Puede verse estos días en Burgos
la delicada exposición El pincel y laespada, referida a Japón, más en concreto a la época Edo (1615-1868), la
del proverbial aislamiento del país, en el que una rígida estructura social,
con el emperador en la cúspide, era mantenida por gobernadores y samuráis, los
cuales se divertían en barrios especiales de las grandes ciudades, donde
florecía el arte flotante (Compórtate
como la calabaza en el río). Con algunas piezas del período Meiji (1868-1912),
ya con intercambio occidental.
La Naturaleza como espectáculo.
Las camelias que retornan a nuestro barrio en esos todavía diminutos arbolillos
que plantaron hace unos años. Cuenta el afamado narrador japonés Natsume Soseki
(1867-1916) que, cuando estuvo estudiando en Londres (donde malvivió), en una
ocasión invitó a unos jóvenes londinenses a contemplar la nieve cayendo y se mofaron de él.
Y, luego, la guerra. Cuántas
obras literarias del momento dan fe de la alegría desbordante que se apodera de
la juventud cuando se declaran la guerra unos países a otros. Stefan Zweig (1881-1942),
testigo de lo que sucede en Salzburgo, lo hace en El mundo de ayer, al anunciarse la entrada de Austria en la primera
guerra mundial. Y otro de los que era casi un niño, Ernest Glaesser, confirma
el hecho en Los que teníamos doce años
(traducido en 1930 en España, época muy antiguerrera en nuestro país). Hoy lo
podemos leer en uno de los libros editados al calor (o el frío) de aquel
acontecimiento, 14, de Jean Echenoz.
A cada cual, nos queda ese
dilema que plantean los versos de Robert Frost (1874-1936) en «El camino no
tomado (o no elegido)»: Dos caminos se
bifurcaban en un bosque amarillo, / Y apenado por no poder tomar los dos / Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de
pie / Mirando uno de ellos tan lejos como pude, / Hasta donde se perdía en la
espesura; […]Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, / Yo tomé el menos
transitado, / Y eso hizo toda la diferencia.
Eres afoertunado, Ignacio. Esa exposición de la época Edo debe ser una delicia. Contemplar la nieve, las camelias... Hay personas que reparan en ellas. Lástima de las que no lo hacen. Esos londinenses... Qué vida más limitada. Bss
ResponderEliminarTienes razón, Mere, la fortuna nos sonríe con esos acontecimientos.
ResponderEliminarBesos.
Creo que todo lo que me interesaría ver y conocer está normalmente fuera de donde vivo. Que interesante debe ser visitar esta exposición.
ResponderEliminarsaludos
Bueno, Karin, estás invitada. Total, Burgos queda cerca.
ResponderEliminarSaludos.
Ambas son un temporal, ambas maravillan. Soseki se queda solo admirando la belleza de la una, la nieve, y la mayoría prefiere el misterioso atractivo de la otra, la guerra. Coinciden al final, el silencio, pero no en su camino.
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