El título no me resulta
atractivo. Incluso lo tengo por un poco cursi. De corazón y alma. Así se llama la obra que contiene la
correspondencia habida entre Elena Fortún (1886-1952) y Carmen Laforet (1921-2004)
durante los años 1947 a 1952, escritoras a las que aprecio. Además, Elena
–Encarnación Aragoneses Urquijo– estudia, en su momento, biblioteconomía en la
Residencia de Señoritas de Madrid, lo que le sirve en el exilio posterior a la
guerra civil española para trabajar de bibliotecaria en la Municipalidad de
Buenos Aires (hoy Biblioteca Mariano Moreno), puesto que le consigue Borges, ya
que la escritora había coincidido años antes con Norah, hermana de este, en el
Lyceum Club madrileño. Razón esta del oficio de colmar estanterías para pisar
con honores la alfombra azul de nuestra bitácora. Por si fuera poco, dejó
abocetada Celia bibliotecaria.
La correspondencia denota la
situación vital de ambas. Una, autora de Nada,
en los albores de su carrera literaria. Otra, creadora de Celia, en los ocasos. Pasión y angustia. Exilio y sosiego.
(Curiosamente, conocí antes a la Premio Nadal, pues a mi pueblo no llegaban las
aventuras de esa niña que vivía en los ambientes de la clase media española en
la primera mitad de siglo). Decíamos que el título ronda lo sensible o efectista, aunque no dejemos de señalar que ambos elementos –corazón y alma– impregan desde el inicio la comunicación
establecida entre ambas. Un entenderse desde la soledad. Un amarse desde los
exilios. Un vivir creándose cada día en la presencia de las entrañas.
Escribe Carmen: «Dentro de
unos días volveré a coger la novela [puede referirse a La isla y los
demonios o El piano], ya para darle los arreglos finales. ¿Por
qué escribirá uno? Todas las disculpas que uno se inventa para escribir son
falsas. […] ¿Sabes que cuando yo iba a tener mi primera niña creía que ya no
volvería a escribir? Creía que eso me serviría lo mismo. Luego resultó que no,
que los hijos de carne y hueso son cosas aparte y que uno, por lo menos yo, no
se puede entregar enteramente a ellos…».
Recomendable la
correspondencia.
[Salud. A la espera de que
la vida transcurra por sus campos].
Debe ser una correspondencia interesantísima. Me lo apunto.
ResponderEliminarGracias, Ignacio, eres mi bibliotecario favorito :)
Besos y feliz fin de semana.
Creo, Celia, que es un libro ameno e interesante. Me alegro de que puedan serte útiles las entradas.
EliminarBesos.
Aunque el género epistolar no me gusta demasiado sí que entre estas dos autoras debe resultar interesante.
ResponderEliminarEstoy contigo en que el título y la portada sí parecen un poco cursis ahora, aunque adecuados para la época que cuentan.
Un abrazo
No me digas, Conxita, pero creo que te gustaría el libro.
EliminarAbrazos.
No he leído nada de ninguna de las autoras, pero puede ser interesante saber de la correspondencia entre ambas Ignacio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Casi seguro, Conchi. Y si de paso te cae alguna obra de estas autoras, puede merecer la pena el leerlas.
EliminarAbrazos.
La correspondencia nos pone en contacto con aquello que no solemos dejar dicho en público.
ResponderEliminarSaludos.
Es un elemento, Anónimo, muy estimado en las investigaciones, sin duda.
EliminarSaludos.
¡Qué interesante! Nada fue una de las primeras novelas serias que leí en la adolescencia casi y nunca la olvidé, fue una novela que, sin duda, inició mi amor por la literatura, así que le tengo mucho cariño.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Como leo sobre mi a LAURA, Nada fue una de las novelas poderosas en angustia existencia que leí, por eso me resulta curioso el contraste entre la idea tan dispar que tengo de ambas escritoras... a veces personas dispares comparten más que personalidades aparentemente semejantes ¿verdad?
ResponderEliminarMuy interesante esta propuesta.
Un beso grande IGNACIO.