domingo, 10 de julio de 2016

Jade

Las palabras pueden medirse, olerse, pesarse… Podemos levantar el libro, volcarlo y, entonces, extender las palmas de las manos esperando que caigan sobre ella. En breves instantes van llegando, bien como plumas que se posan en la piel alegre bien como tallos de rosal silvestre dejando rasguños inevitables. Nada sucede en nuestras vidas que no esté presagiado en la pizarra del espacio. La ceguera nos ayuda a conocerlo.
Algunas mujeres (vietnamitas) eligen las pulseras de jade como su joya. Comparable a los diamantes. Dan la medida de la calma, de la solidez dentro de la aparente fragilidad que proyecta la superficie lisa de su curva. A ella puede acudirse cuando se siente inseguridad, incluso cuando se tiene miedo. Puede que una madre decida ponerle una a su hija. La cual, fácilmente, deja que la muñeca crezca en su interior hasta el punto de que no pueda salir al hacerse mujer. Jade de por vida.

Ahí, en la piel cambiante, adquiere su tonalidad oliva joven o liquen, en un proceso único, acrisolado en los latidos de su poseedora. No se raya ni absorbe calor. Pero sabe de los amamantamientos, de ira desechada y de las manos que se acercan –tan distintas– desde el exterior.
En Vietnam nace su poesía cuando nace la nación, en un río (de la boca de Li Chueh y Do Phap Thuan; una historia para contar en otro momento):
¡Ahí: gansos salvajes, nadando lado a lado,
mirando hacia el cielo!
Plumas blancas contra un azul profundo,
pies rojos ardiendo en olas verdes.

Jade en nuestro cuerpo.

8 comentarios:

  1. Nuestras vidas presagiadas en el espacio... quizá sea así. Lo de las muñecas de las niñas vietnamitas lo desconocía. Me parece una barbaridad.
    Besos y feliz domingo.

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    1. Gracias, Celia, igualmente.

      Sin duda, nuestras pulsaciones dan un color único.

      Besos a ti.

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  2. Bonita imagen la que se recrea en tus letras con esos libros de los que caen palabras que vamos absorbiendo aquellos que los leemos.
    Me ha parecido muy interesante lo del jade, aunque estoy con Celia, que me ha parecido una barbaridad lo de las niñas encerradas en esas pulseras de jade.
    Un saludo

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    1. Ya, Conxita, puede que en su cultura no sea nada traumatizante y que, de todas las maneras, tengan la libertad de quitárselas si lo desean.

      Saludos.

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  3. Hola Ignacio, lo de las pulseras a las niñas me parece tremendo y me ha hecho recordar la antigua costumbre china de vendar los pies, por lo que he leído ¡muy doloroso!.

    Un abrazo.

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    1. Ya, Conchi, pero no me atrevo a asegurar que en estos casos sea algo parecido. No sé, es un testimonio que he leído de una mujer vietnamita y no lo contaba como algo traumático.

      Abrazos.

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  4. Hay tradiciones que pueden tener un aspecto bello pero... siempre pienso si esa opción de la pulsera (como los aros de las mujeres jirafa o los pies vendados) es libre o voluntaria para esas mujeres. Si lo fuera, podría apreciar esa belleza que tan bien nos trasladas.

    Por otro lado, me encanta el jade.

    Abrazos!!

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