Ahora que ya dejan de oírse los ruiseñores al
abrir la ventana por las mañanas, pueden verse los narcisos en la orilla del
Arlanzón. Trazos de belleza que conviven a nuestro alrededor, a los que es
fácil acercarse en uno u otro momento del día que sea tranquilo. Algo más
difícil es hacerlo en condiciones complicadas, de ahí que me está sorprendiendo
el libro testimonio Vestidas para un
baile en la nieve (2017), elaborado por Monika Zgustová a partir de las
entrevistas que tuvo con una serie de mujeres rusas que estuvieron presas,
durante los años cincuenta, en el sistema de campos de trabajo forzado de la
Unión Soviética.
Yo mismo me he sorprendido al iniciar y
continuar con estas memorias, pues estaba con algunos de los ensayos sobre
escritura de Steiner -Pasión intacta-, lo cual me resultaba muy atractivo, pero lo he aparcado.
La narración de Zgustová es simple, lejos de la densidad del filósofo, y además
puede parecer oportunista, basada en dolores mediáticos, que cuentan con salida
editorial segura, y no obstante la he leído. Se trata de mujeres entonces
jóvenes, casi adolescentes, hijas de padres que habían sido purgados en los
años treinta, y cuyas madres también estaban presas.
Varios aspectos llaman la atención en estas
páginas, pues están presentes en la mayoría de los testimonios de la época del
gulag. El primero es que no son relatos angustiosos ni denuncian directamente
que se cometiera con ellas una injusticia. El segundo, a diferencia de lo que
yo creía, es que la supervivencia de ellas era mayor en el caso de las mujeres
con cultura que procuraban mantenerla viva; es decir, darse cuenta de la
belleza natural que las rodeaba, cuidar su aspecto después de doce horas de
trabajo y mantener vivos en la memoria poemas o escritos. Por último, afirman
que su vida sería incompleta si no hubieran vivido esos años en los campos de
trabajo en condiciones tan penosas; allí encontraron lo más auténtico de sí
mismas y de las personas que les rodeaban.
¿Será el alma rusa?
Muy interesante, ese seguir teniendo ganas de cosas bonitas, de arreglarse y mantener esos poemas me parece una gran manera de contraponer todas esas privaciones sufridas en el día a día, que no consigan despojarlas de su cultura y de sus ganas, que no consigan cosificarlas y reducirlas a nada, ¡qué dificil! Será el alma rusa.
ResponderEliminarBesos
Ya lo creo, Conxita, para mí ha sido una sorpresa, pues no creía que pudiera ser tan importante en esas circunstancias.
EliminarBesos.
No sé si será el alma rusa, pero lo cierto es que sí que es sorprendente lo que cuentas: que sobreviven más en esas condiciones infernales quienes tienen cultura y admiran la belleza.
ResponderEliminarSaludos.
Quienes formulan la existencia del alma rusa afirman que no puede comprenderse racionalmente.
EliminarSaludos.
He leído el libro de Steiner (me encantó).
ResponderEliminarNo he leído este que comentas y me atrae mucho. Normalmente se decía que en los campos nazis los intelectuales morían antes que la gente con oficios manuales. Pero aquí parece que no es así. En todo caso, me despierta mucho interés este libro.
Lo del alma rusa es puro esencialismo, no lo creo.
Un abrazo.
Pues espero que te guste, claro. Y, efectivamente, lo del alma rusa va a ser esencialismo.
EliminarAbrazos.
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ResponderEliminarConozco un poco el alma rusa y más el alma bielorrusa, pues en tres ocasiones he estado por esas tierras con amigas y amigos que nos enseñaron el país y compartimos sus tragedias, alegrías y melancolías y por supuesto, el vodka, para decirnos en más de una ocasión, que nuestras formas de ser , pensar y sentir, se parecían.
ResponderEliminarYa he visto en la biblioteca, este libro que comentas: "Vestidas para un baile en la nieve". Lo leeré.
Un abrazo
Luz