No han llegado todavía las
golondrinas a la ciudad, cuando ya están revoloteando sobre los sembrados (sedientos).
Leo al lado del trigo verde la Antología
poética [1974-2014] de Manuel Ruiz de Amezcua (1952) realizada hace un par
de años con el título Del lado de la vida.
Andando en el sentido de los surcos atravieso las distintas respiraciones
poéticas de esta cuarentona vida de versos: el yo en su guarida, el yo
enamorado (que sale de sí mismo), el yo ciudadano (sabedor de las existencias
ajenas, de los colapsos sociales, de los mileurismos, de los naufragios).
Me agrada la poesía que
contempla, de visión periférica. Ruiz de Amezcua, además, no ha recibido ningún
premio literario en la docena de libros publicados, lo que habla por sí mismo (además
del ensayo corregido y aumentado El
lenguaje tachado). Los años de crisis le hacen ser claro ya desde los
títulos ‒La resistencia (2011) y Palabras clandestinas (2015)‒ en algo
que estaba en sus palabras anteriores («En el desorden del mundo, / vengo a
buscar lo que encuentro»). De este último libro es el poema «Lectura de la noche»,
dentro y fuera:
Para
muchos de nuestros eruditos,
desde
el principio de esto,
la vida
de los hombres
estuvo siempre cerca de la
mierda.
Me
refiero a la mierda de la bestia.
A su absoluta presencia.
La mierda
ha sido siempre
la verdadera
entraña de la tierra,
la verdadera
rueda de la Historia,
la verdadera cama que nos
sueña.
Y la
sangre. Mucha sangre también.
Mucha
mierda y mucha sangre
ofreciéndonos sus cestas.
Por los
siglos de los siglos
la Historia
ha sido siempre
doblemente
indigesta:
por la sangre y por la
mierda.
Aunque
la cosa no ha cambiado mucho,
a mí
lo que me gusta de verdad
es el asunto de la duda.
Y la
alegría de decir no.
Y no
creer en nada.
En nada,
en nada, en nada.
Absolutamente en nada.
Solo en ti, cuando me
abrazas.
[Salud. En espera de que la
vida transcurra por sus dudas. La ilustración es "Serigrafía" de Juan Genovés (está en la antología)].
Hola Ignacio, no conozco al autor, pero cuando dice...
ResponderEliminarY la alegría de decir no.
Y no creer en nada.
En nada, en nada, en nada.
Absolutamente en nada.
Para mí, es un poco triste no creer en nada y no me refiero a las creencias religiosas, a nuestro alrededor tenemos cosas en la que hacerlo "es mi humilde opinión".
Besos.
Visto así, Conchi, creo que tienes razón. Pero, tal vez, lo que dice Amezcua se refiere a lo público, a las motos que nos venden.
EliminarBesos.
Me da pena también la angustia existencial que trasluce, la vida transcurre con mucha mierda pero es maravillosa.
ResponderEliminarSeguramente opina como tú, Amelia. El último verso denota esa maravilla.
EliminarUn abrazo.
Cierto que puede parecer muy pesimista, pero, si desechamos es sesgo de optimismo (que no de esperanza), que tiene mucho de ideal, su análisis parece muy acertado.
ResponderEliminarSaludos.
Seguramente captas el fondo del análisis que hace de lo(s) que nos rodea(n).
EliminarSaludos.
Me encanta decir NO, un NO sonoro, rebelde y contestatario. Un NO que anuncia libertad ante tanta falsa positividad neoliberal... así que este poeta me va a gustar seguro. Lo busco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero que sí, Laura. Ya ves, la Alegría de decir NO.
EliminarBesos.