos, espejo de vicios y defectos. Allí habla la Locura, por medio de 111 personajes, entendida de esa manera tardomedieval en que se convierte en itinerante, viajera, porque la persona loca está situada en un lugar inusual, desde el que divisan lo que no podemos ver el común de los mortales. No se les encierra. La sociedad necesita iluminación para curar sus heridas, para buscar soluciones a sus problemas.
Y siglos después, en 1926, el enigmático Bruno Traven (Ret Marut, tan admirado de Einstein) da a la luz la obra La nave de los muertos, que deviene una crítica aplastante de la clase política, domeñada por la gente poderosa. Su protagonista embarca en una nave en la que viajan marginados sociales de toda laya. Las peripecias a que se ven abocados, junto a la ágil narración de las mismas, pronto la convierten en otro clásico del género de errantes.

Enseñar deleitando.
[Retrato de Brant, de Durero].

4 comentarios:

  1. ¡Cuántos títulos con naves! Y todos invitan a navegar por sus letras a tocar el horizonte. Los barcos son pequeños mundos, expuestos a la aventura... Entonces ¿embarcamos? Ya tienes tripulación, Ignacio :) Bss

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  2. Siempre hay lugar para ti, Mere. Indispensable tu espíritu.

    Besos.

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  3. Como al científico, estos pequeños laboratorios en donde reproducir unas condiciones ideales ofrecen esa oportunidad de ensayar al escritor. El científico podrá aplicar fuera del laboratorio sus conclusiones, en cambio las del artista nunca abandonarán el ámbito de la obra. Pero qué es un libro sino la posibilidad de vivir otra vida y, quizá entonces, se haga realidad el sueño del escritor. Para eso
    estamos los lectores.

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