LO PRIMERO… …que hizo fue darle un abrazo. Y sabía que tenía hambre y sed. Pero. Primero. Le dio un abrazo. (Mariana)
Volvía a casa la noche del lunes con el cielo nublado. Entre
los árboles del paseo de las murallas medievales estaba una niña con dos estrellas
unidas a unos hilos, a modo de cometas. Extrañado, le pregunté de dónde las
había bajado pues no había ninguna a la vista. Me contestó que eran de La Recolectora.
«¡Vaya ‒dije‒, vengo de allí y no me he percatado de ellas!».
Al continuar andando, comprendí. Alguien había leído la
historia con la que comienza esta anotación, tomada del libro Historias que capturan estrellas, de María González Reyes y Virginia Pedrero Boceta, formado por numerosos relatos (casi todos de muchachas y mujeres) de gestos
comunales. Gestos de gente que se une para reivindicar una escuela, un barrio o
un abrazo. Al igual que el de Lucía, Opciones:
«Cuando le dijeron que fuera al psicólogo o al médico de cabecera para que le
recetara un tranquilizante, recordó que su abuelo le contaba que los problemas
laborales los solucionaban en el sindicato, “algo que sucede en el trabajo es
un problema colectivo, por eso las soluciones individuales no funcionan”. Y se
quedó pensando qué hacer».
Precisamente, en la Casa
Redonda, habíamos estado comentando El
diario completamente verídico de un indio a tiempo parcial, de Sherman
Alexie, que trata acertadamente de la superación individual en situaciones de pobreza,
marginalidad y desesperación como es una reserva en Estados Unidos. ¿Será que
puede serlo de otras formas?
Gracias por hablarnos de esta editorial y de esas estrellas comunales.
ResponderEliminarSaludos.
De nada, Anónimo, es un momento de aire fresco el que se respira al leerlo.
EliminarSaludos
El diario del indio, debe de ser muy interesante Ignacio, vivir en una reserva tiene que ser muy duro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo, Conchi. Lo hace con humor e ironía, pero...
EliminarUn abrazo.