lunes, 9 de noviembre de 2015

Música blanca. Carmen y Cristina (Cerezales Laforet)

Cuando leí Nada por vez primera, imaginé que su autora, Carmen Laforet (1921-2004), sería una persona algo caústica, cuya existencia estaba atravesada por gestos distantes, poniendo barreras a lo que pudiera salir o entrar en su mundo. Según suele suceder, estaba confundido. Su obra nace del amor. Ella misma comenta en la introducción a Mis páginas mejores (Gredos, 1957): «Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo». Conocido es que Nada está escrito a los 22 años y que obtiene el Premio Nadal en su primera convocatoria, la de 1944, editado en la colección Áncora y Delfín, la de Festina lente. Su existencia es cambiante. Puede decirse que nace como testimonio y vive como documento.
Adentrarse en la escritura de Carmen Laforet conduce al silencio, al que tuvo durante los últimos años de su vida. La fe de su hija Cristina Cerezales Laforet pone palabras suficientes en su existencia abstraída, de donde brota un libro tan singular como Música blanca (Áncora y Delfín, núm. 1.138, 2009), en el que resuenan los armónicos, sonidos de agua, ahora que está alejada del mar, en el que vive su centro.
Escritos, cartas, dibujos, recuerdos… van combinándose en las páginas, rehaciendo a la madre, la cual evoca a la suya, una mujer de extracción humilde que había estudiado con una beca, muerta prematuramente en Canarias, cuando Carmen contaba con 13 años. «Es verdad, sigo pensando en mi madre, ella fue la que despertó nuestro afán de lectura y alimentó la base de nuestra cultura. Recibimos de ella su sensibilidad hacia los demás y su delicadeza […] Ella se ocupaba de nosotros con gran firmeza y también con ternura, pero yo recuerdo más la firmeza, la exigencia del desarrollo de nuestra inteligencia».

Textos exquisitos. Con la amistad, el tiempo y el mar.

5 comentarios:

  1. Se necesita un cierto valor para escribir algo así sobre tu madre.

    Saludos.

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    1. Sin duda, Anónimo. Además que quede una obra tan expresiva.

      Saludos.

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  2. Leí Nada jovencísima, quizás con 17 o 18 años, y me impresionó de tal manera que nunca la pude olvidar. Sin embargo, no he leído nada más de ella, no entiendo porqué. Quizás esta obra que planteas podría suponer mi vuelta a esta autora.

    Abrazos!!

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    1. Lo que te ocurre a ti es algo bastante común. Parece que quedó "sepultada" con algo tan grande a edad tan temprana.

      Para mí, Música callada merece la pena.

      Abrazos.

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  3. Muy interesante, es cierto que igual que otras personas leí Nada hace muchos años, me gustó pero no volví a leer nada de la escritora.
    Me gustará leer el libro de la hija, ese testimonio de admiración y amor por alguien que se interesa en que sus hijos desarrollen la inteligencia, algo que desgraciadamente en los tiempos que corren no parece estar demasiado de moda.
    Un saludo

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