lunes, 13 de marzo de 2017

¿Es necesario el sexo?

Este es el título que James Thurber (1894-1961) y E. B. Withe (1899-1985) le ponen al libro que han escrito, para el que no encuentran editorial. Nadie quiere comprometerse con este asunto de manera abierta, pensando no solo en el casi seguro fracaso de ventas sino en los (diversos) ridículos a que se exponen, máxime cuando le acompañan unas ilustraciones de Thurber que pueden resultar algo ridículas. Al fin ve la luz en 1929… y todos los temores se muestran infundados. Pronto se convierte el libro en un superventas y el público disfruta de lo lindo con él, aunque expertos y políticos tratan de desvalorizarlo (porque sus páginas no les bailan el agua). Desde entonces pasa a ser obra de referencia, con numerosas reimpresiones y ediciones, en las que se van incorporando prólogos, proemios, introducciones, epílogos y anexos varios.
Una de estas adendas, la de John Updike en 2004, comenta que «rara vez un libro que lleve la palabra sexo en el título ha dicho cosas tan poco favorables al respecto». Y es que sus autores comentan que (en los años en que se escribe) hay dos factores de la civilización sobrevalorados: la aeronaútica y el sexo; el segundo, en principio un asunto ni difícil ni peligroso, es complicado por «sociólogos, analíticos, ginecólogos, psicólogos y diversos autores de libros de divulgación […] hasta mucho más allá de los sueños más delirantes de nuestros antepasados».
Como aquí nos dedicamos a literaturas o ciencias, no vamos a entrar en valoraciones. Sencillamente apuntar que uno de los capítulos de la reciente traducción de Panóptico, de Hans Magnus Enzensberger (ese discípulo de Montaigne), se ocupa de ello, y recuerda a quienes ofician la sexología –incluido Wolkmar Sigusch con su Neosexualidades, acuñador de la “cisexualidad”– las múltiples e insólitas formas en que el sexo se practicaba en la Antigüedad: Pasífae, mujer del rey de Creta, se enamora de un toro y encarga al ingeniero Dédalo que le construya una vaca de madera en la que se introduce y, así, copula con su enamorado (dando nacimiento al Minotauro); o el hijo de Hermes y Afrodita, que se une en un abrazo con una ninfa, cuya unión se convierte en fusión, de la que nace un ser hermafrodita; o…
[Salud. A la espera de que la vida transcurra por sus cursos].

10 comentarios:

  1. La sobrevaloración del sexo es evidente, te diría que la de la aeronáutica me ha sorprendido más.
    Desde luego en la antiguedad si algo hacían los dioses era ser peculiares.
    Saludos

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    1. Ya lo creo, Conxita. Lo de la aeronáutica era comprensible en aquellos años en que se adoraba la velocidad.

      Saludos.

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  2. El asunto, entonces, viene de años atrás. Sin duda, la palabra es sinónimo de éxito.

    Saludos.

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    1. Ya lo creo, Anónimo, se pone en cualquier título y es de los más visitados.

      Saludos.

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  3. La pregunta requiere respuesta :)
    Sí es necesario, es un factor clave en la salud de la persona. Otra cosa es el uso que se ha dado al sexo cuando se ha comercializado... en fin, me parecen atrayentes las dos propuestas lectoras que traes en esta ocasión.

    Abrazos que transitan por sus cursos.

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  4. Es cierto que está sobrevalorado.
    Parece un libro interesante, me ha chocado que sea tan antiguo, no sé por qué porque los años 20 fueron una vorágine.
    Me han encantado las fábulas mitológicas.
    Besos y feliz fin de semana, Ignacio.

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  5. La respuesta es clara, sí, pero coincido con Laura entre la sobresaturación, la comercialización y la sobrevaloración uno ya no sabe en que escalón de la s prioridades colocarlo... otra propuesta interesante ... me está costando hacer estos deberes que lo sepas jaja eso sí, me lo estoy asando muy bien : )

    Muaaaks!

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