La música es el placer que experimenta
la mente humana de contar [con números] sin ser consciente de que está contando
(Gottfried Leibniz)
A estas alturas ya he
renunciado a comprender los mecanismos internos de la teoría de la relatividad
general y los de la mecánica cuántica. Tampoco es que me deprima. La mayoría de
gente científica no las dominan en su totalidad y mucho menos son capaces de
explicarlas. Ahora tratan de integrarlas en diversas teorías, la más conocida
es la de las cuerdas, que presenta un mundo de partículas en continua vibración
(con más de una decena de dimensiones); o en la de la gravedad cuántica de
lazos, que postula que el espacio mismo es una trama de bucles; o en la de
conjuntos causales, en la que la estructura del espacio se contempla como la
arena de una playa. Pero a pesar de este desistimiento, continúan atrayéndome
obras de divulgación científica.
Esta vez he picado en El jazz de la física, de Stephon
Alexander, negro del Bronx que relata su peripecia hacia la ciencia y el jazz. La
pulsión científica que siente no deja de estar tocada, en el entorno del barrio,
por los múltiples encuentros que tiene con la música, vía de escape y
posibilidad de esquivar al determinismo de la pobreza y la violencia. Dotado de
intuición y de inteligencia, la existencia le abre puertas en los caminos que
va tomando, a veces sin destinos de primera vista. Su propósito es dar con la
fórmula que explique la estructura del universo, la expansión y contracción de
las galaxias. Bajo la sospecha de que tienen una estructura musical –¿dónde se
esconde esa fórmula (sencilla) matemática que lo muestre?–, que suenan con
ritmo, cadencia, armonía, tonalidad o improvisación. Pitágoras y su música de
las esferas no deja de estar presente en las Cosmologías actuales.
Además de una portentosa
capacidad matemática, Alexander se vale de la improvisación y de las analogías.
En su apoyo viene Einstein (que tocaba el piano) cuando explica la formulación
de la teoría de la relatividad: «Se me ocurrió por intuición, y la música fue
la fuerza que la impulsó. Mi descubrimiento fue el resultado de la percepción
musical». Por aquí pasan John Coltrane, Margaret Geller, Brian Eno o Richard
Feynman. Agradable compañía.
[Salud. En espera de que la vida transcurra por sus cursos].
El Universo con una estructura musical, pero qué interesante...
ResponderEliminarMe encanta tu reseña.
Besos, Ignacio.
A lo mejor, Celia, nos pasamos la vida escuchando la música de las estrellas...
EliminarBesos, chica.
Es curioso, pero comparto la idea de que las analogías apoyan la creación y el conocimiento.
ResponderEliminarSaludos.
Tan fácil y tan difícil, Anónimo.
EliminarPues bonito ese pensar en una música de las estrellas.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya lo creo, Conxita. Solo cerrar los ojos y...
EliminarAbrazos
Hola Ignacio: discúlpame, pero hoy me he perdido un poco con tu entrada ¿podemos pensar que el Universo es una estructura musical? Sería maravilloso, pero de ahí mi duda o mi incapacidad de entender.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es lo que desea demostrar Alexander, basándose en analogías jazzísticas. Y está detrás de la fórmula matemática que lo avale. Lo cual es otro cantar.
EliminarAbrazos, Conchi.
Acompañada de jazz, la vida acostumbra a transcurrir por sus cursos. Es mi música favorita desde mis veinte años.
ResponderEliminarAbrazos!!
Entonces, Laura, tendrás que leer el libro.
EliminarAbrazos.
Esta entrada tengo que tener más tiempo porque quiero buscar música de él a ver si además de matemático como jazzista merece la pena jaja seguro que sí...
ResponderEliminarMuaaks!
sigo subiendo .. xD! parece que he buceado a las profundidades abismales ; )
¿Tienes tus propios tonos de llamada o no? He encontrado la colección de tonos de llamada perfecta en: http://sonidosgratis.net
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