Marie Curie (1867-1934) comienza
un diario, después de la reciente muerte de su esposo Pierre Curie (1859-19 de
abril de 1906), el treinta de abril. Habían estado unos días en
Saint-Rémy-lès-Chevreuse, a donde solían ir a descansar, con sus hijas: Irene,
de ocho años, y Ève, de catorce meses. Allí la primavera estaba por los prados
en los que se tumbaban, riendo las gracias de la pequeña y pendientes de las
correrías en bicicleta de la mayor. Se sorprendían de que las aulagas ya
estaban florecidas y de que en algún recodo, junto a las charcas, encontraban
vincapervincas y violetas.
Camino hacia el trabajo cruzando
el silvestre parque de El Parral, una vez que pasado junto a las violetas
vincapervincas de La Isla. Voy leyendo las palabras que brotaron de Marie al escribir
la presencia de la muerte del ser que más amaba en el mundo, todavía sin creer
demasiado en lo que había visto y en la ausencia que la acompañaba. La hierba
ha crecido con las últimas lluvias, las margaritas forman alfombras que se me
antojan tupidas, pues, al leer, no llevo puestas las gafas. El sol, entre las
nubes blancas de este mediodía, ilumina el amarillo del diente de león y de los
botones dorados que destacan en estatura del resto de flores en el prado.
Desaparece el sendero ante mis pies, que zigzaguean ignorantes de los horarios.
Como me ocurre en estas ocasiones, aparezco tarde en el trabajo por lo que me
toca salir ya de noche.
Sabemos que Marie y Pierre Curie
reciben un Nobel de Física y que Marie repite con otro de Química, el mismo
galardón que también alcanzaría la hija de ambos, Irene, y que Ève escribe la
conocida biografía Madame Curie (1938).
«Me lo trajeron por la tarde. Primero, en el coche, te besé la cara, que apenas
había cambiado. Luego te llevamos a la habitación de abajo y te colocamos sobre
la cama. Y te volví a besar…».
terrible la ausencia del ser querido, aquí ni la danza sirve... tristeza entre flores
ResponderEliminarYa lo creo, Esther. Los libros en la vida.
EliminarSaludos
Leer contigo ese diario ha sido como estar allí, sobre aquel manto de margaritas. Una familia dedicada a las ciencias "en cuerpo y alma"... Pero una familia con sus lazos y su gratos momentos. Seres humanos, a fin de cuentas.
ResponderEliminarYa lo creo, Mere, tenían mucha pasión (por lo tanto, mucho dolor).
ResponderEliminarBesos.
A que ha valido la pena quedarse un rato mas tarde para recuperar el tiempo no se ha perdido...
ResponderEliminarun beso
Ya lo creo que sí, Karin.
EliminarUn beso
Bonitas palabras que iluminan con amor y dolor el camino que zigzaguea entre las flores.
ResponderEliminarEsos jardines que pueden llenar los pulmones de oxígeno, o de polen, y también de ideas traviesas.