Cuando alguien pese mi alma en una balanza, me gustaría que encontrara solo el rastro de esa voluntad [de búsqueda]; una obsesión sin medida por desnudar algo en el corazón sombrío, atareado, perdido; por despertar al hombre único que se afana en el tiempo, que teje su tela de araña en el tiempo para cazar solo el espanto y el olvido. Recogía intuiciones por las calles ruidosas, en los rincones del templo y a la orilla del mar. Buscaba siempre, enamorado de una esperanza apenas presentida.
Shubuti
es personaje de ficción real. En un monasterio birmano queda, algo mermado, el
manuscrito en el que da cuenta de su vida desde que entra de niño en el recinto
de piedra y tiene por maestro al Despierto hasta que sale, en la juventud, a
vivir sus años de madurez en una localidad marítima, tomando un cuarto en el
barrio de pescadores, acudiendo al mercado en el que trabaja de escribiente,
accediendo a los goces de la amistad y de la sensualidad. Ya apagándose el
deseo, retorna al lugar de la niñez y encara los afanes de los días como un
juego, pues sabe que no existe lo que vemos aunque ello tiene necesidad de comenzar
y terminar todos los días. En los campos de alrededor ve cómo las gentes
trabajadoras tienen que soportar las exigencias abusivas de los tiranos de
turno, provocando a veces revueltas, ante las que exclama:
Cómo oponernos a la injusticia, a la ignominia de la miseria coexistiendo con el derroche. Los viejos códices nos enseñan que la historia se repite, volteando como una rueda siniestra. Los revolucionarios de hoy acaban siendo déspotas mañana, pero la rebeldía es un camino inevitable. / En el monasterio sabemos que el error fatal está en el corazón del hombre. Ahí se le debe buscar y combatir. Sin embargo, para derrocar la tiranía, la recta razón dice que las armas pueden ser necesarias también. / Y hoy hubiera deseado un cuerpo joven para lanzarlo a la batalla por un mundo con menos sufrimiento.
[Shubuti, traducción y edición de JesúsAller, Libros del Peixe, 2014. Uno de esos libros breves para días y días].
Me he puesto al día en tus publicaciones, me faltan horas para leer todo lo que propones y recomiendas, tengo una pila de libros que esperan los días de playa y sol, ahí empiezo a invertir el tiempo en la lectura. Me quedo con tu recomendación.
ResponderEliminarsaludos
Bueno, Karin, tomarse las cosas con tranquilidad sienta bien. Y siempre es mejor tener de sobra para leer.
ResponderEliminarSaludos
Muchas veces me han encargado que escriba un haiku con un tema en concreto, se me ocurre que tu podrías elegir el tema y luego yo lo busco, te parece?
ResponderEliminarA mi me gustan mucho ese tipo de ejercicios o desafíos.
Si te apetece me lo dejas escrito en comentarios y cuando lo tenga te aviso.
Saludos
Gracias, Karin. No sé si será fácil, pues a menudo pienso en la Ficción. ¿Nuestra vida la mueven asuntos reales o imaginados (a nuestra manera)?
EliminarSaludos.
¡Vaya vida, buscando la plenitud!
ResponderEliminarSaludos
Ya lo creo. Además, buscándola en lo cotidiano.
EliminarSaludos.
Los países deberían buscar la felicidad de sus ciudadanos. De nada sirve tener contentos a los unos, y en cambio a los otros no. Al final, lo que de ello derivará será probablemente el colapso de todos. La violencia será consecuencia, pero también causa del descalabro. Ahora, tanto poner la mejilla, al final el agraviado se cansa.
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